Las crisis bancarias y la crisis de deuda pública en Estados Unidos

Escribe Jorge Altamira

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Desde marzo pasado han tenido lugar varias quiebras de bancos regionales de Estados Unidos, que dejaron planteada la posibilidad de una crisis financiera de un alcance similar a la de 2007/8 –la más importante desde la depresión de los años 30 del siglo pasado. En el caso del Silvergate Bank, el Silicon Valley Bank y el Signature Bank, el gobierno norteamericano extendió el seguro a la totalidad de los depósitos en esos bancos, atento a que el 80% de ellos superaba el tope de la cobertura estatal de 250 mil dólares. Ante la quiebra reciente de otro banco, el First Republic, la segunda más importante desde 2018, las autoridades cambiaron el método: llamaron a una subasta que fue ganada por el JP Morgan, el mayor banco de Estados Unidos. El Morgan es una especie de banco central privado, pues domina el mercado de dinero de corto plazo, conocido como “money market”, que es el primer nexo de rescate bancario antes de que entre en juego la Reserva Federal. La entrega del First Republic al Morgan es, además de un negociado, un intento de frenar la sangría financiera. En este lapso de tiempo cayó un importante banco europeo, el Credit Suisse, y lo mismo se insinuó con el Deustche Bank, cuando sus acciones cayeron el 15% en una jornada. El presidente de la Reserva Federal saludó el acuerdo de adquicisión del First Republic “como un paso importante para trazar una línea en un período de tensión (“stress”) severo” (Financial Times, 6/5). El Morgan comprará los activos del banco en desgracia con un descuento del 10 al 15%, mientras que la Corporación Estatal de Seguros proveerá al Morgan un financiamiento de 50 mil millones de dólares y compartirá el costo de pérdidas futuras de sus activos. Además, cubrirá las pérdidas eventuales de las inversiones del First Republic en inversiones inmobiliarias residenciales y comerciales por siete años (The Wall Street Journal, 1/5).

El hilo que liga estas bancarrotas con una crisis mundial es el papel que juegan las inversiones de los bancos en deuda pública. El alza de la tasa de interés por parte de la Reserva Federal ha desvalorizado esos activos, que fueron comprados a tasas de interés inferiores. La deuda pública, no solamente en Estados Unidos, ha sido el refugio que encontró la abundante masa de dinero que fue emitida, primero para contrarrestar los efectos de la crisis de 2007/8, luego con el dinero creado para subsidiar a bancos y empresas a partir de la irrupción de la pandemia. El aumento de la tasa de interés fue intensamente reclamado por los mismos bancos, ya que de eso depende el margen entre lo que se paga por depósitos y lo que se cobra por créditos. Las autoridades bancarias de Estados Unidos han subido la tasa del 0,5 al 5%, pero no han absorbido el dinero que crearon al financiar esos subsidios. Por otro lado, la deuda pública se ha desvalorizado en el mercado secundario –todavía falta que el Tesoro norteamericano salga a financiarse a esas tasas mayores de interés. Como factor adicional, aunque en realidad es un eje del desarrollo de la crisis, numerosos estados se han retirado del mercado de deuda de Estados Unidos -lo que incide en una baja del precio de los títulos y en un aumento de la tasa de interés- como parte de la guerra económica en desarrollo y de la guerra entre la OTAN y Rusia –con su arsenal de sanciones financieras.

Con bastante antelación a estas quiebras, algunos economistas han vaticinado que el estallido de una crisis financiera internacional es inevitable. Señalan que el endeudamiento de conjunto de la economía mundial es del 400% del PBI internacional (sin contar las operaciones de cobertura de esos créditos), y que un 30% de la economía privada está plagada de “bonos basura”, como se llama a la tenencia de préstamos a alta tasa de interés, por parte de compañías que tienen un flujo de fondos que no permiten cubrirlos. Los aumentos de tasas de interés representarían un golpe final para esas empresas.

La ‘normalización’ de la tasa de interés, de modo que evite un endeudamiento mayor, de un lado, y las quiebras del otro, no se puede obtener por medio de Inteligencia Artificial, sino que se dirime a través de la anarquía de mercado, con su secuela de inflaciones y depresiones. No existe, ni podría existir, por ejemplo, una tasa de interés internacional única. Estados Unidos y Europa pujan por aumentar la tasa; China y Japón no han movido las suyas. La consecuencia es una fuga de dinero privado de China y Japón hacia el otro lado, y la desvalorización mayor de sus monedas. Pero si estos dos países acompañaran la onda de aumentos, las consecuencias serían muy perjudiciales, en especial para Japón. Japón tiene una deuda pública equivalente al 350% de su PBI, concentrada en su mayor parte en el Banco de Japón. Un aumento de la tasa de interés produciría la desvalorización de la deuda pública corriente y de los activos del Banco. Japón correría el riesgo de una depresión severa.

En este escenario se desarrolla la crisis política por el tope de endeudamiento público en Estados Unidos. La deuda pública norteamericana se encuentra al tope de lo permitido –31 billones de dólares, frente a un PBI de 23,5 billones, un 130 por ciento. Aunque, como ha ocurrido siempre, se autorice un nuevo margen de endeudamiento y se evite el default (refinanciado vencimientos), la cuestión ha desatado una crisis política que es más intensa que en el pasado. Para autorizar ese margen mayor, los republicanos exigen una política de ajuste, que permita incluso una amortización neta de deuda. Pero la guerra de la OTAN y la aplicación de sanciones económicas a sus rivales internacionales exigen mayor gasto fiscal. La disputa pega en el corazón de los bancos, cuyos balances rebasan de deuda pública. El mercado de deuda pública contagia el mercado hipotecario, que sería arrastrado a una crisis severa.

Para la Reserva Federal, “las recientes perturbaciones bancarias podrían alimentar un colapso crediticio … ante el temor de pérdidas y fuga de depósitos” (Financial Times, 8/5). Lo esencial es que esta crisis pone al descubierto, con mayor intensidad, el carácter mundial de la crisis de deuda pública, la amenaza para los bancos, la perturbación que crea en los mercados monetarios y la inevitabilidad de la cesación de pagos en los países con menos espalda financiera. La imbrincación de la guerra internacional con una bancarrota financiera está a la vista.

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