Alemania, un impasse sanitario y político

Escribe Emiliano Monge

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El ministro de finanzas de Hesse (región donde se halla Frankfurt, centro financiero alemán), Thomas Schaefer, se suicidó preocupado por las consecuencias de la crisis del covid19 en su país. Era parte del partido gobernante CDU (demócratas cristianos), de Angela Merkel, y era candidato para suceder al ministro de economía, Volker Bouffier (ámbito, 29/3). Alemania sería uno de los países cuyo sistema de salud es más “robusto”, ya que posee un mayor número de camas por habitante y hace mayor cantidad de tests. También su economía estaba por encima de la media europea y Alemania es considerada el “motor” de Europa.

Se estima que el PBI alemán caerá un 5%. La “confianza empresarial” se derrumba, a pesar de anunciar el paquete de rescate más importante desde la segunda guerra mundial (750.000 millones de euros). Esto no evitó que el Thyseen Krupp haya anunciado despidos masivos hasta 2026, que afectarán a más de 3.000 trabajadores –ajuste bajo la supervisión del sindicato IG Metall. Las acciones subieron al otro día de anunciados los despidos. Se prevé una ola de despidos en Alemania por la caída económica mundial que preanuncian como una nueva “gran depresión”, que haría inefectivo cualquier intento de evitar despidos masivos. La precarización laboral y el amarillismo sindical aceleran los despidos y suspensiones. El seguro de desempleo se ubica en el 60% de los salarios netos, 67% para aquellos que tienen hijos. Esta situación anticipa choques sociales más severos.

A los más de 8 millones de empleos precarios que registra Alemania actualmente, se les deben sumar la masa de desocupados y de empleos temporarios. Pero los trabajadores no-precarios también tienen grandes problemas para enfrentar la cuarentena porque, en promedio, el 30% de un salario está compuesto por primas, entre ellas, el presentismo. Volkswagen cerró temporalmente todas sus fábricas con 80.000 trabajadores y pasa por encima de los derechos de los trabajadores y los convenios firmados por la situación de “emergencia”, cuando en los tiempos “normales” cosecharon ganancias récord sin repartir un euro. Los empresarios no pagan los seguros sociales, deuda que recaerá bajo la forma de más impuestos sobre los trabajadores.

El sistema de salud alemán perdió gran cantidad de camas, comparado con el período anterior a 1989, y hubo un avance significativo de la salud privada. Entre 1991 y 2017, el número de hospitales en Alemania cayó de 2.411 a 1.942, y el de las camas, de 665.565 a 497.182. El personal de salud gana en promedio menos de 12 euros la hora, sin licencias y con una baja rotación de servicios. Alemania tiene problemas con el suministro de máscaras y respiradores, según anunció Der Spiegel. Hay amenazas de cerrar hospitales enteros por los contagios sobre el personal y la falta de suministros de seguridad, hay faltantes de alcohol en gel y barbijos. Esto no es novedad, porque el ministerio de salud había sido advertido de los faltantes en enero, cuando se estima que la enfermedad podía golpear el viejo continente.

Lothar Wieler, jefe del Instituto Robert Koch, dijo a Frankfurter Allgemeine Zeitung que Alemania tiene una baja tasa de mortalidad porque “estamos testeando a muchas personas”, pero “no podemos descartar que tendremos más pacientes que ventiladores en este país. Por supuesto, debemos esperar que las capacidades no sean suficientes” (29/3). A pesar de que las bolsas hayan “repuntado” después de los anuncios, y el “optimismo” de los líderes del gobierno, Schaefer “estaba muy preocupado de que no fuera posible cumplir con las enormes expectativas de ayuda de la población” (ámbito, 29/3).

Alemania, el motor europeo, es la mejor representación del enorme impasse político de la burguesía mundial, que no posee ninguna salida ya no solo al Coronavirus sino directamente a la bancarrota que se ha desatado.

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