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En Israel, el trumpista y corrupto Netanyahu ha vuelto al poder. El Likud, su partido, acaba de conformar gobierno en alianza con los partidos religiosos y del establishment de los colonos semifascistas, asentados en Cisjordania. Los mismos que se apropiaron de las mejores tierras palestinas de esa región ocupada hace más de 50 años por los sionistas y arrinconan a sus masas en bantustanes o ghetos insufribles.
Lo novedoso de la situación es que Israel iría ahora camino a una teocracia a imagen y semejanza de sus vecinos. Según informa Haaretz (25/12) los socios de Netanyahu pretenden instalar el derecho a la “objeción de conciencia”: “las empresas privadas pronto podrán negar servicios basados en creencias religiosas”. Según dijo la legisladora del partido Sionismo Religioso, Orit Strock,"no (se) puede comprender la idea de que la ley halájica será vista como una discriminación por motivos religiosos en el Estado judío que establecimos después de dos mil años de exilio y autosacrificio".
Este sionismo ´talibán´ va dirigido contra una porción de la población judía israelí que se reclama laica y/o no observante de normas halájico-religiosas. De la mano de esta acepción, estos sectores pretenden imponer no sólo un régimen teocrático, sino establecer normas de "depuración" entre los propios judíos. Pretenden, por ejemplo, discriminar a aquellos que no practiquen un judaísmo "ortodoxo". Impulsan así la modificación del derecho a la inmigración al Estado sionista. Desde su nacimiento, cualquier judío obtiene automáticamente la ciudadanía si se radica en Israel. Por esto no es casual que sectores importantes del Estado, incluso militares, se levanten contra este proyecto: Israel necesitó siempre de la inmigración para hacer frente a la población árabe (la tasa de natalidad de ésta es mayor que la de la población judía). En su mayoría, la inmigración de los últimos 30 años provino de judíos de Rusia, a los cuales los religiosos cuestionan (y no sólo a estos) por no ser `verdaderos´ judíos, dado que en su mayoría no son observantes.
“Simcha Rothman, otro miembro del partido Sionismo Religioso, también apoyó el derecho a rechazar el servicio (en los hospitales) por motivos religiosos. Cuando un locutor de radio de Kan le preguntó si el propietario de un hotel religioso podría negarse a recibir a un grupo de homosexuales, respondió: “Si va en contra de sus creencias, hiere sus sentimientos religiosos y es su hotel privado, entonces la respuesta es sí, esa es la ley” (ídem). Entre la ´policía de la moral´ de los ayatollahs y estos sionistas no hay ninguna diferencia.
Israel nació en 1947/8 como una ´reparación histórica` al pueblo judío y hasta como una vía para instalar en Medio Oriente un “oasis de democracia”. La Kneset (el parlamento unicameral) venía a demostrarlo. Nada más falso. El sionismo ´laico´ (y hasta ´socialista´, como se jactaban tantos izquierdistas) devino en lo que hace ya varias décadas es Israel: un régimen totalitario que no solo niega el derecho a la autodeterminación del pueblo palestino, sino también cercena derechos del pueblo israelí.
La fascistización del Estado sionista es producto de un largo proceso histórico. Sus fundadores se propusieron, desde un principio, alcanzar un “estado judío” sobre la base de la expulsión palestina en masa (la Nakva). De ahí que la solución de “los dos Estados”, sancionada oportunamente por la ONU, fue siempre papel mojado.