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Las alertas mundiales por el derretimiento de la Antártida o la deforestación del Amazonas han caído sistemáticamente en saco roto.
Por lo primero, la humanidad está amenazada de sufrir grandes deshielos, en ambos polos de la Tierra, que elevaría los niveles de los mares inundando ciudades y regiones costeras (se estima que podría afectar hasta a más de mil millones de seres humanos). No el siglo que viene sino en poco tiempo más.
Según declaró a The Guardian el Dr. Will Hobbs, un experto en hielo marino antártico de la Universidad de Tasmania, Australia, “Todos deberían estar preocupados: el hielo marino antártico alcanza los niveles más bajos jamás registrados” (4/3).
En otro plano, la deforestación del principal pulmón verde del planeta, el Amazonas -pero también de bosques y yungas a escala global-, tiene ya consecuencias alarmantes. Hay quienes justifican lo anterior en la necesidad expandir la frontera agropecuaria a fin de satisfacer necesidades alimentarias de la humanidad.
El derretimiento de los Polos como la explotación despiadada del Amazonas son, en el primer caso, consecuencia directa del calentamiento global; en el segundo agrava este problema llevándolo a grado de catástrofe universal. El origen del fenómeno está en diferentes acciones, especialmente el uso de combustibles fósiles y otros procesos originados en la industrialización. Pero esas acciones no son fruto del azar, sino del modo de producción capitalista - la voracidad del capital por el lucro y la competencia privada.
Veamos un ejemplo. Acaba de descubrirse que “la moda mundial por el colágeno está vinculada a la deforestación brasileña” (ídem, 6/3). “Los vínculos entre la carne vacuna y la soja y la deforestación en Brasil son bien conocidos, pero se ha prestado poca atención a la industria del colágeno en auge, con un valor estimado de 4.000 millones de dólares. El colágeno se puede extraer de peces, cerdos y ganado. Sus usuarios afirman que la proteína puede mejorar el cabello, la piel, las uñas y las articulaciones, ralentizando el proceso de envejecimiento. Una investigación del Centro para el Análisis de Delitos Climáticos (CCCA) de Brasil descubrió que el ganado criado en granjas fue procesado en mataderos que atienden cadenas internacionales de suministro de colágeno. Parte de este colágeno se puede rastrear hasta Vital Proteins, propiedad de Nestlé, un productor líder de suplementos de colágeno bovino. La gama de colágeno de Vital Proteins se vende en todo el mundo” (ídem).
O sea que cuando se publicita que el colágeno es “el pegamento que mantiene todo unido” estamos ante un producto que nace de la destrucción de una fuerza productiva vital. He aquí la característica universal que tipifica la producción capitalista contemporánea.
Nestlé se defendió ante las acusaciones planteadas argumentando que garantizará que sus productos estén libres de deforestación para 2025. El colágeno bovino es un subproducto de la industria ganadera, que “en Brasil representa el 80 % de toda la pérdida de bosques amazónicos. Pero ´subproducto´ -dice el informe del CCCA- es un término engañoso. Los productos no cárnicos, de los cuales el cuero y el colágeno son los más valiosos, representan poco menos de la mitad del peso de una vaca sacrificada y pueden generar hasta el 20 % de los ingresos de las empacadoras de carne, según el USDA. La demanda de carne de res, cuero y colágeno ha provocado que cada vez más bosques hayan sido talados y reemplazados por pastizales en los últimos años, con tierras a menudo confiscadas ilegalmente” (ídem).
Según “Ricardo Negrini, fiscal federal en el estado brasileño de Pará que supervisa los compromisos climáticos de los procesadores de carne denuncia que el ganado a menudo se traslada de una granja a otra para diferentes etapas de crianza, por lo que una vaca nacida en tierras deforestadas puede engordarse para sacrificarla en un rancho de acabado ´limpio´”. Hecha la ley hecha la trampa.
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