Una respuesta a Juan (“Capitanich”) García

Escribe Jorge Altamira

Tiempo de lectura: 19 minutos

Prensa Obrera ha publicado, contra nuestra Tendencia, un artículo que se inscribe en una línea de infantilismo de izquierda, que pone un signo igual entre cuarentena y militarización del estado y entre esta militarización y el desarrollo imparable de un estado totalitario. Dentro de esta misma bolsa, Pitrola asegura que se ha instalado un estado de sitio no declarado. Estas elucubraciones explican que Juan García (de aquí en adelante lo llamaremos ‘Coqui’) convoque a una “rebelión popular” contra la cuarentena. Para información de los lectores, García se ha ganado para siempre el alias de “Capitanich” desde que negoció con el gobernador del Chaco el aporte del legislador de la provincia del Partido Obrero (fracción oficial) al quórum necesario para aprobar el Presupuesto 2020, en nombre, claro, de la ‘independencia obrera’. Dado el centralismo de “un solo puño”, del que se jacta el aparato de nuestro partido, no podría haber actuado de esa manera sino por orden de sus mandantes. Estos ya habían votado antes la ‘emergencia alimentaria’ pactada entre FdeT y JpC (no así Izquierda Socialista), y luego le darían el quórum a la reforma de las jubilaciones judiciales especiales que el FMI ya le había reclamado a Macri, un año antes.

Coerción estatal, democracia y "estado policial"

“Para Altamira, dice el ‘Coqui’, no está en juego en la situación actual el desarrollo de un Estado policial ni de excepción, que estaría bloqueado en la Argentina por las numerosas movilizaciones populares contrarias a la reinserción del ejército en la seguridad interior o el perdón a los genocidas. La denuncia al gobierno debería ser, entonces, exclusivamente, por ir capitulando progresivamente a los reclamos de la burguesía en favor de un levantamiento de la cuarentena”, resume Coqui, a su modo, la posición de la Tendencia del Partido Obrero.

Este ‘Coqui’ no presenta honestamente nuestra posición: nuestra Tendencia ha presentado un programa de acción internacional para la clase obrera en esta nueva etapa de crisis social y política abierta por la pandemia. En ningún lado, en ninguno, hemos apoyado la política de cuarentena de la burguesía, y hemos sido los únicos que hemos caracterizado qué conlleva la coerción estatal. El apoyo a la burguesía se lo ha dado la fracción oficial del PO en la Legislatura chaqueña y en el Congreso nacional. No solamente hemos advertido que la cuarentena viene acompañada como hermanos siameses de la coacción estatal; también hemos subrayado que no existe la cuarentena sin coacción estatal, en tanto que la cuarentena es la restricción de la libertad de movimiento de las personas sea en un estado capitalista como en un estado obrero – claro que aplicada con un contenido de clase y métodos diferentes y antagónicos. Rechazamos que se ponga un signo igual entre coacción estatal y estado policial, porque la coacción estatal es inherente a la propia democracia capitalista. Rechazamos, como una simplificación infantil, que en Argentina se haya establecido un estado policial o que marchemos, a partir de aquí, a un régimen concentracionario a nivel mundial. Llamamos a desarrollar un método obrero en el terreno creado por la cuarentena, como una etapa de transición, en vista a una salida obrera y socialista, porque la cuarentena es un período acentuado de lucha de clases, ya que pone en juego, no sólo las condiciones de vida de las masas sino la salud y la vida de ellas. No convocamos de ningún modo a una rebelión popular contra la cuarentena, y calificamos a ese planteo de aventurerismo putchista, incluso si no es más que demagogia de corrientes dispuestas a colaborar con la burguesía en el terreno parlamentario.

El aparato estatal es incapaz de aplicar esta coacción estatal de forma ‘pacífica`, incluso si lo intenta. La lucha de la clase obrera por sus reivindicaciones, bajo la cuarentena, enfrentará la represión del estado y el espionaje, en forma más o menos mayor que en la democracia. La represión no es igual a estado policial, que es un régimen político concreto – es compatible con la democracia burguesa más desarrollada, como lo prueban, por otra parte, la cadena de guerras imperialistas que ha desatado y desata. La Panamericana, el gatillo fácil y el Proyecto X han mostrado que la represión es un recurso corriente de la ‘democracia’, como el asesinato de nuestro compañero Mariano Ferreyra. Decimos también: entre la democracia y el estado policial no hay solamente una diferencia de régimen político – hay también una diferencia de etapa, pues para imponer un estado policial tendrá que propinar una gran derrota a las masas. Posdata: el aparato del PO como el FIT en su conjunto, se negó, durante dos años, a luchar por echar a Macri, y ahora plantea una rebelión contra la cuarentena, disfrazada de rebelión contra un estado policial. Bien mirado, se trata, sin embargo, de un intento de diferenciación verbal contra el kirchnerismo, con vistas a las elecciones de 2021, porque, en los hechos, ni la fracción oficialista ni el FIT preparan ninguna rebelión popular contra nada.

Contemos que uno de los principales filósofos políticos que ha desarrollado este tema del “estado de excepción”, en el marco de regímenes democráticos, nos referimos al italiano Giorgio Agamben, se opuso en forma terminante a la declaración de una cuarentena en su país, porque era para él un paso hacia el estado policial. Con más nitidez que nuestros compatriotas, puso un signo igual entre el aislamiento social, de un lado, y el gobierno de los servicios, la policía y el cyberespionaje, del otro. Para Agamben, la cuarentena impuesta en Italia era sólo un pretexto, ya que el índice de mortalidad, que afectaba solamente al 4% de los infectados, no la justificaba. Compartía, quizás sin saberlo, la opinión de Bolsonaro, que en forma más grosera declaró que el número de muertes por accidentes de auto no justificaba cerrar la industria automotriz. Boris Johnson, ahora en terapia intensiva, opinaba lo mismo hace algunas semanas, con una justificación más científica – su equipo de asesores médicos aseguraba que la expansión del virus desarrollaría la inmunología necesaria contra la epidemia, a costa, es cierto, de un número de muertos que juzgaba admisible (y en el cual no se incluía). El inglés y sus asesores, que son la variante británica del anarquismo o trotskismo liberal, tuvieron que meter violín en bolsa en menos de lo que canta un gallo, cuando el índice de mortalidad se disparó al 10 por ciento. ¿Qué pasó entretanto con Agamben? Pues que esta eminencia teórica no volvió a abrir la boca, desapareció del escenario literario. La ecualización entre cuarentena innecesaria con estado policial inevitable resultó un fraude. Para no irnos tan lejos en la geografía, Néstor Pitrola aseguró que Argentina, ya bajo Macri, marchaba a un estado de excepción, precisamente cuando el gobierno del nené de papá se hundía en la catástrofe económica y política. Trotsky acuñó una fórmula ingeniosa para estos pensantes: sacan el paraguas en día de sol.

Cuarentena, fuerzas armadas, clase obrera

Altamira, según ‘Coqui’ García, avala la presencia militar. La deshonestidad de este provocador no tiene desperdicio, pero tampoco lo tiene su estrechez intelectual. Nosotros decimos algo que él no dice: la cuarentena ‘es’ coacción estatal; tenemos que militar en el campo de la cuarentena con la conciencia de lo que esto representa – la coacción del estado, que debe hacer cumplir disposiciones excepcionales a decenas de millones de personas. No caemos en el romanticismo de una cuarentena voluntaria en una sociedad surcada por violentos conflictos de clases, y con individuos de diferentes condiciones existenciales. No es casual que, después de los infectólogos, la pantalla de la televisión la ocupen los psicólogos. El texto de la mesa ejecutiva de nuestra tendencia dice textualmente: “La gestión de la coacción estatal está a cargo de un estado opresor. Ello vale para las prácticas policiales, de la gendarmería y, eventualmente del ejército. Todas esas arbitrariedades deben ser denunciadas y combatidas” (negrita mía) - en las condiciones sociales y políticas concretas de la cuarentena. Quienes se han opuesto a ella son Piñera, Bolsonaro, Trump, Macri, la UIA, etc.

Detrás de esta deshonestidad del ‘Coqui’ García hay una hipocresía de carácter político. Para él podría existir una cuarentena sin coacción estatal – libre y soberana. Esto no ocurriría ni en un estado obrero, que se empeñaría en desarrollarla en el mayor cuadro democrático. Los que levantan el espantajo del estado policial reclaman la centralización de la salud, como lo hacemos nosotros, con la diferencia de que ellos fingen ignorar que la estatización de la salud refuerza al estado, que no es otra cosa que un aparato de coacción. Una cuarentena se establece por ley o decreto, es decir por una imposición del estado. Los anarco liberales critican a la cuarentena porque atenta contra la libertad individual. Exactamente. Cuando Coqui denuncia a nuestro texto como “estatista”, se alinea con Trump, Johnson y el cabelludo Milei, que reclaman el levantamiento del aislamiento social coercitivo que impuso el decreto del gobierno, y que, nuestros críticos fingen ignorar, afecta al libre movimiento de los capitales, incluida la fuerza de trabajo que es explotada por ese capital. Es precisamente por esto que las patronales proceden a despedir en forma masiva – porque no quieren remunerar a una fuerza de trabajo que no existe como tal, porque debe quedarse en casa. Este es uno de los grandes conflictos de clase de la cuarentena, que los trabajadores deben responder con un gran plan de acción. La represión policial, en la mayoría de los casos, aparece cuando los obreros quieren hacer cumplir la cuarentena a las patronales, mientras el infantilismo de izquierda ataca la cuarentena estatal, como hacen esas patronales. Las cámaras empresarias exigen que se levante la cuarentena, o sea levantar la obligación de mantener cerradas algunas industrias y los bancos, sin dejar de pagar los salarios. No ha salido ninguna ley que exima a las patronales de pagar los salarios o las autorice a despedir por causa de la cuarentena, porque obviamente una cuarentena de este tipo es inviable. Las patronales suspenden, despiden y rebajan salarios, violando la cuarentena, amparados por las generales de la ley de la propiedad privada de los medios de producción – como ocurre en cualquier democracia. Contra los despidos, suspensiones y rebajas de salarios, el movimiento obrero debe defender la cuarentena y obligar a las patronales a que la cumplan.

Es una característica histórica de nuestro partido y hasta un estilo de nuestra literatura llamar a las cosas por su nombre, algo que el aparato oficial no podrá reivindicar nunca para sí, porque para ello hay que saber hacerlo. La cuarentena comporta un régimen especial de coerción estatal. Si queremos la cuarentena tenemos que advertir que viene envenenada por el carácter del Estado que la aplica. Una línea de acción de la clase obrera debe partir de esta contradicción. Nuestra Tendencia la pone en palabras. Lejos de llamar a una rebelión popular contra la cuarentena, que no sería acompañada por las masas, debemos luchar por imponer un programa obrero a la cuarentena – si se quiere, por una cuarentena obrera y socialista. En estos términos hay que desenvolver la lucha política, la lucha por el poder.

Cuarentena, estatismo y privatismo

El documento de nuestra mesa ejecutiva tiene una gran importancia estratégica. El infantilismo de izquierda, en cambio, emparenta la situación actual a la previa a la dictadura militar o incluso a la dictadura misma. Estamos ante un desatino. La defensa de derechos y conquistas de los trabajadores bajo la cuarentena prepara a la clase obrera, mediante la agitación y la acción, a encarar la crisis de poder que no podrá dejar de emerger como consecuencia de las contradicciones de esta cuarentena y del derrumbe capitalista en su conjunto.

Para García-Capitanich habría un giro “estatista” en nuestra Tendencia. No es un giro. El Partido Obrero siempre ha distinguido los diversos ‘estatismos’ que atraviesan a los regímenes políticos capitalistas. El estatismo de una semicolonia no es el estatismo de un país imperialista. Coqui sufre de daltonismo político. Estamos, con una posición política independiente, con la posición de mantener la cuarentena y profundizarla (‘estatismo’), contra el gran capital que la quiere levantar (‘privatismo’), poniendo en riesgo la salud y la vida de los trabajadores. ¿En dónde quedó el slogan ‘nuestras vidas valen más que sus ganancias’? En realidad, no se trata de que “valen más” sino que son incompatibles con el capitalismo.

El mismo que arregló con Capitanich el quórum en Chaco, dice que somos partidarios de la “unidad nacional” con la burguesía. Nuestro Coqui siempre se ha caracterizado por una tendencia al ridículo, pero ahora la puede asumir sin que nadie se la observe. Nunca explicó las razones espurias del pacto con el Coqui original, que ha quedado como una lápida para nuestro partido en la provincia. Este individuo destruyó en instantes un largo esfuerzo para imponer a Aurelio Díaz como diputado provincial.

“Capitanich” García sostiene que “no es necesario involucrar al ejército, como está haciendo el gobierno (…)” porque el reparto de alimentos podría realizarse “a través de instituciones estatales y sociales”. Ahora resulta que el anti-estatista reclama la intervención de “instituciones estatales”, como por ejemplo las que negociaron la compra de alimentos con sobreprecios. De otro lado, ni se ha dado cuenta de que embellece al ejército, del cual dice que reparte alimentos, en lugar instalar pelotones de fusilamiento. De cualquier modo, la intervención de otras “instituciones estatales” no cambia la esencia de la cuestión, a saber, que debemos luchar en el campo de la cuarentena por un programa de acción de los trabajadores, y de ningún modo llamar a rebelarse contra ella. Si fuera consecuente con su planteo, García debería denunciar al hospital de campaña instalado en Campo de Mayo, en instalaciones del Ejército, y reclamar su desmantelamiento.

El infantilismo izquierdista pasa por alto que el ‘estado policial’ está liberando presos sin condena para evitar una tragedia carcelaria. La irrupción de una pandemia condiciona a todas las clases sociales, incluida a la burguesía; Marx ya había observado que la difusión de enfermedades propició la sanción de leyes de protección del trabajo. Conclusión: hay que militar dentro de la cuarentena con un programa obrero, desarrollar los términos de una alternativa socialista. En esta lucha de clases peculiar, bajo la pandemia, se prepara la mayor confrontación histórica del proletariado con la burguesía desde la última posguerra. La historia del estado policial, de excepción o apoyado en bayonetas es una simplificación infantil y un petardismo que, entre parlamentaristas fanáticos, no llega ni al grado de tentativa.

Deducir la tendencia a un estado policial del reparto de alimentos por parte del ejército raya la idiotez. La Otan acaba de reconocer que la pandemia se ha extendido a las fuerzas armadas bajo su mando, en especial en Afganistán. Trump contempla retirarse en forma unilateral de allí, aun cuando el acuerdo con los talibanes está naufragando. Los cuarteles son un espacio ideal para el contagio masivo. A su modo, para nada revolucionario, el Covid-19 se la está haciendo difícil al estado policial o de excepción que fantasean los infantilistas. Es cierto, sin embargo, que siempre hay que considerar a cada país en su peculiaridad – Argentina no es Hungría o Filipinas, donde el estado policial está instalado desde mucho tiempo antes de la pandemia, y no debemos descartar que se quiebre por el impacto política de la pandemia.

Etapa y régimen político

Para determinar la tendencia de un período político, no es suficiente la presencia de una tienda militar de campaña, un soldado en La Matanza, la ‘progre’ Frederic auspiciando el cyberespionaje, o Berni reprimiendo una lucha obrera. Se necesita una caracterización de conjunto, que incorpore el derrumbe de la economía mundial, la crisis de régimen político en los países más importantes y las rebeliones populares que prosiguen bajo la cuarentena, adaptadas a las nuevas circunstancias. La fracción oficial del PO se caracteriza por los giros impresionistas: pasó del ‘planchazo’ de las masas hasta la rebelión chilena, a ver rebeliones por todos lados, y pasarse ahora al estado policial y a un futuro concentracionario. El golpe social asestado por la pandemia se va traduciendo a la realidad política en forma desigual. Ha suscitado un desvío, como no podía ser de otra manera, que modifica la forma de la rebelión popular, no la tendencia. La crisis de los regímenes políticos se ha acentuado; los gobiernos, con alguna que otra excepción, se han debilitado.

Si alguien quiere caracterizar a AF como bonapartista, deberá tomar algunas precauciones, y decir de qué clase de bonapartismo está hablando. AF gobierna en la compañía diaria de veinticuatro gobernadores con peso disímil. Está asistido por una vicepresidenta pretoriana. Concierta con la mayoría de la oposición. El Congreso está vaciado por acuerdo de bloques, aunque funcionan casi todas las legislaturas. El desorden administrativo es mayúsculo; todas las fuerzas de represión juntas no pudieron impedir las colas de adultos mayores ni el fraude en las compras estatales. Los retenidos por violar la cuarentena han quedado a disposición judicial. Es un gobierno en cuarentena; por eso ha evitado la declaración de un estado de sitio, temiendo caer en el aventurerismo. El ‘bonapartismo’ de AF se reduce a este desparpajo.

Los que dicen, como Pitrola, el amigo del estado de excepción, que estamos ante un estado de sitio de hecho, deberían abstenerse de volver al parlamento – desprecia la diferencia con el estado de sitio real que cancela los derechos y los recursos constitucionales vigentes. El gobierno tampoco tiene recursos fiscales, está supeditado a los acreedores internacionales y el FMI. Está a las puertas de una bancarrota descomunal. Del lado de los trabajadores crece la deliberación – desde los hospitales a las comidas rápidas, a la industria; en todos lados se pelean protocolos, el empleo y salarios. La transición que ha abierto la pandemia y el derrumbe económico sin precedentes que la acompaña (diez millones de desocupados en tres semanas en Estados Unidos), anuncia una inaplazable confrontación de clases de alcance internacional.

Cuando un grupo de gobernadores e intendentes reclamaron la declaración de un estado de sitio, el gobierno lo descartó por sus consecuencias políticas imprevisibles. Se quieren ver rebeliones populares latentes allí donde hay un reclamo para aplicar la cuarentena de forma más estricta. La cuarentena K explica los índices positivos que recibe AF en las encuestas de opinión.

La estafa política mayúscula de “Capitanich” García se ve en que… ¡Prensa Obrera titula su último número “Atentan contra la cuarentena”! Dos días antes, el concejal Gabriel Solano había definido a un levantamiento de la cuarentena como una posible “tragedia sanitaria”. Coqui nos critica, en cambio, por no alentar la rebelión popular contra la cuarentena. En un discurso en la Legislatura, Solano reclamó más intervención del Estado, no menos. Todo esto confirma lo que siempre hemos dicho -el aparato no tiene otra ideología que su auto preservación, fuera de eso se contradice a cada paso - los argumentos se acomodan a cada ocasión... El “Milei trosko” abandonó por unos minutos su antiestatismo liberal para pasarse al campo del estatismo furibundo. Digámoslo con claridad: se trata de un plagio de las posiciones de la Tendencia, que fue la primera en reclamar una aplicación CONSECUENTE de la cuarentena, denunciar su relajamiento por parte del gobierno FF y señalar que esto requiere un programa y un plan de acción de la clase obrera.

La posición del Coqui contra la aplicación consecuente de la cuarentena por parte del estado es la de Trump y Bolsonaro, a quienes Prensa Obrera no pierde oportunidad de calificar de engendros fascistizantes. Ambos son radicalmente contrarios a la aplicación de la cuarentena obligatoria; ¡serían los únicos adversarios del estado policial! Sin embargo, no se trata de los delirios de dos inescrupulosos sino una definición política: solamente las “fuerzas libres” de la sociedad y del mercado podrán derrotar a la pandemia. Coqui y Yamil Santoro podrían tomarse un café para celebrar esta nueva coincidencia.

Pandemia, estado burgués y estado obrero

El gobierno es incapaz de asegurar la cuarentena obligatoria debido a los límites propios de su naturaleza de clase. Ha cedido reiteradamente a la presión de los grupos capitalistas, autorizando numerosas “excepciones” a la industria, haciendo la vista gorda frente a un reguero de despidos, suspensiones y recortes salariales, con la complicidad de la burocracia sindical; capitulando ante los capitalistas sanitarios y de la industria alimenticia. En segundo término, el estado capitalista dispone, para aplicarla, de la misma policía y las mismas fuerzas represivas usadas por la democracia. Frente a esto, insistimos, es necesario dotarnos de un plan de acción, desarrollar la organización de la clase obrera en las fábricas y en los barrios para asegurar la cuarentena, elaborar un programa y un método frente a la coacción patronal que pretende violar la cuarentena o someter a los trabajadores al riesgo de la infección.

En nuestra propaganda, hemos señalado que un gobierno obrero también aplicaría la coerción para asegurar el cumplimiento de la cuarentena, con sus propios métodos de clase. La respuesta de Coqui a esto es francamente bizarra: “la comparación de la coerción ejercida actualmente con la que ejercería un Estado obrero no corresponde, porque el Estado obrero es la coerción de las mayorías sobre la minoría, la burguesía o la contrarrevolución”. En primer lugar, esto es históricamente falso, porque el gobierno soviético se convirtió en minoritario en un período relativamente breve, justificando su derecho a gobernar en que era el guardián de una gran revolución. En segundo lugar, sería una torpeza que el Estado obrero aplicara la coerción contra “la minoría, la burguesía o la contrarrevolución”, encerrándola en su casa, porque la pandemia afecta a las mayorías. Coqui dice que el “control social por parte del ´Estado obrero´ es una posición propia del estalinismo, no del bolchevismo”, lo cual es cierto en términos de programa, pero no para enfrentar catástrofes climáticas o pandemias. Como veremos más adelante, para nuestro censor no existe la crisis sanitaria, solo existe la crisis del capitalismo.

Coqui avizora rebeliones populares –¡“la perspectiva de rebeliones populares está más presente que nunca”!-, o sea que propicia una rebelión popular contra la cuarentena, no por hacerla más estricta, y para obligar a la clase dominante a cumplirla y pagarla. Esta ‘rebelión popular’ es un llamado a la provocación. Lo prueba lo que sigue: “¿Llamamos a los obreros despedidos a ocupar las fábricas o le decimos al Estado que aplique la capacidad coercitiva de modo consecuente mandándoles la Gendarmería?” Imputar que propiciamos la represión de los trabajadores por parte de la gendarmería es propia de un canalla. En defensa de una aplicación consecuente de la cuarentena, lo que significa proveer los medios de vida para quienes debemos cumplirla, la ocupación de fábricas es precisamente lo que no figura en ninguna de las declaraciones de la Coordinadora Sindical Clasista, de la fracción oficialista del PO, ni del FIT. El Coqui usa los recursos polémicos de un provocador.

Quiénes son los defensores de la “Unidad nacional”

El extremo de toda esta provocación es presentar a Altamira y a la Tendencia como promotores de una “unidad nacional” con la burguesía. Para ello, el imbécil recorta y pega frases para tergiversar nuestras posiciones, lo cual lo pinta como un delincuente político.

Coqui Capitanich cita lo siguiente: “´alentar una rebelión popular en las circunstancias actuales sería más que un error´ (Altamira). Pero si ´el colapso sanitario y social desnuda los límites del capitalismo y su Estado para defender la salud y la vida de los trabajadores´, entonces ¿por qué no alentar rebeliones? La respuesta viene en esta frase: ´el desastre se presenta ante la población como una gran crisis colectiva, que exige un empeño general y unificado para afrontarla´”. La cita es falsa.

Nuestra declaración dice lo siguiente:

“La equivocada presentación de una ´unidad nacional´ que tiene por finalidad organizar un estado policial y la militarización del país viene acompañada, en el planteo del compañero [se refiere al compañero Iván, con quien polemiza], de lo que sería una rebelión popular en ciernes; una Argentina en vísperas de una guerra civil. Alentar una rebelión popular en las circunstancias actuales sería más que un error. Para que se dé una perspectiva de rebelión, la crisis tendrá que evolucionar en su dimensión sanitaria y social, por un lado; por el otro, las masas deberán atravesar la experiencia política que tienen por delante y asimilarla en forma revolucionaria. El colapso sanitario y social desnuda los límites del capitalismo y su Estado para defender la salud y la vida de los trabajadores. Contradictoriamente, el desastre se presenta ante la población como una gran crisis colectiva, que exige un empeño general y unificado para afrontarla. La coerción estatal es admitida y hasta cierto punto reclamada, y la violación de la cuarentena es rechazada. Los abusos y arbitrariedades son denunciados ante la justicia y objeto de denuncias y repudios en las redes. Los compañeros deberían leer con atención el artículo publicado en Política Obrera sobre el control obrero en la localidad de Colonia Santa Rosa, donde los trabajadores y vecinos autoconvocados admitieron incorporar a los ´comités de vigilancia´ un solo policía – de tránsito. La militarización en medio de una pandemia no sólo sería exponer a las fuerzas represivas al repudio político del pueblo, sino al contagio.”

“El ultimatismo izquierdista está provocando un daño político a la izquierda, que es vista ajena a la realidad e incapaz de ofrecer un programa de acción ajustado a las circunstancias y al período político en general – salvo para proponer que se reúna el Congreso nacional. Este Congreso es el que sale más devaluado políticamente a esta altura de la crisis.” (“Un gran equívoco político”, Política Obrera).

La cita completa rechaza lo que nos imputa Coqui, por eso la mutila; es el procedimiento de un macaneador. Por otro lado, el concejal Solano reclama MÁS coerción, MÁS cuarentena, MÁS intervención del Estado, no menos. Solano y Prensa Obrera han dejado al Coqui como un charlatán.

Quien sí ha hecho aportes concisos y verificables a la “unidad nacional” ha sido el aparato del Partido Obrero, con la aprobación de la “emergencia alimentaria”, llamando a Macri a “gobernar hasta el final de su mandato” (Belliboni), y aportando quórum para el avance de la destrucción de los llamados “regímenes especiales”, reclamada por el FMI. Y, por supuesto, el episodio del Chaco, que involucra directamente a “Capitanich” García.

El carácter de una crisis excepcional

Pero el fondo de la cuestión es el siguiente. Coqui niega la singularidad de la presente crisis. Rechaza que la pandemia ha privado al capital de la fuerza de trabajo, que necesita acogerse a un aislamiento social. Este hecho excepcional cierra cualquier salida a la crisis capitalista, porque ningún rescate financiero del estado puede poner en marcha a la fuerza de trabajo. Por eso los despidos en Estados Unidos han alcanzado los siete millones de trabajadores en apenas dos semanas. ‘Si no te puedo explotar, te echo’ - dice el capital. Esta es la razón por la que Trump se opone a la cuarentena, porque una cuarentena coercitiva supone el derecho del trabajador a la licencia paga por enfermedad por un tiempo indeterminado. El cambio que ha introducido la pandemia en el metabolismo capitalista es simplemente ignorado por el conjunto de la izquierda democratizante. No advierte entonces las dimensiones catastróficas que ha asumido la crisis capitalista. El estado no puede reactivar la producción mediante el subsidio a la demanda, sea de consumo como de inversiones, porque no puede poner en marcha el mecanismo de la producción en ausencia de la fuerza de trabajo. El capital no sólo necesita acabar con las cuarentenas sino con la pandemia misma, de lo contrario el recurso a una suerte de trabajo forzado impondrá en las masas la necesidad de una rebelión popular. Cuando el Coqui dice que “Altamira sacó al desarrollo del capital de la naturaleza”, no sabe de lo que habla: sólo nuestra corriente ha explicado esta crisis con un método “histórico-natural”. Para Coqui la pandemia es sólo “un detonante” de la crisis capitalista, algo que dice todo el mundo, sin precisar que no lo es como lo fue la crisis hipotecaria-bancaria de 2007/8, sino una crisis de la fuerza laboral del capital, es decir del capital mismo.

Para que la pandemia pueda ser caracterizada como un fenómeno causado por el capital, habrá que investigar la relación de la pandemia con la embestida del capital contra el medio ambiente, como el factor eminente de la serie de epidemias de los últimos decenios. “Capitanich” García se indigna porque afirmamos que la pandemia “no está engendrada directamente por las leyes del movimiento del capital”, pero no demuestra cómo es que “las leyes del movimiento del capital” “engendraron” el patógeno de un murciélago transmitido al humano a través de una sopa exótica en la ciudad de Wuhan. La Tendencia del Partido Obrero ha sido la única que ha expuesto consecuentemente el entrelazamiento entre la pandemia y la crisis capitalista que, digamos de paso, la izquierda en general ha ignorado por completo, en su ‘lucha’ contra el catastrofismo. Si un meteorito cayera sobre la tierra, podrían decirse muchas cosas acerca de cómo la organización social preexistente asimila su impacto devastador, pero no podría decirse del mismo modo que ésta lo hubiera “engendrado”. En definitiva, la crisis mundial presente ha sido desatada por una crisis excepcional de la fuerza laboral del capital, atacada por una epidemia que no se ha podido todavía controlar. Esto altera la salida de la crisis en términos muy definidos, porque requiere poner en pie de nuevo a la fuerza de trabajo, y porque la lucha contra el capital debe darse en el terreno de la pandemia y el aislamiento social. Nadie ha advertido, creo, que el aislamiento social como reivindicación obrera se encuentra en contradicción con la premisa más importante de una revolución, que es la concentración social del proletariado. Por eso debemos abordar la lucha de clases en un terreno que tiene peculiaridades mayores. El capital, a través de despidos masivos y una reestructuración de las condiciones de producción y trabajo, apunta a que cuando la pandemia sea dominada, la subordinación de la fuerza de trabajo al capital alcance el mayor grado histórico.

Coqui tiene una deuda sin saldar: por qué, en la legislatura del Chaco, el diputado del PO salió del recinto y luego volvió a ingresar para rescatar la caída de la sesión que daría lugar a la aprobación del presupuesto, “estructuralmente ligado al pago de la deuda”.

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