El “deshielo” feminista del PO oficial, una catástrofe climática (política)

Escribe Gaby Jorge (ex diputada del Partido Obrero Salta)

Acerca de un artículo de la investigadora Natalia Casola

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El trabajo presentado por Natalia Casola para la revista Descentrada de la Universidad de La Plata aborda la historia del Partido Obrero desde el punto de vista del feminismo liberal o “de Estado”.

La pretensión de la autora es desentramar las dificultades para incorporar la “problemática de las mujeres y de género” en el Partido Obrero. La reseña que realiza sobre esas “dificultades” es harto reveladora, pues el PO rechazó desde el vamos a la llamada “perspectiva de género” que la autora reivindica. En cambio, en las citas del PO recogidas por Casola aparece expuesto un punto de vista antagónico -el que une la lucha contra la opresión a la mujer a la lucha de clases en su conjunto y a la unidad de los explotados, mujeres y hombres. La cuestión de “genero”, que hoy invocan hasta los acuerdos con el FMI, es, por el contrario, una tentativa de convertir los agravios a la mujer en una cuña entre los explotados –mujeres contra hombres. Con tono de reproche, Casola destaca en el PO una “cultura de la delimitación” que lo condujo a priorizar el objetivo de diferenciación y denuncia del movimiento de mujeres y del feminismo por considerarlo “policlasista” y “burgués”, antes que a construir alianzas sobre la base de acuerdos existentes”.

El texto de Casola advierte, sin embargo, un “deshielo” en las posiciones del PO actual, lo cual constituye el principal aporte de su artículo y el objeto de esta respuesta. El “deshielo” describe el pasaje, insuficiente para Casola, del marxismo al feminismo, o a la ‘ideología de género’ del aparato oficial. Para Casola, la “escisión” del Partido (expulsiones) desató una tendencia de “revisión del pasado”, de “deshielo”, que ella misma constata en las entrevistas a representantes de esos agrupamientos. El recalentamiento feminista ha provocado el deshielo del marxismo, no solamente en el PO oficial sino, desde siempre, en los grupos del FIT-U en su conjunto.

En su relato, Casola cita que : “El sábado 14 (marzo de 1998) se reunió la Mesa organizativa del Plenario autoconvocado de la Mujer trabajadora, cita Casola, de la que participaron las dirigentas Nora Biaggio, Vanina Biasi, Virginia Villanueva, Silvia Jayo e Ileana Celotto”. De aquella fundación del PDT formaron parte, desde luego, Nora Biaggio y Silvia Jayo, pero también Olga Cristobal y Norma Giménez, entre otras compañeras, que años más tarde conformaron la Tendencia en el PO, Política Obrera.

Para Casola, la falta de “perspectiva de género” en el PO responde a un “liderazgo masculino” que se extendió por décadas y a un “techo de cristal”, donde no se promovía la militancia femenina. La dirección del partido habría invisibilizado la cuestión de la mujer. La intervención política en el movimiento de la mujer no habría partido de una convicción programática histórica y de un debate de su nueva actualidad, y sólo habría sido una acción política reciente. La necesidad de delimitar posiciones con las corrientes femeninas que adoptan un planteo identitario y excluyente de la lucha de clases no habría sido la posición real de las compañeras que organizaron el PdT, sino un intento de ganar legitimidad para no colisionar con la dirección. Casola podría decir lo mismo de la cuestión de las drogas: para no colisionar se planteaba una lucha contra la drogadicción en el movimiento popular, pero en realidad era un ocultamiento del planteo favorable al consumo recreativo.

Paso seguido, desde un enfoque identitario, señala que los militantes varones serían los opresores de sus compañeras y éstas, por compartir los planteos o por un efecto reflejo, de la opresión de otras mujeres. El “saldar cuentas” con los hombres de la clase y del partido, para Casola, sería la redistribución de las tareas domésticas. Un punto ‘interesante’, porque para la investigadora del Conicet el partido debe intervenir en la vida familiar, o sea regimentarla, cuando lo apropiado es desarrollar una conciencia de clase que modifique y hasta revolucione la convivencia y la vida cotidiana. Para Casola, el salto cualitativo social que permite la práctica militante, debe imponerse desde arriba, lo cual transforma a un partido en un aparato. Casola, en esa línea, termina reivindicando la regimentación estatal: así, atribuye la promoción de voceras partidarias… a la ley de cupo femenino, a la que caracteriza como “norma fundamental”. Desvaloriza, de este modo, a las luchadoras que conquistaron un lugar político por medio de la lucha.

La investigadora ni siquiera insinúa una adhesión al planteo de socializar el trabajo doméstico, a partir de una colectivización planificada de los servicios de consumo y la escolarización gratuita, incluidas las empresas, desde la primerísima infancia. En lugar de una transformación social, Casola recurre al trillado cambio de las autopercepciones de unos a otros. El texto de Casola, por eso le dedicamos este artículo, es un saludo a la evolución anti-marxista del PO, en este caso en la cuestión de la mujer. A su modo, aporta a entender el contenido a la violación del derecho de tendencia y las expulsiones en el Partido Obrero.

Política Obrera, desde sus primeros años, reivindicó la trayectoria y las posiciones programáticas del marxismo sobre la cuestión de la mujer. Es una necedad sostener lo contrario. Otra cosa es la capacidad para formar una tendencia organizada en la lucha femenina, que depende del estado de fuerzas de nuestro grupo. En esto se incluye la organización de la juventud, limitada en gran parte a la estudiantil, e incluso la organización en los sindicatos. A partir del 8vo Encuentro Nacional de Mujeres en Tucumán, el trabajo fue relativamente sistemático. En todos esos eventos reiteramos dos cosas: la adopción de planes de lucha y la diferenciación del feminismo a-clasista. La organización de una tendencia entre los desocupados ocurrió en 1999/2000. En ese Encuentro de la Mujer planteamos:

“De un extremo al otro del país, las mujeres oprimidas se levantan para hacer frente a este sistema degradante de hambre y explotación de un puñado de monopolios capitalistas. Allí están las piqueteras y fogoneras de Cutral Co, de Tartagal, las luchadoras contra el ‘gatillo fácil’ y sus crímenes impunes, las Madres que hicieron frente al genocidio militar, las docentes de Neuquén, las obreras del pescado de la Costa Atlántica, las protagonistas de las puebladas y las ollas populares, las que respaldaron con su presencia masiva las ocupaciones de Fiat y Atlántida.

Miles de mujeres en todo el país abandonan las cuatro paredes de su casa para luchar por sus reivindicaciones. Esto constituye un salto político y social fundamental para toda la clase trabajadora”.

Poco a poco en nuestro país se fue gestando el movimiento de mujeres más poderoso de las últimas décadas: el movimiento piquetero. Tras la quiebra del Estado, la miseria y la desocupación fueron en su mayoría mujeres jefas de hogar quienes se pusieron al frente en la lucha política. Ya por el 2003, las mujeres de la Asamblea Nacional de Trabajadores hicieron lo que a Casola le horroriza: partieron de una franca delimitación con las mujeres del régimen, que promulgaban la igualdad de género, y elaboraron un extenso programa de reivindicaciones, planteándose la cuestión del poder.

Esto está en la raíz de la fundación del PDT, no una “búsqueda identitaria” como argumenta la autora. Naturalmente, nuestra formación política no puede sino hundir sus raíces en ese “despertar político” de cientos de miles de trabajadoras.

A contrapelo de lo que reniega Casola, esta lucha confronta con el feminismo que encuentra una cuestión netamente cultural. Es una evasión explícita de la cuestión social; toda sustitución de la cuestión de clase en una problemática humana, es en principio retrógrada. En lugar de orientar a la mujer a encerrar sus reivindicaciones en el cuadro del status, hay que ganarla para la lucha universal del proletariado por la abolición del capitalismo. El programa de la mujer trabajadora orienta en esta dirección. A Casola la complace que el ++aparato del PO haya torcido el rumbo. Esta es la función política de su artículo. En cierto sentido, un artículo oportuno, porque corre el velo de la desnaturalización del Partido Obrero, que su aparato actual oculta.

La izquierda y su debacle

Desde la crisis del PO hasta acá, compartimos con Casola, se ha intensificado este “deshielo” feminista y el reniego del pasado. El PDT ha hecho de la “mixtura” con el feminismo su propia política - un vuelco a la colaboración de clases.

El movimiento de la mujer se ha convertido en multitudinario e internacional como consecuencia de la incorporación masiva al trabajo de millones de mujeres y, de otro lado, como consecuencia del empeoramiento creciente de las condiciones laborales y de vida, que invade el ámbito laboral y todos los poros de la vida social. Es, de todos modos, un informe frente popular, cuya dirección circunstancial es francamente defensora de la democracia capitalista. La izquierda tipo FIT-U es furgón de cola de estas direcciones, tanto en el plano ideológico como en el político. En los últimos Encuentros ha ido atrás del kirchnerismo marca Grabois (algo interesante de remarcar, porque la corriente de Grabois es clerical y papista).

Casola ha puesto por escrito, a su modo, lo que el aparato aún pretende escamotear.

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Por qué una fraccion pública del Partido Obrero Documento presentado el 11 de junio de 2019. Por Jorge Altamira, Marcelo Ramal, Juan Ferro, Daniel Blanco, Julio Quintana, Pablo Busch, Pablo Viñas. Aprobado por unanimidad en una asamblea nacional de militantes del Partido Obrero, realizada el 23 de junio de 2019 en la Ciudad de Buenos Aires.

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