Israel: cien mil personas ganaron las calles

Escribe Norberto Malaj

Netanyahu quiere poner bajo su tutela a la Corte Suprema.

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El sábado 14 en Israel se movilizaron cien mil personas, según el Financial Times, contra el gobierno de ultraderecha. Sólo en Tel Aviv fueron 80 mil, “según fuentes policiales, un aumento de cuatro veces el número de la semana pasada”, a pesar “de las fuertes lluvias” (Haaretz, 15/1). Tampoco tuvo efecto el llamado de los judíos ortodoxos contra una jornada en día sábado.

Las movilizaciones cuestionan el proyecto de transformar a la Corte y el sistema judicial en una ´escribanía` del Ejecutivo. La presidente de la Corte, Esther Hayut, declaró que la reforma es “una herida mortal para la democracia”. Lo que ocurre es muy instructivo, porque la iniciativa para que el Parlamento pueda cancelar las sentencias que anulan leyes votadas por mayoría, se convierte en ultrarreaccionaria sólo porque la ultraderecha controla la llamada Knesset. Las normas democráticas en un Estado capitalista tienen una naturaleza fluctuante según el gobierno que las adopte.

Crisis en ciernes con las FF. AA.

Un propósito fundamental de la reforma es “sacar a Netanyahu del proceso penal en su contra” por corruptelas. Para la prensa lo más importante serían “las implicancias inmediatas para la relación entre el Estado y las fuerzas armadas” (íd., 13/1). La reforma proyectada quita al Ministerio de Defensa el control de la Cisjordania palestina y lo somete al Ministerio de Finanzas. Que el “sistema judicial se subordine al poder legislativo, deshace el tejido familiar de las relaciones del gobierno con el ejército y afecta adversamente la línea de mando y su unidad”, declaró Aviv Kochavi, jefe saliente de las FF. AA. Este advirtió que no hablaba a título personal, sino de los altos mandos, incluido el nuevo jefe (íd., 13/1).

Smotrich, el nuevo ministro de Defensa, respondió en el acto: “Israel -dijo- es un país con un ejército, no un ejército con un país”. Es el mismo ministro que declaró sin empacho: "soy un homófobo fascista, pero soy un hombre de palabra".

Kochavi, es obvio, transmite dos preocupaciones: a) si se acepta la intromisión del establishment religioso y de los colonos extremistas en el ejército, se quebraría “la línea de mando y su unidad”. Kochavi declaró su preocupación por la “proliferación de llamados dentro del nuevo gobierno para recortar los fondos recibidos por la Autoridad Palestina y reducir la coordinación de seguridad con las agencias de la Autoridad Palestina en Cisjordania”. “Si no hubiera Autoridad Palestina -declaró-, las FF. AA. entrarían en acción dentro de los centros de las ciudades palestinas. El significado de esto sería que, a diferencia de lo que estas hacen hoy, el ejército tendría que imponer 'órdenes de batalla' en una escala inmensa” (ídem).

La segunda preocupación es que el proyecto de reforma judicial eximiría a miles de jóvenes haredim (religiosos) del servicio militar. “¿No debería esperarse —dice Kochavi— una caída en la motivación entre aquellos que se alistan y sirven en el ejército, quienes serían discriminados en relación con los haredim?” (ídem).

Cuando Kochavi, como muchos otros militares antes, declaró que pretenderá ingresar en la política israelí, el gobierno anunció que modificaría el plazo para ello de 3 a 5 años.

La cuestión Intifada

Netanyahu no es la primera vez que enfrenta movilizaciones masivas en contra suyo. Los manifestantes exhibieron símbolos nazis contra el gobierno –un tope histórico en la denuncia contra la derecha sionista-. Netanyahu se ha visto obligado a prohirilos, sin llegar a denunciarlo como antisemitismo.

Sobre las movilizaciones del sábado último se han enancado antiguos socios de Netanyahu, entre ellos Benny Gantz, su último ministro de Defensa. De otro lado, sionistas laicos plantearon que “Sólo una verdadera asociación árabe-judía garantizará el éxito de las protestas”, declararon (Odeh Bisharat, íd., 16/1). Se refieren a los árabes que tienen ciudadanía israelí, no a los palestinos, ni mucho menos es una convocatoria para luchar por una República Palestina, que implica en primer lugar el derecho al retorno, único, democrático y socialista.

El temor de las FF. AA., en particular, es que se acabe la “edad de oro de seguridad” que gozó el estado sionista “en las últimas cuatro décadas”. En la revista de las FF. AA., tres altos mandos escribieron: “ya no es así” (sic). “Parece una afirmación bastante trascendental, dado que este período incluyó dos intifadas y dos guerras en el Líbano. Pero los autores argumentan que todo es una cuestión de proporción. Durante estas décadas, escribieron, Israel disfrutó de tres privilegios: el hecho de que solo se enfrentaba a una amenaza de seguridad limitada; la hegemonía estadounidense, que se expresó en parte a través de un fuerte apoyo a Israel y lo que llamaron un ethos compartido en la sociedad israelí” (Amós Harel, íd., 16/1). Estos pilares habrían dejado de existir. La crisis mundial y la guerra mundial de la OTAN han hecho su trabajo de zapa. La cuestión palestina no es un asunto ‘israelí’, sino de carácter internacional.

Para el columnista Anshel Pfeffer (íd., 12/1), se presenta “la amenaza de una explosión en Cisjordania” y/o “el desvanecimiento de la democracia israelí antes que estalle una guerra civil”. Es que las condiciones sociales en Israel se están también deteriorandO al compás de la crisis mundial.

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