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En el artículo (https://www.laizquierdadiario.com/Estamos-en-guerra-Apuntes-sobre-el-consenso-coercitivo) el PTS, en pluma de Juan Dal Maso, intenta analizar los mecanismos que estarían puestos en juego para la aprobación de la figura de Alberto Fernández y de su política de aislamiento social obligatorio en contexto de pandemia Covid-19.
Derechizacion de las masas
A lo largo del artículo plantean que un supuesto fortalecimiento de la imagen presidencial estaría dado por el miedo a la pandemia y por el carácter coercitivo de la cuarentena. Siguiendo a Gramsci y su categoría de Estado ampliado sostienen que el gobierno se vale ya no sólo de los sindicatos y los partidos obreros integrados al régimen para reprimir, sino que se vale también de la sociedad civil, más específicamente de las "masas de clase media" que actúan en rol de policía influidas por "la opinión pública". Por lo tanto, la mayor aceptación de la figura presidencial estaría basada para el PTS en una "relativa derechizacion ¿Coyuntural? de la sociedad" (sic).
Dicho esto en un lenguaje comprensible, el PTS da como cierto el fortalecimiento de AF que le otorgan las encuestas, sin considerar los avances y retrocesos que ha tenido su gestión en la corta etapa de la pandemia, es decir que lo postula como un hecho, si no irreversible, sí consumado. Luego postula que Fernández estaría más fuerte no por el acierto de su política sino por el miedo a morir. Lo que distingue, digamos, a esa política de la de otros países es, sin embargo, la de haber dispuesto de una cuarentena más temprana, defendida como la vía para aplanar el desarrollo de la epidemia, en contraste con Italia, España, Johnson, Bolsonaro y Trump. Una política que cuenta con gran consenso de la comunidad científica, o sea que los encuestados estarían apoyando a AF no por miedo sino, por el contario, por racionalidad. Al final apela a una categoría kirchnerista, según la cual los medios que modelan la opinión pública han convertido a la clase media en fascista. Estamos ante un compendio de prejuicios, ni siquiera izquierdistas, y un método idealista.
El mismo método utiliza el autor con relación a la clase obrera, pues ignora sus luchas - en defensa de la vida. Desarrolla el lado negativo del idealismo, el temor, y no el lado existencial, la lucha por la vida, no en una guerra con otro país, sino contra su clase explotadora nacional. Las enfermeras, médicos, concurrentes y residentes en la primera línea de fuego contra la pandemia organizando enormes asambleas y reclamos por los elementos de seguridad e higiene acordes, kits de testeo. Esto ocurre cuando una pandemia opera sobre los individuos como una incertidumbre y una impredicibilidad. Los trabajadores de la alimentación, los pibes delivery y de comercio de comidas rápidas que se plantan contra las patronales que quieren declarar esenciales rubros que lejos están de serlo, tiran por tierra tamaño conservadurismo invisibilizador de la lucha de clases, en el escenario de crisis sanitaria y social que atravesamos.
El PTS piensa que hay una “derechización” de las masas en la aceptación de la figura presidencial y de las condiciones de cuarentena que va a dejar "huellas" en el tiempo. Pero esto lo viene repitiendo desde hace tiempo, desde que dejó la acción directa por una prensa digital. De nuevo, no descubre nada, sigue aferrado a su prejuicio. Ahora que las patronales exigen abandonar la cuarentena por un liberalismo ajustador, las masas perderán expectativas en un gobierno que cambia de orientación en su perjuicio. Si, al revés, resiste las presiones patronales, tendremos un choque contra ellas, en defensa de una cuarentena que efectivamente defienda la vida obrera. Los intelectuales como Dal Maso han sustituido la crítica de la política por el “modelo política”, como han hecho los economistas, que han reemplazado la crítica de la economía por los modelos económicos. La función del ‘temor’ y del ‘miedo’ que desarrolla Dal Maso tiene por objeto señalar que hay campo orégano para la solución totalitaria. Es medianoche en el temprano siglo XXI.
El flujo contradictorio del proceso político es incesante; se pudo ver cuando AF se negó al pedido de una decena de intendentes y gobernadores (y de su propia secretaria de Seguirdad ‘milagrosalista’) a aplicar el estado de sitio. La ‘sociedad’ argentina tiene un hilo rojo de continuidad en la lucha por los DD HH, es la que salió a la calle contra el 2x1 o la que puso el grito en el cielo frente a cada discurso negacionista del genocidio incluido el "hay que dar vuelta la página" vertido por el presidente en Campo de Mayo.
Unidad nacional
Por otro lado, para Dal Maso, el régimen de unidad nacional ya está consumado: “Esta especie de bloque entre los sectores del antiperonismo tradicional y el gobierno difícilmente pueda sostenerse más allá de la pandemia. Sin embargo, en el momento actual aparece como sólidamente unido, tras la consigna de unidad nacional y la figura del presidente” (sic). ¿Cómo sabe Dal Maso que no se sostendrá después de la pandemia, si la unidad nacional la llega a cabalgar con éxito? El compañero tira al voleo. La ‘unidad nacional’, en sentido político, no sentimental, debe adoptar una forma concreta, de lo contrario es un episodio cambiante, al que se le pone un nombre. Lo cierto es que ambos bloques de la burguesía, FdeT, por un lado, y JpC, del otro, se encuentran divididos en un cuadro de enorme incertidumbre sanitaria y económica. A la unidad nacional no se llega por consenso sino por espanto. Dal Maso confunde la realidad con el relato.
"El presidente del consenso eterno" hoy está atrapado en la lógica que él eligió: una política de cuarentena que no cumple, chocando constantemente, por un lado, con la burguesía y por el otro con votantes propios y ajenos. Autoriza a actuar a las empresas con despidos y suspensiones, impulsa la emisión monetaria sin dirección clara y mucho menos control de su destino; saca un DNU por 60 días que no retrotrae los despedidos anteriores y deja abierto que sigan ocurriendo. AF no reconvirtió el sistema económico para adaptarlo a la cuarentena, porque no puede tocar el sistema sanitario sin alterar el conjunto de relaciones sociales. Por más que hablen de "cuarentena total”, basta ver que las industrias no esenciales funcionan y el incumplimiento en Buenos Aires. Los bancos no brindan créditos para el pago de salarios, y el Banco Central limita la oferta de dinero. El gobierno frena el sistema productivo porque no quiere seguir emitiendo, por temor a enfrentarse con un “rodrigazo” a la salida.
El PTS ha retrocedido a un análisis premarxista de la crisis. Postula (no demuestra) una perspectiva que excluye el aumento de las crisis sociales, las rupturas de regímenes y crisis políticas y el aumento de la guerra comercial a favor de un reforzamiento de Estados nacionales bonapartista por derecha y de una derechizacion de las masas. Sería así una lucha entre "democracia" y "autoritarismo". En esta línea la izquierda FIT-U le propone medidas estatales a AF y a Larreta en sus despachos; esto no es moco de pavo, porque convalida la clausura del parlamento, y contrasta con el esquinazo de Del Caño a Macri, en 2015, cuando fue invitado a la Rosada.
El presidente que lleva adelante un gobierno colegiado con gobernadores, intendentes más el empresariado en "consenso permanente", en realidad muestra la crisis nacional, no la unidad nacional. Asistimos a un régimen fraccionado, a un unitarismo estatal inexistente. De esto da cuenta el hecho de que hay tantas formas de cuarentena como de gobernadores e intendentes. ¡Y las cuasi monedas!
Cuarentena coercitiva
El PTS habla de derechización de las masas porque admiten la coerción estatal que acompaña una cuarentena. La cuarentena, dicen correctamente, es una "medida de carácter coercitivo". ¿Reclaman acaso a su levantamiento, como la UIA, más consecuente que la Fracción Trotskista? No. ¿A una rebelión popular contra la cuarentena? Tampoco. La cuarentena es una etapa de transición muy singular, que se debe enfrentar con un programa de transición – no jugando al cuco.
Por eso, para evitar todo infantilismo, hay que desentrañar dialécticamente las características de la coerción estatal en curso que no obedece aún a razones de conmoción política (rebeliones) sino sanitarias. Los activistas y los luchadores debemos lidiar con esta contradicción entre la necesidad imperiosa de luchar por la cuarentena que implica coerción, por un lado, y el carácter de clase de las instituciones encargadas de aplicarlas, por el otro, incluidos sus métodos prepotentes y sus arrestos arbitrarios – cuya legalidad continúa en manos del poder judicial.
Ante las miles de denuncias por casos de abuso de autoridad y represiones por parte de las fuerzas de seguridad debemos repudiarlas y combatirlas, y levantar un programa alternativo de nuestra clase para orientar la lucha y organizar la cuarentena que exige una acción coercitiva que el gobierno es incapaz de hacerle cumplir a los capitalistas. Por eso la misma debe ser garantizada por los trabajadores a través de protocolos fabriles, sanitarios y comités barriales.