Argentina y el cambio climático: de granero del mundo a desierto

Escribe Patricia Urones

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En los últimos días, las páginas de la prensa se han poblado de informes sobre el estado de la producción en el campo. La merma en las cosechas de invierno de 2022, de las siembras de verano 2022-2023 y de los rendimientos, ha disparado la alarma de los capitalistas del sector. La sequía, que aún puede prolongarse y empeorar la situación, ya ocupa el primer punto de la agenda de la Mesa de Enlace, que ha pedido reunirse con Sergio Massa. También ha creído conveniente poner en debate el problema del cambio climático y la desertificación, lo que no quiso discutir en ocasión del debate de la Ley de Humedales, hace solo dos meses atrás. El Ministerio de Ambiente, bajo la dirección del ministro de Economía, colaborará en la implementación de un “paquete de medidas” para mitigar los daños que la sequía está provocando a las “regiones productoras”. Estamos ante la farsa de un Ministerio de Ambiente que reduce las “políticas públicas” al beneficio de un sector.

La Niña y el cambio climático

La Niña es un fenómeno caracterizado por el enfriamiento de las aguas oceánicas superficiales de la parte centro-oriental del Pacífico Ecuatorial. Este cambio es producido por modificaciones en la atmósfera, concretamente por el aumento en la intensidad de los vientos alisios. Es la fase fría de una dinámica atmosférica más global llamada “Niño Oscilación del Sur” (ENOS), que es la fase cálida. El fenómeno de La Niña afecta las costas del Ecuador, Perú y Chile, pero modifica la distribución de temperaturas y lluvias en zonas más amplias que van hacia el este, en Argentina, por ejemplo, y hacia el oeste del Pacífico, llegando hasta el cuerno de África. En Argentina, en el noreste tienden a registrarse precipitaciones por debajo de lo normal durante este evento.

La Organización Mundial del Clima caracteriza que asistimos a un “triple fenómeno de La Niña”, ya que, habiendo comenzado en 2020, son tres temporadas consecutivas donde se sostiene la fase fría del ENOS. Desde 1950, es la tercera vez que esto sucede. Si bien su ocurrencia es normal, debemos ponerla en el contexto más general del cambio climático. Para darnos una idea, a pesar de que, como dijimos, representa la fase fría del Niño, tanto 2021 como 2022 “fueron (años) más cálidos que cualquier año anterior a 2015”. La persistencia de La Niña, junto con el contexto del recalentamiento global, llevan hasta su punto más tenso las condiciones que provocan sequías e inundaciones.

Para ejemplificar el impacto de uno de estos efectos, tenemos que la zona oriental de África lleva cinco estaciones consecutivas de sequía. Hay más de 20 millones de personas en situación de inseguridad alimentaria en Kenya, Somalía y Etiopía. Mes a mes, aumentan las posibilidades de que esta región se convierta en epicentro de una hambruna mundial. La guerra entre la OTAN y Rusia agrava esta situación al desquiciar las cadenas de suministro y empujar hacia arriba los precios de los alimentos, combustibles y fertilizantes. Para la ONU, la guerra es tipificada como una catástrofe ambiental de tipo artificial. Por otro lado, en el sureste asiático, la inusual intensidad de las lluvias monzónicas ha provocado desastrosas inundaciones como la de Pakistán.

El impacto de la sequía en Argentina

En nuestro país, la sequía afecta a la mayor parte del centro-norte del territorio, siendo la parte más afectada, con sequía severa, el noreste de la provincia de Buenos Aires, noreste de Córdoba y sur de Santa Fe y Entre Ríos. Según la Dirección Nacional de Riesgo y Emergencia Agropecuaria en su último informe, correspondiente a noviembre de 2022 -el de diciembre aún no ha sido publicado-, el stock bovino afectado es de 20 millones de cabezas; el cultivo de trigo fue alcanzado en 1 millón y medio de hectáreas y los hogares alcanzados por la sequía son 647.000. Este último número no contempla capitales de provincias y distritos aunque la sequía se extiende por la zona más populosa del país, el litoral del Plata. La sequía trae aparejados, además, los problemas relacionados con la calidad y cantidad del agua. San Juan, Tucumán y hasta el mismo conurbano bonaerense empiezan a sufrir la falta de agua por la baja de las napas. Los más afectados son los sectores más pobres, sin servicio de agua corriente y cuyas perforaciones, por lo general poco profundas, ya no sirven para extraer agua. No hay aún informes sanitarios acerca de cómo esta faltante puede estar afectando a la salud de la población.

Se avecina una crisis

La crisis climática, sin embargo, ha explotado por el lado de los intereses del capital agrario. Y es que se espera una caída del 30 % en la cosecha de la soja y el maíz y de un 10 % para el girasol, en un escenario que aún puede seguir empeorando. Según la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, el Producto Bruto Agrícola podría caer un 30 % contando las bajas de la cosecha de invierno (trigo y cebada). Respecto de la campaña de 2021-2022, esta caída podría significar una pérdida en exportaciones de 14.000 millones de dólares, lo que impactaría en la recaudación fiscal por casi 5.000 millones. La campaña 2022-2023 de la soja sería la tercer peor campaña desde 2008, año en que se produjo la peor cosecha y que coincidió con la crisis de la resolución 125 (retenciones móviles).

Las patronales del campo han creído conveniente poner en agenda el cambio climático, solo para cuantificar pérdidas y pasar a reclamar subsidios. Pero la sequía todavía puede convertirse en catástrofe. La muerte de bovinos y la merma de gestaciones producida por la falta de agua y forraje se suman a la ya golpeada reproducción de vacas producida por los incendios en Corrientes durante el verano pasado. La caída en la producción de alimentos puede convertirse en un balde de nafta al fuego de la inflación. En el granero del mundo, podríamos asistir a una crisis alimentaria. Ante la gravedad del asunto, el Ministerio de Ambiente ha decidido ponerse bajo la orden del Ministerio de Economía y este, bajo la de la Mesa de Enlace.

Es necesario crear conciencia acerca de la importancia y de los efectos de la crisis climática entre los trabajadores, para organizarnos y enfrentar las catástrofes que se avecinan.

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