Escribe Matias Melta
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El presidente norteamericano Joe Biden promulgó la ley -aprobada por demócratas y republicanos- que frenó legalmente la huelga general nacional de ferroviarios, que tendría que haber comenzado el 9 de diciembre por mandato de base de cuatro de los doce sindicatos del sector, incluido el de conductores, el más numeroso. La ley impone una conciliación obligatoria que dicta que los sindicatos -dirigidos por una burocracia cooptada por el Partido Demócrata- deben aceptar el nuevo convenio colectivo de trabajo "negociado" con las patronales. El mismo plantea un aumento salarial del 24 % por cinco años, que será carcomido por la inflación -7 % anual en 2021 y una cifra similar se espera para 2022- y excluye los francos por enfermedad, algo inexistente en el régimen ferroviario semiesclavista y principal reivindicación de los trabajadores.
La huelga hubiera significado la paralización casi total de la economía estadounidense, afectando no sólo Navidad y Año Nuevo. El sistema ferroviario de carga cumple un rol estratégico en la economía yanqui, trasladando todo tipo de productos y bienes sustanciales, como materias primas y gas natural. La ley en cuestión fue un reclamo de la burguesía estadounidense, que días antes había exigido al congreso que prohíba la huelga, a través de una carta firmada por 449 grupos empresariales comandados por la cámara de comercio. La maniobra fue dirigida por el Partido Demócrata, con una participación fundamental de la vertiente "socialista" de Bernie Sanders, que envió a la cámara de representantes dos proyectos de ley, el firmado por Biden y otro que otorgaba siete días por enfermedad por año a los trabajadores ferroviarios, sabiendo que la última no iba a tener mayoría de votos en el senado, como finalmente sucedió.
La ley pretende amordazar la combatividad de los trabajadores ferroviarios. La burocracia sindical maniobró de todo tipo de formas contra el mandato obrero. Biden ya había intervenido a mediados de septiembre cuando estuvo a punto de comenzar la huelga por primera vez. La burguesía, republicanos y demócratas -sin grieta- se movilizaron para detenerla. Pero la huelga de los ferroviarios se inserta en el escenario general que viene produciendo la clase obrera de EE. UU.: una ola de más de 2.000 huelgas que se desarrolló en los momentos más críticos de la pandemia en todo el país; un amplio proceso de sindicalización y la huella de la rebelión popular contra la violencia policial con la que fue despedido Trump. En el marco de la guerra imperialista contra Rusia, anidan tendencias explosivas en el seno del proletariado yanqui.