“Cristina vuelve” de la mano de los bancos

Escribe Jorge Altamira

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Como hemos explicado en estas páginas, el acuerdo de canje de la deuda del Tesoro en pesos firmado por Sergio Massa con bancos, aseguradoras y financieras, le ha puesto fin a la conjetura de que Cristina Kirchner pueda postularse como candidata a presidenta por el Frente de Todos para las elecciones de octubre. La garantía política de ese acuerdo es, precisamente, que quede excluida de una candidatura ejecutiva. CFK no cuenta con la ‘confianza’ de la banca ni del FMI, esto a pesar de haber respaldado un ajuste descomunal de los gastos sociales y de haber inflado la deuda pública en más de 100 mil millones de dólares, descontada la quita acordada con los acreedores de la deuda bajo legislación internacional.

El veto a la vicepresidenta, por parte de los banqueros, tiene un efecto más contundente que la prohibición de acceder a cargos públicos establecida en el juicio de Vialidad.

“Evitar el desastre electoral”

Es obvio que Massa no hubiera podido firmar ese acuerdo sin la venia de Cristina Fernández. Lo mismo que ocurrió cuando Martín Guzmán firmó el acuerdo con el FMI. La ex presidenta dejó de lado sus prejuicios ideológicos cuando advirtió, junto a todo el gobierno, que sin esos acuerdos no llegaba al final del mandato actual. Fogueada en una década de adhesión al menemismo, en un entusiasmo desmedido por las inversiones mineras en los glaciares y por los acuerdos secretos con Chevron, no ha tenido inconveniente en apoyar este acuerdo. El canje evita, por cierto, una corrida cambiaria y bancaria, pero evita también una quiebra en cadena, si no de bancos, sí de financieras y aseguradoras, y pérdidas significativas para los sobrevivientes. La caída de la convertibilidad, en 2001, desató una rebelión popular.

Pero como lo señaló, en un momento extremadamente duro, un espía soviético en la Alemania nazi, “no existen situaciones desesperadas sino personas que se desesperan en situaciones difíciles". El acuerdo con los bancos le ofrece a CFK la oportunidad de un retorno al ruedo político, aunque no precisamente por medio de “la lucha”. Con la posibilidad de una candidatura de Sergio Massa, el rescatista de las financieras, “Massa se convirtió en uno de los mayores defensores del modelo que eligió la vice para evitar un desastre electoral” (La Nación, 5/3). “El vínculo de Massa con factores de poder prorroga la sobrevida al gobierno (LN, 6/3). Cristina Fernández se apresta a disputar, en estas condiciones nuevas, la organización y el ordenamiento de las listas del Frente de Todos –si el FdT evita una ruptura”.

El espacio geográfico de la pelea es, principalmente, la provincia de Buenos Aires, donde ella podría presentarse como candidata a senadora –minioperativo clamor mediante. Hay en juego una mayoría de intendencias, concejalías y diputaciones; la gobernación quedaría para Axel Kicillof. Sergio Massa pondrá el cuerpo para asegurarse sus propios espacios, como es obvio, con la comprensión de que el éxito de su candidatura depende del electorado que las encuestas identifican como “kirchnerismo duro”. Tendríamos, en definitiva, un intento de repetir lo actuado en 2019, que los medios de comunicación califican como un fracaso, con Massa ocupando el lugar de Alberto Fernández y CFK retirada a un segundo plano o a operadora política rentada. La “Argentina Kirchnerista”, como fueron caracterizados los festejos del bicentenario, se desdibujan desde hace tiempo en el horizonte. El ‘spoiler’ de este relato es Alberto Fernández, quien quiere que haya PASO en el FdT, y que se postula para la competencia. AF cree ver también una oportunidad: pasar a apoyar la candidatura de Massa y valerse de las internas para avanzar los apetitos de la burocracia sindical, de la burocracia de Desarrollo Social y su propio núcleo porteño. Alberto Fernández creía, ya en 2015, que el kirchnerismo se perdía en la niebla.

El macrismo pierde iniciativa

El acuerdo con la banca ha sido, como habíamos anticipado, “un ataque a la línea de flotación del macrismo”. Las denuncias del macrismo al acuerdo han dejado en claro que pretendían una interrupción del mandato del gobierno, o sea un golpe de Estado. El gobierno enfrentaba renovaciones de deuda del orden de 12 billones de pesos desde junio hasta las elecciones. Tenía, además, el pago de intereses en dólares. En enero se pagaron 1.463 millones dólares en intereses –el 80 % corresponde a la deuda reestructurada. En 2022, se pagaron 7.630 millones de dólares (Clarín, 26/2). Un incumplimiento con la deuda que se acaba de postergar para 2024/5, habría hundido a la deuda extranjera. Massa le robó el escenario del refinanciamiento al macrismo y, con esto, la iniciativa política. Todo este episodio ha acentuado la crisis en JxC, que ha puesto en su contra a una parte significativa de la burguesía nacional. Advertido de esta situación, Clarín ha iniciado una campaña ‘destituyente’ contra el intendente Larreta, para plantar en forma inequívoca la candidatura de Macri. Los esfuerzos del embajador norteamericano para clausurar la ‘grieta’ se encuentran en un impasse.

La guerra, la pandemia, las crisis mundiales de deuda y las crisis de cadenas de producción, han alterado las posiciones tradicionales de la burguesía en numerosos países. El jefe de la industria de la Alimentación, Funes de Rioja, un tradicional librecambista, alienta ahora el comercio con el uso de monedas locales, o sea el comercio bilateral. Tiene en vista el mercado de la India, el tercer socio comercial de Argentina (LN, 5/3). No se ha pronunciado, como lo ha hecho el macrismo, contra el canje. La industria automotriz se jacta de la “recuperación”. Mientras el gerente de Pirelli practica el despido hormiga en la planta, anuncia un incremento de la producción para 2023. A pesar de la caída de venta de las propiedades, se registra un boom de la construcción privada, incentivada por el lucro en pesos que ofrece a inversores bloqueados por el ‘cepo’ cambiario. Las grandes empresas que tienen bonos en pesos en sus carteras se benefician con el acceso a reservas para importar a un precio baratísimo del dólar. Este conjunto de intereses pretende evitar un derrumbe de la deuda y una explosión financiera como busca el macrismo.

El cascabel de la devaluación

La falacia del plan ‘aguante’ de Massa, así como de todos aquellos que recurren al argumento repetido de que la deuda pública sería baja, es que la ‘normalización’ de los negocios requiere una devaluación, que es evaluada del 30 al 50 por ciento. De lo contrario, las importaciones resultan baratas y las exportaciones, caras, con el consiguiente perjuicio para las reservas. La diferencia del ciento por ciento entre el mercado oficial y el paralelo de cambios incentiva la inflación. La devaluación, sin embargo, llevaría al default de la deuda interna, que se encuentra indexada, como la externa, o sea a un colapso financiero tanto como político. El canje de deuda en pesos de vencimiento inmediato por otra que lo estira entre once y veinticinco meses, no resuelve la cuestión. El litio, la soja, el gas y el petróleo no serán exportados si se mantiene el cambio actual. Los mismos factores que el oficialismo ve como salida precipitan la devaluación. La necesidad de nuevos financiamientos plantea lo mismo. Por eso el canje tampoco ordena la campaña electoral, con una inflación anual de tres dígitos. Lo que estamos viendo es una confrontación en la burguesía con sus contradicciones y el temor a una rebelión popular.

La crisis de deuda ha dejado al desnudo la patraña de la consigna “luche y vuelve”, como ya ocurrió hace 50 años. Cristina Fernández retorna al ajetreo político por intermedio del apoyo que ha dado al canje, al ajuste y al FMI. El que ‘vuelve’ es Massa, el candidato derrotado en 2015; ella lo hace como auxiliar de a bordo. El retorno de Perón a la presidencia, por su lado, en 1973, desató una serie de purgas y golpes de Estado; la acción de los ‘grupos de tareas’; la re-militarización política de Argentina; y al final el golpe del 76.

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