Escribe Jorge Altamira
Exposición de Jorge Altamira en la Facultad de Filosofía y Letras (UBA), 30/9/22.
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Compañeras, compañeros, buenas noches.
En poco tiempo, varias semanas después del inicio de las hostilidades en Ucrania, Henry Kissinger, un hombre que fue el Secretario de Seguridad de los Estados Unidos, hizo una caracterización política sugestiva: dijo que se había producido un cambio de época. Kissinger fue el artífice del establecimiento de relaciones diplomáticas entre China y Estados Unidos, entre Nixon y Mao Tse Tung. El acuerdo incorporó a China al circuito económico internacional (también fue quien orquestó el golpe de estado que derrocó a Salvador Allende y estableció el gobierno de Pinochet, y luego tramó el golpe en Argentina). “Cambio de época” fue la caracterización que había hecho Lenin cuando estalló la Primera Guerra Mundial. Fue el núcleo sobre el que se asentó su estrategia política: “Se ha producido un cambio de época”.
¿A qué se refería Lenin?, ¿a qué se refiere Kissinger?
Lenin se refería al fin del periodo ascendente del capitalismo. El cambio de época era un cambio de tendencia de la época de ascenso del capitalismo a la época de su declinación histórica. Pronostica una nueva época de guerras y revoluciones. Señala que la época del capital de los monopolios constituye un estado transitorio al socialismo. Pronostica, en la transición, una nueva época de guerras y revoluciones. Añade algo que lo asiste y es que una época de guerras imperialistas inevitablemente es una época de revoluciones. Advierte a la socialdemocracia internacional que los congresos de la II Internacional habían señalado con anticipación que una guerra mundial engendraría situaciones revolucionarias y revoluciones. Ese cambio de época significa, asimismo, que el desenvolvimiento de las fuerzas productivas, bajo el capital, tiende a convertirse en su contrario –en el desarrollo de fuerzas destructivas-.
Es difícil que Henry Kissinger no supiera que estaba dando la definición de Lenin. Pero ¿a qué se refería, concretamente, Kissinger? Kissinger se refería a una variante circunstancial del planteo de Lenin. Se refería a que el periodo de las ilusiones en un salto histórico del desarrollo capitalista, basado en las ruinas de la Unión Soviética y la incorporación de China al mercado internacional, ha concluido. La prueba era el estallido de la guerra en Ucrania. Kissinger ha intentado sin éxito establecer fórmulas para detener esta guerra, que opone entre sí a la totalidad de las grandes potencias. Por ejemplo, reconociendo la soberanía de Rusia en la península de Crimea. Estima que una falta de acuerdo con Rusia desencadenaría un proceso de guerras, de desintegraciones políticas y nacionales, y revoluciones.
Esta conclusión está manifiestamente ausente en la izquierda mundial, para la cual el mundo asiste a un conflicto geopolítico, o a la oposición entre dictaduras y democracias, o una lucha por hacer valer las independencias nacionales. En contraste con estos juicios, algunos superficiales, otros impresionistas, nosotros hemos caracterizado el estallido de una guerra imperialista mundial. La independencia de Ucrania es un factor secundario o terciario en una guerra mundial entre las grandes potencias, que la llevará, cualquiera sea el resultado de la guerra, a una mayor dependencia, sea de Rusia o de la OTAN. Es decir, es una guerra mundial y esta guerra mundial se viene desarrollando sistemáticamente en muchos aspectos.
El primer aspecto es lo ocurrido en el estrecho de Taiwán. Estados Unidos ha abjurado del acuerdo de Kissinger con Mao Tse Tung que reconoce a Taiwán como parte de China. Hay un creciente armamentismo de Taiwán de parte de Estados Unidos. Acá también hay una suerte de cambio de época local, porque la empresa más importante en China, con cien mil obreros, que fabrica las partes del iPhone es taiwanesa y está en China. Es decir que el proceso de la restauración del capitalismo en China se basaría en una asociación de Taiwán con China sobre un terreno histórico común, con el respaldo del capital financiero internacional. Ahora, en los documentos del Pentágono -que hace públicos cada año- China y Rusia figuran como los enemigos estratégicos de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos. Es decir que el proceso de penetración comercial, financiera, del capital mundial en China y en Rusia ha concluido –al menos, en forma pacífica-. En las actuales condiciones son necesarios nuevos avances del imperialismo, por medios militares y si es necesario con el auxilio de armas nucleares, para poder seguir avanzando en la acumulación capitalista. Es significativo que, mucho antes de la pandemia y de la guerra, los gobiernos de los Bush, Clinton y Trump empezaran una guerra comercial contra China. Es decir que el antecedente de los escenarios bélicos en el mar de la China y en el estrecho de Taiwán ya habían madurado largamente en esta etapa del imperialismo. En efecto, hay un cambio de época y por lo tanto es un periodo de guerras y revoluciones.
La guerra mundial es una catástrofe humanitaria. La guerra presente ha sido preparada sistemáticamente por la OTAN desde el mismo momento de la disolución de la ex Unión Soviética. Desde el mismo momento. En 2014 hay un golpe definitivo que derroca a un gobierno prorruso y desencadena una acción militar sobre las zonas de Ucrania que siguen ligadas a Rusia. El punto que determina este golpe de Estado es muy interesante, porque tiene que ver con la incorporación de Ucrania a la Unión Europea. Tiene que ver con la absorción de Ucrania por parte de la Unión Europea, como ocurrió con Polonia y con los otros países satélites de la Unión Soviética, que se han transformado en un terreno de mano de obra barata especialmente para el capital alemán que ha trasladado gran parte de su industria a Checoslovaquia, a Polonia, a Bulgaria, a Rumania, etcétera, aunque Rumania es preferentemente un terreno francés.
Este es el litigio que va llevando la guerra. Ilustra la tendencia del capital occidental a un objetivo que tiene características históricas de dos siglos, que es la penetración en Rusia y en el vasto territorio de la Rusia asiática, donde hay recursos de materias primas, minerales, etcétera, fabulosos, y es un campo infradesarrollado desde el punto de vista del capitalismo mundial. Cuando digo dos siglos es porque primero fueron los zares los que enfrentaron estos problemas y circunscribieron la incorporación del capital internacional a la bolsa de Moscú y a inversiones en San Petersburgo y en Moscú. Después en todo lo demás el zar quería mantener la integridad territorial del imperio. En 1904, por ese motivo, fue la guerra con Japón que era 100 veces más chico que el imperio zarista. Los japoneses les dieron una paliza y un año después estalló la revolución de 1905. La primera guerra mundial tendría que haber abierto a Rusia al capital internacional, pero estalló la Revolución de Octubre. Una ruta imprevista para el capitalismo internacional, no para los bolcheviques rusos. Con la desintegración de la Unión Soviética queda abierto nuevamente este campo de desarrollo y, desde la disolución de la URSS, el imperialismo norteamericano ha venido sistemáticamente desconociendo promesas y acuerdos para ir avanzando en la penetración de los diferentes países y finalmente en Ucrania. El imperialismo ya había bombardeado y desintegrado a Yugoslavia para abrir su ruta al oriente. La oligarquía rusa no se opuso a este avance. Putin llega a incorporarse al G8, es decir, a integrar el directorio del capital internacional y pidió ingresar en la OTAN. La integración al capital internacional fue el principal propósito de la disolución de la URSS y de la restauración capitalista. Pero ese proceso ha sido históricamente un fenómeno de fuerza y de violencia, nunca fue pacífico. Otros imperialismos pretendieron valerse de Rusia para sus propios intereses y para poner un freno al capital norteamericano. Alemania, con la señora Ángela Merkel, hizo construir dos gasoductos para integrar comercial e industrialmente a Rusia y a Alemania, y valerse de esta alianza para oponerse al imperialismo norteamericano. El segundo gasoducto, 2.800 kilómetros de gasoducto, se terminó de construir de forma completa y nunca entró en funcionamiento por un veto de Trump y, luego, por un veto de Biden a Alemania. Fue uno de los detonantes de la guerra en desarrollo. Alemania no pudo bloquear la presión de Estados Unidos y aceptó que una vez ya construido no se use. El beneficio adicional para Estados Unidos es imponer a Europa el gas esquisto, que debe transportarse por vía marítima y es muchísimo más caro que por medio de gasoductos. Asistimos a un gigantesco proceso de competencia mundial que no se puede resolver, esto es muy importante, sino por medio de la fuerza. Este punto es muy importante. Tanto Lenin como Kautsky, los dos advertían que el capital mundial tiende a monopolizarse. La "pequeña" diferencia es que Kautsky decía que éste era un proceso pacífico y Lenín le dijo que es un proceso de guerras porque el capital no conoce otro método, en su competencia cotidiana, que la fuerza. A veces la fuerza es manifiesta, otras veces es oculta.
Está abierta una guerra mundial que no tiene las características de la primera, tampoco de la segunda, pero incorpora a estas en una manifestación superior, catastrófica. Incorpora la tentativa de completar la dominación del imperialismo mundial abierta por la restauración capitalista.
La otra característica, que no diría fundamental sino absolutamente extraordinaria, es la declinación de los Estados Unidos, que el desarrollo capitalista convirtió en potencia dominante después de la segunda guerra mundial. No puede recuperar el status previo sino por medio de la guerra económica, política y militar. Es el factor principal del desequilibrio internacional. El dólar de un país que tiene el 25 % del PBI mundial y ocupa el 75 % de las transacciones internacionales; la moneda dominante de un país declinante. La primacía del dólar, en estas condiciones, desempeña un rol confiscatorio, en la medida en que influye en la determinación de los precios internacionales y absorbe los excedentes financieros de otros países. Estados Unidos se ha convertido en importador de capitales y deudor internacional. El retroceso de Estados Unidos explica la aparición de Trump y el agravamiento de la guerra comercial y financiera.
Es muy claro que hay una conexión entre la guerra y el fascismo. Ustedes lo ven ahora en la orden que ha dado Putin de movilizar a los reservistas y provocado una crisis política. Una derrota de Rusia en la guerra presente provocaría una desintegración nacional y la extensión territorial de la guerra. Para poder movilizar a la población Putin debe declarar el estado de guerra y el estado de guerra es un estado con poderes excepcionales. Es natural que el desarrollo de la guerra implique al mismo tiempo el desarrollo de las tendencias fascistas. Pero no puede haber tendencias fascistas como en el pasado, encerradas en fronteras nacionales, como por ejemplo el fascismo italiano, el fascismo alemán, el fascismo francés. Como la UE enfrenta el desafío de un fascismo sin base nacional, estas contradicciones se han resuelto, por el momento, con la captación democratizante de todos los fascistas europeos. Cuando van a las elecciones lo primero que prometen es que van a pagar la deuda externa, que aceptan las órdenes del Banco Central Europeo, que no tienen espíritu bélico de ningún carácter, etcétera, etcétera.
Ahora, ¿puede provocar esta guerra situaciones revolucionarias?
Así lo perfila la desintegración del ejército ruso en Ucrania y, de otro lado, la crisis financiera e inflacionaria que se ha desatado en la Unión Europea y Estados Unidos, y el derrumbe de la moneda de Japón, el Estado más endeudado del planeta –un 350/400 % del PBI-. En el día de ayer se produjo la segunda gran movilización de masas en la República Checa contra la guerra y contra la provisión de armamento militar a Ucrania. Al interior de Rusia ha empezado una defección extraordinaria a la conscripción militar. Por las mismas razones que Putin quiere conquistar Ucrania -la hermandad de sangre entre rusos y ucranianos-, los rusos no quieren ir a matar a sus familiares del otro lado de la frontera. Solamente los bolcheviques resolvieron la cuestión nacional ucraniana en el marco de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Putin ha acusado a Lenin de ser el responsable del levantamiento de los ucranianos. Los bolcheviques eran una minoría en Ucrania; tenían, según algunos estudios, el 4 % de los votos. Pero los bolcheviques tenían algo que en muchos países se desprecia, una bomba atómica, envuelta en una forma literaria, que se llamaba programa. Con la consigna de la tierra para los campesinos ucranianos pasaron a ser mayoría, ganaron la guerra civil y unieron a Ucrania en una Federación libre de repúblicas soviéticas. A veces hay que darle más pelota a un pedazo de papel que a un misil.
La guerra de Putin en Ucrania no tiene objetivo estratégico alguno, ¿qué quiere conseguir? Ahora, por ejemplo, ha anexado el este de Ucrania. Es una salida completamente ciega de la oligarquía rusa y los servicios de seguridad. En los debates en la televisión, en Rusia, un sector le ha reclamado a Putin lo siguiente: “¿y qué nos ha quedado entonces de la integración de Rusia a la economía mundial? Porque si no nos integramos, no tenemos futuro”. Por lo tanto, aunque la oposición más recalcitrante en Rusia en este momento sea nacionalista y derechista y dice: "Putin, sos un incapaz, hay que meterle más bombas a Ucrania"; cuando estos derechistas y estos nacionalistas chovinistas derriben a Putin van a abrir negociaciones con Estados Unidos y con la OTAN. La línea fundamental de la oligarquía rusa es el acuerdo internacional con el imperialismo, pero el imperialismo le va a poner condiciones insoportables. Una caída de Putin es, de un lado, la desintegración política de la restauración capitalista y abre, del otro, una situación revolucionaria. Muchos columnistas del imperialismo dicen ´tengamos cuidado porque si sigue la guerra y cae Putin, el desarme de todo el aparato estatal autoritario de Putin puede ser una caja de pandora´.
Una diferencia de esta guerra con las anteriores es la amplitud y la profundidad de las sanciones económicas. Nunca hubo un poder imperialista como el de los Estados Unidos en el pasado. Estados Unidos ha reunido la capacidad para bloquear todas las transacciones comerciales de cualquiera que no siga las directivas de Estados Unidos, a tal punto, que China ha acatado la mayor parte de las restricciones comerciales que ha impuesto Estados Unidos a Rusia. China es una economía integrada, como también lo es Rusia, a la economía internacional. Se puede desmoronar como castillo de naipes si se quiebra esta integración. La consecuencia de las sanciones económicas a Rusia es una crisis fabulosa en Europa. El gas ha aumentado 10 veces; afecta la producción de una enorme cantidad de industrias, en especial en Italia y Alemania. Holanda cerró definitivamente su industria láctea, como consecuencia de la carencia de fertilizantes. Sri Lanka entró en un proceso revolucionario porque dejó de poder alimentar a la población en virtud de que ya no puede importar fertilizantes. Bolsonaro hizo un acuerdo especial con Putin para que Rusia mande fertilizantes baratos a Brasil, para los sojeros, los deforestadores de la Amazonia.
Ayer publiqué un artículo que tiene como título "La city de Londres se subleva". Hay una revolución proletaria de los financieros. La City de Londres se ha topado con una corrida cambiaria, porque la actual primera ministra decidió cortarles radicalmente los impuestos a los capitalistas y financiar el presupuesto con deuda internacional. Se ha producido una caída brutal de la libra esterlina y una caída brutal de la Bolsa. Los diarios financieros están pidiendo por favor que la echen de urgencia. El Financial Time resume la crisis en estos términos: "Los siete días que conmovieron a Gran Bretaña", haciendo un juego con el libro de John Reed, "Los diez días que conmovieron al mundo" (la Revolución de Octubre). Entonces el tejido europeo se está deshilachando. ¿Cuál es la conclusión? El mundo ha cambiado de época nuevamente. Mejor dicho, cambió de época una sola vez, definitivamente, cuando lo advirtió Lenin: una época de declinación del capitalismo, de guerras y revoluciones. Pero como nada marcha en forma rectilínea, en algún momento alguien pensó que se había cambiado de época en sentido contrario; que el capitalismo se había fortalecido en la segunda posguerra y luego con la disolución de la URSS, que íbamos a un mundo pacífico, de globalización del capital financiero. Entre las guerras sucesivas de las últimas tres décadas, la crisis climática, la pandemia y la guerra actual, todo esto se ha pulverizado. ¿A ustedes no les parece que el paso a una guerra mundial, con amenazas nucleares, debería ser el primer punto de la agenda de toda la izquierda mundial? Porque como demostraron las otras guerras, la guerra es el semillero de la revolución porque está en juego la humanidad entera.
Una sola bomba nuclear, de las de menor potencia, haría ingresar a la humanidad en la barbarie sin aditamentos. Cuando un régimen social desata estos estertores es que se encuentra en su fase de agonía. Hay en la izquierda una crisis de perspectiva histórica brutal. La mayoría inmensa de la izquierda, en el mundo, apoya a la OTAN, al imperialismo democático, el mismo que ha desarrollado todas las condiciones para librar esta guerra. Lo mismo ocurre en Argentina. Hay una fuerza entera que apoya a la OTAN. Izquierda Socialista y el MST vienen apoyando a la OTAN desde la guerra de desintegración de la Federación Yugoslava, a mediados de los 90 del siglo anterior. El Partido Obrero oficial plantea que la OTAN y Rusia se tienen que ir de Ucrania. ¿Quién los va a echar? La única forma de que se termine con esta guerra es el derrocamiento de los gobiernos que llevaron a la guerra, que se agravará aún más con una desintegración de Rusia. El que ocupa territorio en Ucrania es Rusia, no la OTAN. La OTAN tiene como ocupante a las propias tropas ucranianas. Que se retiren todos quiere decir que se retire Rusia, el planteo de la OTAN. Se juega con los criterios de pelea de barrio ante la catástrofe histórica de un sistema social. Cuando esto está ausente en la comprensión del momento histórico, la perspectiva revolucionaria es sustituida por el macaneo, en este caso, el apoyo a la OTAN.
Otra cuestión más y concluyo. La guerra siempre es presentada como un fenómeno geopolítico. ¿Qué quiere decir? Que un país que quiere ocupar el territorio de los otros. Eso en el mundo capitalista ya no existe. Eso murió con Gran Bretaña. El capital mundial no necesita conquistar el territorio de nadie. Tiene todas las redes montadas para colonizar a los países sin necesidad de ocuparlos; la ocupación procede cuando hay resistencia nacional o resistencia revolucionaria; es una forma extrema de la lucha de clases, no una cuestión geopolítica. El concepto geopolítico es un concepto reaccionario; disimula los objetivos sociales y de clase. Sostiene que las potencias se mueven en función de criterios políticos de carácter territorial. Obviamente, algunos de estos criterios es necesario tenerlos en cuenta. Que Crimea da al Mar Negro, que Irak e Irán tienen petróleo que las compañías norteamericanas ambicionan. Lo que está ausente es el análisis de la guerra como fenómeno histórico del capitalismo, en el caso concreto de la época imperialista, que desencadena la rebelión en las masas, para sobrevivir a las atrocidades de la guerra, del hambre, de la crisis económica, etcétera. Europa se va a cagar de frío este invierno y una parte de la industria se va a paralizar, al menos en forma parcial. Estados Unidos quiere imponer la dominación del gas transatlántico, que dominan sus petroleras o sus accionistas en otras petroleras. La crisis divide a la propia burguesía. Es lo que ocurre con una parte entera de la burguesía alemana que cortó las relaciones con Rusia. Hay un desequilibrio desde poder en Alemania en perjuicio de las industrias tradicionales, como Volkswagen, Mercedes Benz, Siemens, Bayer.
En las posterioridades de la derrota de la Cámara de empresarios del neumático, del gobierno nacional, de la burocracia de la CGT, del kirchnerismo y de todos los que buscaron aislar al SUTNA para provocar la derrota, en este escenario, la cuestión de la perspectiva de la guerra es fundamental. Porque Argentina está en esa misma vorágine y además es uno de los eslabones débiles. Eslabón débil, en primer lugar, porque cuando suben todos los precios internacionales, suben también los precios internos, la carestía, la desvalorización del salario y la pobreza. Las ganancias de YPF van para sus accionistas y acreedores en Nueva York, no para la clase obrera. Argentina va a pasar de tener un gas de 3 dólares a diez o veinte veces ese precio, si se convierte en exportadora de gas licuado que se regasifica en el exterior, luego de una larga travesía a fletes de usura.
La guerra mundial y la crisis mundial son la base para la comprensión de la época y de las tareas que se presentan en cada país de un modo diferente, naturalmente, de un modo particular.
Muchísimas gracias.