Escribe El Be
Las ‘misiones humanitarias’ de Biden y Putin, y de la ONU y la OTAN.
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Las autoridades estatales han registrado más de 17.000 muertos, 65.000 heridos y 300.000 desplazados como consecuencia de dos potentes terremotos que azotaron el lunes al sudeste de Turquía y al noroeste de Siria. Las cifras, por supuesto, son parciales y aumentan día a día mientras los rescatistas y la población en general se encuentran buscando víctimas y sobrevivientes.
El primer sismo tuvo una magnitud de 7,8 y se produjo en la madrugada del lunes al sur de Turquía. “La magnitud cuantifica la energía que se libera en el sismo, explica a Clarín Stephen Hicks, sismólogo del University College de Londres”. La réplica de este terremoto, que suelen tener menor intensidad, tuvo una magnitud muy similar (7,5), lo cual suele ocurrir sólo en el 10 % de los casos (Clarín). El grado de cercanía que el terremoto tuvo con la superficie terrestre fue de sólo 18 kilómetros, lo cual lo hizo aún más devastador.
Las consecuencias humanitarias del terremoto, sin embargo, fueron superiores en comparación con otros sismos de mayor intensidad y magnitud. El 7,8 quedó muy por detrás del terremoto de Japón que tuvo una escala de 9 (2011) o el de Chile de 1960, que llegó a 9,5. Un factor clave para entender el nivel en que se vio afectada la población siria y turca es el estado de fragilidad en que se encontraban muchos edificios. Las normas de construcción en Turquía y Siria no contemplan las construcciones antisísmicas.
Por ese motivo, las ciudades más afectadas por el sismo, en términos humanitarios, no fueron las más cercanas al epicentro de los temblores, sino las menos preparadas para ellos. Es el caso de la ciudad de Iskenderun, ubicada en la provincia turca de Hattay al extremo sureste del país, que, estando a 150 kilómetros del foco sísmico, fue la más afectada, con una destrucción total de los edificios. La ciudad se convirtió, desde el lunes, en un gigantesco terreno baldío donde toda la población (250.000 habitantes) duerme en las calles, con temperaturas bajo cero. Esta situación se extiende, en distinto grado, a las 10 provincias turcas afectadas por los terremotos.
En todas partes, los sobrevivientes encuentran cada vez más dificultades para cubrir sus necesidades básicas. Muchos barrios se encuentran sin agua, sin luz y sin la posibilidad de acceder a un sanitario. El recurso de muchos ciudadanos, durante los primeros días, de calentarse en sus autos, se agotó por la escasez de gasolina. Tampoco hay alimentos. No se consigue ni pan ni leche para los niños. Las tiendas están cerradas. Los supervivientes debieron buscar comida y refugio por sí solos. Hubo saqueos en numerosas ciudades. Las pocas panaderías abiertas cuentan con largas filas en sus puertas. La población denuncia ante los medios que la responsabilidad por esta situación recae en el gobierno del presidente Recep Erdogan.
“¿Dónde están las carpas, dónde están los camiones de comida?”, reclamó un ciudadano de Antakya. “Aquí no hemos visto ninguna distribución de alimentos, a diferencia de catástrofes anteriores de nuestro país. Sobrevivimos al terremoto, pero aquí moriremos de hambre o de frío”, asegura un testimonio recogido por La Nación. En otras regiones nunca han llegado los rescatistas y las tareas de rescate debieron ser llevadas adelante por los propios vecinos, que carecen de los conocimientos necesarios.
El gobierno intentó, durante los primeros, días ocultar esta situación. El presidente de la Media Luna Roja, Kerem Kinik, había asegurado el mismo lunes que “no hay ninguna región a la que no hayan podido llegar los servicios de rescate”. La población desmintió estas afirmaciones: “estamos abandonados”, dijo a los medios un joven turco. En Gaziantep, otra de las ciudades más afectadas, los vecinos denunciaron que no llegó un solo rescatista durante las primeras 12 horas posteriores al desastre. “Es demasiado tarde. Ahora esperamos a nuestros muertos”, afirmó una mujer a un medio turco. “Sin equipos de rescate en varias zonas, algunos contemplaron impotentes cómo sus familiares atrapados pedían ayuda hasta que sus voces se apagaban” (La Nación).
Ya durante la mañana del martes, hubo protestas en diferentes ciudades –contenidas o reprimidas por la policía. Ante el aumento de las denuncias, el gobierno ordenó la detención de diferentes ciudadanos, bajo la justificación de que llevaban adelante “tergiversaciones y noticias falsas”. Erdogan también ordenó el bloqueo del acceso a Twitter, la red social por la que se estaban viralizando videos con las protestas de numerosos turcos y reclamos hacia el gobierno. La censura generó un repudio generalizado. La red social, además, era utilizada por personas que permanecían bajo los escombros para informar de su posición. El presidente turco llamó a la población a estar en guardia “ante los provocadores” y aseguró que perseguirá a quienes “intentan provocar caos social”. El mismo día, un fiscal de la ciudad de Estambul abrió una investigación penal contra dos periodistas que lanzaron críticas al gobierno.
Días después, el propio Erdogan debió salir a admitir las “deficiencias” del accionar estatal. "Por supuesto, hay deficiencias, es imposible estar preparado para una catástrofe así", dijo en una entrevista. Pero la población remarcó que el gobierno, en previsión a catástrofes, cobra el llamado “impuesto sismo”. Desde el sismo de 1999 se estableció esa tasa especial. La población pregunta en los medios “¿dónde están nuestros impuestos recogidos desde el sismo de 1999?”. Se estima que desde esa fecha el gobierno ha recaudado 88.000 millones de libras turcas (4.600 millones de dólares). Erdogan anunció en estos días que cada familia damnificada “recibirá 10.000 liras turcas (cerca de 500 euros)” y que lanzará “operaciones masivas de vivienda”.
El Washington Post recuerda que “la incompetencia y el fracaso del gobierno turco frente al terremoto de 1999 jugó un papel crucial en el debilitamiento de los predecesores de Erdogan y generó la apertura política para la llegada del AKP [el partido de Erdogan] en 2002″.
Los anuncios de las medidas del presidente turco fueron tomados con desconfianza, en medio de la campaña por los próximos comicios, a realizarse el próximo 14 de mayo. Erdogan busca mantenerse en el poder, luego de 20 años y cinco mandatos
La oposición denuncia que “si hay un principal responsable es Erdogan. Lleva 20 años sin preparar al país para un terremoto”. Las regiones afectadas cuentan con una numerosa población kurda, a uno y otro lado de la frontera con Siria. Erdogan lleva adelante una represión despiadada contra esa minoría nacional.
La falta de normativas para la construcción de viviendas en una región fustigada por sismos, denuncia otras cosas fundamentales. Un especialista afirma en el Washington Post que “Erdogan ha dicho repetidamente que la industria de la construcción es la joya de la corona de su economía, alentando tácitamente la falta de controles. Los grandes contratos del Estado turco siempre van a parar a los mismos amigos del gobierno. Que cada cual saque sus propias conclusiones”. Ante esta catástrofe humanitaria, por primera vez en 24 años, la Bolsa de Estambul cerró durante cinco días debido a un “aumento en la volatilidad y movimientos extraordinarios de precios después del desastre del terremoto”. Desde la Bolsa afirmaron que la situación actual “no permite una formación de precios saludable en los mercados”. Es que la especulación ha hecho lo suyo: los precios de las cementeras y otros rubros relacionados con la construcción se dispararon, con la previsión de que obtendrán ganancias fabulosas como consecuencia de los subsidios que el Estado destine a la reconstrucción.
Diferentes Estados que integran la OTAN se han puesto “a disposición” para socorrer a la población, enviando rescatistas y con aportes económicos. Este socorro no alcanza a Siria, debido a las sanciones que Estados Unidos impuso desde 2011 contra el gobierno del presidente Bashar Assad. El Ministerio de Relaciones Exteriores de Siria y la Media Luna Roja Árabe Siria pidieron que se levanten las sanciones contra el país.
La administración de Biden, sin embargo, afirmó que “sería bastante irónico, si no contraproducente, que nos acerquemos a un gobierno que ha brutalizado a su gente”. El único corredor humanitario aprobado por las Naciones Unidas entre Siria y Turquía (conocido como Bab al Hawa) quedó bloqueado por los daños que dejó el terremoto. La ayuda humanitaria depende sólo de las organizaciones no gubernamentales, las cuales tampoco logran organizar la ayuda.
La portavoz del Ministerio de Exteriores de China, Mao Ning, atacó a Estados Unidos por las sanciones y aseguró que “China decidió entregar a Siria ayuda humanitaria urgente por 30 millones de yuanes (unos 4,4 millones de dólares)”. La diplomática agregó que los militares estadounidenses continúan interviniendo las principales zonas petrolíferas de Siria, saqueando los recursos naturales.
Rusia, por su parte, que apoya al régimen del presidente Al-Assad, intentó bloquear en la ONU el ingreso de ayuda directa desde Turquía a las áreas de Siria que se encuentran bajo control de fuerzas islámicas, reclamando que fuera distribuida únicamente desde Damasco (capital de Siria).
Los Cascos Blancos, socorristas de las zonas de Siria, bajo el control de la población kurda (que no tienen ayuda del gobierno sirio) piden el acceso de equipos de rescate para salvar a personas atrapadas bajo los escombros. “Pedimos a la comunidad internacional que asuma su responsabilidad por las víctimas civiles. Necesitamos que los equipos internacionales de rescate entren en nuestras zonas”, declaró a AFP Mohammad Al Chebli, de los Cascos Blancos. Los rescatistas no tienen perros de rescate para poder ubicar a las personas atrapadas. “Es una verdadera carrera contrarreloj, la gente muere a cada segundo bajo los escombros”, aseguraron.
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