Escribe Jorge Altamira
La primera potencia declara el estado de excepción financiero.
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El desplome accionario de la Bolsa de Nueva York el lunes siguiente a la toma del control del Silicon Valley Bank, por parte del Estado, obligó al Tesoro de Estados Unidos y a la Reserva Federal a anunciar la garantía a la totalidad de los depósitos de la entidad, por un valor de u$s 175.000 millones. La misma se extendió al Signature Bank, que también pasó al control estatal luego de que sus acciones se derrumbaran al inicio de la sesión. Signature Bank es una de las principales entidades de la industria de criptomonedas, con u$s 110.6 mil millones en activos y u$s 88.6 mil millones en depósitos. El sistema concentrado en cinco bancos, con u$s 13 billones en activos. La garantía de los depósitos del sistema bancario norteamericano es de hasta u$s 250.000; en el caso del SVB, casi el 90 % de los depósitos estaba por encima de ese monto. Este rescate constituye una admisión de que el conjunto del sistema bancario podría ser presa de una corrida. La garantía ilimitada de los depósitos implica que el régimen bancario de la primer potencia financiera del mundo ha sido puesto en un estado de excepción. Las consecuencias son sistémicas, desde la piedra libre para que los bancos se lancen a las operaciones más aventureras, hasta un privilegio al capital norteamericano en la competencia financiera internacional. Es, como diría el subsecretario de Sergio Massa, un “put”, o sea la garantía de que el Estado se hará cargo de las pérdidas privadas.
Al lado de esta garantía, el Tesoro y la Fed anunciaron “un programa de facilidades crediticias” a los bancos, con la garantía de los títulos públicos en su cartera. Estos títulos serían aceptados a su valor de emisión, en contraste con el valor de mercado del momento. Esta ´asistencia´ estatal es una ganga: los 24 principales bancos prestamistas que registra el KBW Bank Index tenían u$s 2.21 billones de bonos, a valor nominal, mientras su valor de mercado era u$s 1.91 billones, una diferencia de u$s 330.000 millones, que equivale al 22 % del capital. En el caso del Bank of America, los u$s 644.000 millones a valor nominal cotizan a u$s 528, un minus de u$s de 1.16 mil millones, que representan el 49 % de su capital.
Estas “facilidades crediticias” permiten superar un problema crucial en la presente crisis, que es la venta a pérdida de los bonos del Estado que los bancos tienen en cartera. La tenencia de títulos públicos por parte de los bancos norteamericanos era, en el tercer trimeste de 2022, de u$s 5.5 billones, su valor de mercado u$s 690.000 millones menos. Como consecuencia de la suba de tasas de interés, ha caído el valor de la cartera de títulos, que rinden tasas menores a las actuales. Los bancos enfrentan una grieta entre el valor de sus títulos con los emitidos con posterioridad por el Tesoro, a tasas de interés que han crecido regularmente entre el 0.25 % y el 0.50 %, y que deberán subir todavía más. En contraste, los bancos deben pagar más caros los depósitos, en especial cuando se trata de las corporaciones, que logran imponer esas mayores tasas de interés. Esta doble grieta, primero, entre el valor de libros de los títulos en los bancos y su valor de mercado y, segundo, entre la caída del valor de la cartera y el aumento del costo de los depósitos, fue el detonante que desplomó al SVB cuando quiso vender bonos para cubrir el retiro de depósitos.
Como es conocido, la Reserva Federal viene subiendo los tipos de interés para controlar la inflación; la inflación misma desvaloriza la tenencia de títulos del Estado. El tema es que el endeudamiento público y privado ha crecido en forma desmesurada como consecuencia de las grandes inyecciones de dinero a bancos y empresas, en la crisis de 2007/8, luego en 2010, más tarde con la pandemia. El volumen de dinero en circulación supera la demanda de inversiones. Los emprendimientos tecnológicos que negociaba el SVB se encontraban en el límite. “Las inversiones en nuevas empresas estadounidenses cayeron un 31 % el año pasado a u$s 238.000 millones”. En la industria de tecnología hay una onda de despidos masivos. En estas condiciones, los bancos han desviado a los títulos públicos el dinero que debía haber ido a la industria. El Estado se endeuda para canalizar el dinero privado, no es éste el que va en socorro de las finanzas públicas. El Banco Central de Argentina está lleno de Leliqs para canalizar un dinero abundante que fue creado en la cuarentena y, antes, para financiar la fuga de capitales, en lugar del crédito industrial.
El pasaje del dinero fácil a la falta de dinero no hace sino reproducir el ciclo del capital. La incorporación de China a la economía mundial desató un abaratamiento fenomenal de costos y de salarios, y con ello un proceso deflacionario y de sobreproducción. Los bancos centrales comenzaron a emitir dinero para contrarrestar la deflación; la tasa de interés llegó a ser menos cero. Ese dinero fue a la financiación hipotecaria y a la deuda pública. La bancarrota de 2008 produjo un cambio de ese ciclo económico, como lo revela la inflación de precios de mercaderías y la tendencia a la deflación de valores bursátiles, residenciales y deuda pública. La onda expansiva de la caída de SVB es una expresión de este cambio de ciclo: inflación y derrumbe de capitales ficticios.
“Las derivaciones de la quiebra de SVB se extienden alrededor del mundo, de Londres a Singapur”, señala el diario hongkongonés South China Morning Post. Los temores alcanzan a Canadá, India y China. “250 compañías británicas” llamaron al secretario del Tesoro, Hunt, a intervenir para evitar episodios de quiebra (Financial Times). No sólo por los bancos, sino por las compañías de tecnología, que ahora enfrentan una crisis de financiamiento encima de una recesión. El golpe es duro en Israel, que se ha distinguido como exportador de tecnología. Un diario asegura que la quiebra del SVC puede “barrer a las start-up de tecnología a nivel mundial”. Para la corresponsal de Clarín: “Temor y caos entre las startups tecnológicas que operan en Silicon Valley”.
Hay un fenómeno que refuerza esta crisis general y que es un producto genuino de ella: la crisis en las cadenas de producción. Se ha dado el caso de que algunas industrias de armamentos de Estados Unidos denuncien que el obstáculo para producir más municiones y armas letales contra Rusia es la dependencia de suministros del exterior, que florecieron durante el apogeo de la ‘globalización’ y el “just in time”. El fracaso del intento de la Fed para doblegar la tasa de inflación obedece al aumento de costos ocasionado por este fenómeno disruptivo. La relocalización de la industria sufre una crisis de financiamiento cuando las autoridades monetarias necesitan, precisamente, restringirlo. Un columnista del Financial Times escribió que la quiebra de SVB no era “el canario en la boca de la mina” que anticipa una explosión. Es probable que las quiebras bancarias no se concatenen como eslabones de una misma cadena, pero sí lo harán como consecuencia de un impasse sistémico de la organización capitalista, que ha dejado expuesta la mayor quiebra bancaria desde la del Washington Mutual, en 2008.
Por las peculiaridades del SVP para la asistencia a emprendimientos de tecnología a nivel mundial (tiene numerosas sucursales), su liquidación es muy compleja. La adquisición por parte de otro banco enfrenta las dificultades por las que pasa la industria y la falta de sinergia o complementariedad financiera. El negocio es un tejido de bancos, emprendimientos y capitales de riesgo. Es necesario más que la devolución de los depósitos a todos los clientes. La salida no está a la vista.
La estatización de los depósitos en Estados Unidos es un golpe político mayúsculo para el ‘relato’ capitalista internacional.