PTS: “Ancla´o en París”

Escribe Jorge Altamira

Tiempo de lectura: 6 minutos

Sin el menor sentido del ridículo, Izquierda Diario asegura que la izquierda argentina se enfrenta “a la prueba de la lucha de clases en Francia”. La primera impresión que causa el exabrupto es que sería una respuesta a las reiteradas acusaciones del aparato del PO oficial de que el PTS no “se planta”, que no estaría jugando ningún rol en la lucha de clases en Argentina y que da sistemáticamente la espalda al “movimiento piquetero”. La réplica de ID sería: ¡cómo que no luchamos, miren a París!

Es verdad que el PTS ha saboteado la construcción del movimiento piquetero desde mucho antes que se transformara en “organizaciones sociales”, administrando planes y pseudocooperativas de producción. En 2001/2, cuando la asistencia estatal a los desocupados era nula, los editores de ID desarrollaron una sistemática hostilidad hacia el movimiento piquetero que, como es conocido, jugó un papel eminente en el Argentinazo. El PTS excluía a los trabajadores desempleados del conjunto de la clase obrera “industrial”, convirtiéndolos en una tierra de nadie en cuanto a la carencia de una “subjetividad” proletaria. Luego pasaría a reivindicar las “empresas recuperadas” como forma superadora de organización social. Identifica la “fábrica sin patrones” con la organización socialista de la sociedad. La afirmación fantasiosa de que la izquierda de Argentina juega su destino político en Francia suena como un recurso adicional de la pelea facciosa en el FIT-U acerca de quién merecería encabezar las listas para las próximas elecciones. El FIT-U se ha roto en los comicios adelantados en Salta y algo parecido ocurre en Mendoza, donde va a unas PASO en medio de descalificaciones recíprocas de mayor voltaje que las habituales. Para agregar agua a lo mojado, en Salta se ha formado una alianza MST-PO oficial contra el PTS, mientras en Mendoza los términos se invierten: el PTS forma lista con el MST contra la del PO oficial.

En cuanto a “la lucha de clases en Francia”, el papel del PTS no podría haber sido más contrario a los intereses históricos de la clase obrera. Su grupo en Francia se instaló en el Nuevo Partido Anticapitalista para defender la construcción de “partidos amplios”. El NPA había nacido de la bancarrota política del trotskismo francés, que había renunciado a la estrategia de una revolución socialista. Con la incorporación de ecologistas, feministas, guevaristas, animalistas y cuanta rama identitaria estuviera dando vuelta por el Boulevard Saint-Germain, los promotores del NPA pretendían superar los límites electorales que adjudicaban al trotskismo (la Liga Comunista Revolucionaria y Lucha Obrera). Resultado: el NPA nunca obtuvo más del 25 % de los votos que la LCR y LO habían obtenido en 2002 –el 10 % del electorado-. El PTS intentó replicar el engendro galo en Argentina en 2018, cuando convocó a "tutti quanti" en la izquierda a formar un “partido amplio” para las elecciones de 2019.

Este "racconto" tiene mucho que ver con la rebelión popular en Francia, porque sin un partido revolucionario la acción histórica de las masas enfrenta una dificultad fundamental para dotarse de una dirección adecuada a los acontecimientos. Pero ese partido no nace de la inmaculada concepción, su desarrollo debe ser metódico. El NPA y los “partidos amplios” han sido una adaptación estratégica a lo que caracterizaban como un agotamiento de las perspectivas de una acción histórica independiente de la clase obrera. Durante su desarrollo, el NPA integró listas regionales con el partido Francia Insumisa, el mismo partido que hoy está totalmente jugado a la derrota de la rebelión popular. El PTS había hecho campaña furiosa a favor de candidatos del NPA, como Philippe Poutou, que enseguida pasarían a integrar esas listas de colaboración de clases. Poutou sirvió para un gran autobombo, como vuelve a ocurrir ahora. Para decirlo "tout court", la rebelión y las huelgas actuales prueban que el PTS no ha pasado “la prueba de la lucha de clases en Francia”.

El teorema de “la prueba de la lucha de clases en Francia” es débil por demás. En muchos aspectos decisivos, la potencialidad de una situación revolucionaria es mayor en Argentina que en Francia. Argentina, a diferencia de Francia, es un país capitalista quebrado, al borde de la hiperinflación y en cesación de pagos. El PTS y el FIT-U, que es un “partido amplio” sin reglas estatutarias, no han demostrado la capacidad para “pasar la prueba de la lucha de clases” en Argentina. No debemos olvidar el voto a favor de la declaración de Netanyahu-Trump sobre el sionismo, o los quórums a Capitanich para que pague la deuda pública y la privatización de tierras. También han apoyado y votado proyectos de formación de las organizaciones del Estado, en “la perspectiva de género”, incluyendo a la policía y al poder judicial. Se trata de una estafa política que embellece al Estado capitalista. Tampoco hay que olvidar el planteo de “la presencialidad segura”, para respaldar la presión patronal y del Estado para que los obreros fueran a trabajar en servicios no esenciales durante la pandemia. El programa del FIT-U, como lo hemos demostrado en varios documentos, es una variante del kirchnerismo –como la “soberanía alimentaria” (retenciones a la soja) y el apoyo a las Pymes-. En la última elección no se presentaron como socialistas revolucionarios, sino como “tercera fuerza”. Los acontecimientos franceses son utilizados por ID como una cortina de humo.

Como hemos señalado en anteriores artículos acerca de la rebelión popular en Francia, son varios los grupos, algunos con larga instalación en la historia del movimiento obrero, que esgrimen planteos para generalizar las huelgas y fomentar los comités de acción. Más allá de sus planteos, no tienen inserción. En el caso de los ex “healistas”, el partido de la Igualdad Socialista, promueve la adhesión a su “red internacional” de comités autoorganizados, que conocen sólo unos pocos. Pero sabotean cualquier acción dentro de los sindicatos, a los que consideran “burgueses”. Está el caso de los lambertistas, el partido Obrero Democrático Independiente, que plantean lo mismo, pero sin chocar con los sindicatos ni la burocracia “en la unidad”. Por lo que cuenta ID, se encuentra en este campo menor también el grupo del PTS, que promueve una red de comités. Los lambertistas reclaman que la Intersindical llame a una huelga general; las otras dos llaman a “generalizar” las huelgas. Dada la condición de estos grupos, que se rechazan entre ellos incluso para una acción práctica común, los planteos no pasan del propagandismo.

Aun con estos límites, es positivo y valorable que se impulse la huelga general, la generalización de las huelgas y el desarrollo de comités de base. Lo curioso, dicho así para no usar expresiones más rotundas, es que ID diga que Política Obrera es históricamente adversaria a “la autoorganización”. Hemos sido miembros fundadores de la Asamblea nacional de trabajadores ocupados y desocupados, que el PTS ha repudiado, y desarrollamos una intensa agitación a favor de huelgas autoconvocadas, en tanto que el PTS y el FIT-U insisten en “reclamar” que Baradel o la CGT llame a “un plan de lucha”, o sea, a paros parciales. Es probable que ID entienda por “autoorganización” a las “fábricas sin patrones”, un viejo planteo autogestionario, que reemplaza el poder obrero y la planificación de la economía.

Pero usar la militancia que se propone generalizar las huelgas o por la huelga general, o por comités de base, para hacer autobombo, no es revolucionario. La reivindicación de la militancia en función del autobombo deja de ser militancia, para convertirse, por sus fines, en una actividad de aparato. Política Obrera tuvo una participación extraordinaria y excepcional en el Cordobazo, o en la huelga general de 1975, o en la lucha contra la dictadura, o en el desarrollo del movimiento piquetero, pero nunca dijimos que habíamos “pasado la prueba” de nada, ni se nos ocurrió algo semejante. Adjudicarse trofeos en la larguísima lucha contra la explotación es, sencillamente, antirrevolucionario.

Por último, la conducta del PTS no es improvisada: el autobombo es característico de toda la historia del morenismo. En 1955, Nahuel Moreno se presentó como “la única corriente” que había “luchado” contra el golpe militar, ofreciendo la prueba de un volante. Machacó con este relato durante una década. Más tarde, "Cacho" Magri, de Política Obrera, demostró que Nahuel Moreno había llamado a aceptar la renuncia presentada por Perón, a finales de agosto del 55, o sea que dio un apoyo adelantado al golpe, con el pretexto de que asumiera el gobierno un dirigente obrero del peronismo. Esto es algo que deben conocer las nuevas generaciones. El autobombo y la autorreferencia llegaron a su punto culminante en el Congreso del MAS, en 1989, cuando votaron “el Comité Central para la toma del poder en Argentina”. Meses más tarde el MAS implosionó en 17 tendencias. La primera en salir fue precisamente el futuro PTS.

El artículo de ID acerca de “la prueba de la lucha de clases en Francia” (explotando un plagio a Marx) fue precedido por algunas decenas de tuits contra Política Obrera, siguiendo el método de Nahuel Moreno. Ha sido una campaña orquestada para disimular la inconclusa disgregación del FIT-U, comandado por el PTS, y una tentativa final para salvar un sello electoral. Parece lo único que obsesiona al PTS en medio de una crisis histórica sin precedentes en Argentina y una guerra que escala a nivel mundial.

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