El Amazonas, el fascismo y la guerra

Escribe Patricia Urones

Tiempo de lectura: 7 minutos

El nuevo presidente de Brasil, Luis Ignacio Lula da Silva ha nombrado al frente del Ministerio de Medio Ambiente a la Diputada Federal por el Estado de San Pablo Marina Silva. La cartera pasó a llamarse Ministerio de Ambiente y Cambio Climático y, según O Globo, la flamante ministra ya anunció la creación de un puñado de nuevas secretarías como la Secretaría Extraordinaria de Lucha contra la Deforestación y la Secretaría de Bioeconomía y recursos genéticos entre otras. También ha adelantado que volverá a poner en pie los dispositivos de control de deforestación vaciados durante el mandato de Bolsonaro.

El nombramiento de Marina se produjo luego del rechazo al cargo de la derrotada candidata por el MDB Simone Tebet, una representante del agronegocio oriunda del Mato Grosso del Sur. Silva, incluso, debió sortear el rechazo de algunos diputados petistas ligados al negocio agrícola. Maliciosamente, la Folha de San Pablo afirmó que la ministra no tardará en tener problemas dentro del mismo gabinete de un partido esencialmente “desarrollista” y que “glorifica a Petrobras y sus combustibles fósiles, conglomerados agrícolas e hidroeléctricas en la Amazonía”. Más allá de las diferencias de los “propios”, Silva tendrá más problemas entre los ajenos. Sucede que la política de vía libre a la ocupación de tierras fiscales en el Amazonas junto con el incentivo al enfrentamiento a las comunidades indígenas y de campesinos que viven en el Amazonas, por parte del fascista Bolsonaro, ha envalentonado a las bandas delictivas que las materializan y a la burguesía del negocio agrario y ganadero que las planifica. La esencia del voto de estos sectores asediados por la política de guerra civil del gobierno anterior está en la expectativa de que ambos Silva terminen con el flagelo. La gestión de Marina al frente de la cartera de Ambiente será una gestión de crisis.

El Amazonas, un ecosistema socio-ambiental

La región del Amazonas comprende un paisaje de Selva Pluvial a lo largo de la cuenca del rio Amazonas. Está ubicada en la parte septentrional de América del Sur y su superficie es de aproximadamente 7 millones de kilómetros cuadrados. La parte que corresponde a Brasil, llamada Amazonas Legal para su monitoreo, es de aproximadamente 5 millones. Su condición de mayor reserva de biodiversidad la convierte, por un lado, en una gran contenedora de carbono, principal componente de la materia orgánica y, por otro, en importante núcleo de diversidad genética, fundamental para la supervivencia de las especies. La presencia predominante de flora la convierte en la productora del 20% del oxígeno del planeta. Todo esto hace de la selva un regulador de las temperaturas y las lluvias y un nicho de conocimiento sin fronteras para los seres humanos.

Según los sitios de Mongabay y del Instituto Nacional de Pesquizas Espaciales (INPE), desde la década del ´70 hasta aquí, el “Amazonas legal” perdió 807.000 km2 por las deforestaciones. El ritmo más intensivo de este período se produjo en la década del ´90 con un ritmo promedio de 15 mil km2 por año llegando al pico de 28 mil km2 perdidos en el año 2004. Aunque la deforestación se desaceleró desde el 2004 hasta hoy, con un incremento notable durante el gobierno de Jair Bolsonaro, la misma ha mantenido niveles promedio de 10 mil km2 anuales. Un importante estudio ha mostrado la asociación entre el desarrollo de bandas delictivas y la deforestación, cuyos negocios son variados y van desde la venta de especies exóticas (vegetales y animales) hasta la expulsión de comunidades de campesinos e indígenas y la ocupación de tierras que luego son utilizadas para la producción agrícola y ganadera. El desarrollo de la minería ilegal, que está contaminando la cuenca con mercurio, es otro canal de desarrollo para estos grupos. Los ingresos por este negocio se calculan en alrededor de 1.000 millones de dólares anuales. El régimen fascista de Bolsonaro consolidó lazos con estas bandas por medio de las fuerzas armadas. Aquí yace la base material de los lazos de su gobierno con estas bandas.

Pero la parte del león se la lleva el capital ligado al negocio agro ganadero. En las últimas dos décadas, la producción de soja se triplicó, las exportaciones de carne vacuna se multiplicaron por ocho y se ha incrementado también la exportación de carnes porcinas. Sobre el avance en selva desde 1990 -y antes- hasta la actualidad, se ha montado un enorme complejo productor primario de carnes y soja que puso a Brasil en el podio de estos rubros. El crecimiento de la economía de China fue el motor principal de esta metamorfosis productiva en la región selvática. Los capitales europeos y norteamericanos son importantes actores en la reconversión de la selva en complejo exportador. Es en este contexto social en el cual deben analizarse los fracasos, más que los aciertos, de la política ambiental, así como las crisis que enfrentará la futura ministra.

Frentepopulismo

Marina Silva se ligó en sus inicios a la lucha de los caucheros liderada por el histórico activista Francisco Alves Méndes, más conocido como Chico Mendes, en el Estado de Acre, contra la tala indiscriminada que liquidaba la fuente de trabajo de los seringueiros. Más tarde colaboró en la fundación de la Central Única de Trabajadores y luego del PT en el mismo Estado. Con una larga carrera parlamentaria, fue nombrada Ministra de Ambiente durante el primer y segundo mandato de Lula, hasta que renunció en 2008. Su renuncia se produjo en el contexto del Plan de Aceleración del crecimiento desplegado por el gobierno de Lula en 2007. El PAC planificaba la construcción de grandes carreteras, refacción y construcción de puertos y aeropuertos y la construcción de megaproyectos de centrales hidroeléctricas en las distintas trazas de la cuenca del río Amazonas. La ministra se fue en medio de fuertes polémicas por sus trabas a la aprobación del megaproyecto hidroeléctrico del Río Madeira. Lula afirmo en ese momento que “No podemos pensar en la Amazonía como un santuario de la humanidad”.

El despliegue del programa puso en agenda la privatización de las tierras de la selva ocupadas ilegalmente. En un decreto del ejecutivo, Medida Provisoria 458, que luego se convirtió en Ley en junio de 2009, el gobierno del PT convirtió en propiedad legal 67 millones de hectáreas o casi 700.000 km2 de tierra que podían ser vendidas en el término de 3 años. Aun estando contra la ley, Marina Silva saludó que el presidente hubiera vetado el articulado de la misma que refería a que las empresas pudieran ser beneficiarias de la legalización de tenencias. Sin embargo esta tenencia podía lograrse luego con la compra. La vuelta de Marina al PT no es más que la confirmación de un oportunismo alejado de cualquier convicción medioambiental. El derrotero desde el Partido Verde, pasando por el Partido Socialista de Brasil y llegando a la construcción de su propio aparato (REDE) solo fue un intento de “hacer leña del árbol caído”. Su política ambiental no se despegará de los lineamientos internacionales en la materia: mayor monitoreo y poder de policía para castigar el delito de deforestación. Pero la mayor herramienta de esta política, las fuerzas de seguridad, son las mayores implicadas en este andamiaje y las encargadas de garantizar su desarrollo. En el negocio ilegal de la tala y el oro, que incluye tráfico de drogas y armas, hay implicada también una estructura financiera, encargada de blanquear los flujos de dinero que aceitan el circuito. Cualquier iniciativa en este marco llevará a violentos choques.

La selva y la guerra

Lo dicho hasta aquí refuta la idea de la prensa burguesa europea y norteamericana acerca de que Marina “impuso condiciones” a Lula antes de su nombramiento. En todo caso, la misma burguesía brasileña creyó conveniente su nombramiento para reparar lazos con la UE: “En la sociedad hay un ala rural modernizada y grandes empresarios ilustrados que se han convertido a la causa del calentamiento global. Incluso es probable que lleguen flujos financieros más sustanciales desde el extranjero para apoyar el desarrollo sostenible” (Folha, 2/01). La visita de Lula a la COP 27 para retractarse de sus dichos en tiempos del PAC y prometer acerca de la “deforestación 0”, debe leerse en este sentido. Pero el capital imperialista quiere algo más que promesas: “para salvar la selva, Lula debe convencer a Pekín de adoptar medidas efectivas que garanticen el rastreo del origen de la soja y la carne que le compra a Brasil.” (NYT, 3/3). El capital norteamericano es el más interesado en el reforzamiento de las sanciones a lo que llama el “ecosistema ilegal” del Amazonas. Oculta que este “ecosistema” es la primera forma que tiene el capital para apropiarse de lo que no le pertenece. También oculta que la privatización de tierras en la selva y los megaproyectos del PAC impulsados por el PT lo han beneficiado. La discusión sobre los métodos con los que debe abordarse la cuestión ambiental, que no es más que la discusión entre destrucción caótica o regulada del medio ambiente, esconde una disputa por las riquezas potenciales del Amazonas.

En el marco de la guerra de Rusia con la OTAN y de la disputa internacional entre EEUU y China, la cuestión del Amazonas está siendo utilizada para lograr un cambio de frente por parte del gobierno de Lula. Bolsonaro ha tenido una posición de abierto apoyo a Rusia, mientras que Lula, sin sacar los pies del plato, ha llamado a la “paz”, esto ha sido suficiente para que la OTAN se ilusione. El fracaso de la COP 27 en los compromisos de reducción de la emisión de Carbono para 2030 estuvo directamente asociado al desarrollo de la economía de guerra. Lejos de las ilusiones de Marina Silva y de su estrategia de frente popular para evitar un “desastre mayor” en el Amazonas, la crisis internacional y la guerra por un lado, y la crisis nacional y los enfrentamientos con las bandas fascistas por otro, acentuarán la deforestación, el acaparamiento y ahora más, las tendencias al desarrollo de la minería ilegal y la producción energética (petróleo e hidro-electricidad). Sucede que la destrucción del ecosistema proviene de las entrañas del capital que, en épocas de guerra, lleva a la catástrofe.

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