El crimen de Facundo Molares

Escribe Jacyn

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“Era sólo una asamblea y terminamos con un compañero muerto”. Los militantes de las organizaciones que este jueves se habían reunido en el Obelisco para hacer un acto “contra la farsa electoral” recuerdan con estupor la represión de la que fueron víctimas y que culminó con la muerte de Facundo Molares, militante de Rebelión Popular, de 47 años y una larga trayectoria política.

Los testimonios recogidos por el portal ANRed son concluyentes. “Cuando nosotros llegamos, el jefe de calle se acerca a nosotros y nos pregunta si íbamos a movilizar, para dónde íbamos a ir, qué íbamos a hacer. Le dijimos que no íbamos a movilizar que nuestra idea era solamente hacer una asamblea aca en la plazoleta del Obelisco y que no íbamos a cortar ninguna calle. Eso es lo que hicimos. Nos dicen que nada de fuego, que no estaba permitido. Dijimos bueno, era una asamblea no más”, relata una compañera identificada como Delia, del MTR Votamos Luchar. Continúa: “De repente, Facundo termina de hacer su intervención, de hablar, se aleja un poco de donde estábamos nosotros y va a prender un cigarrillo. Cuando va a prenderlo se ve patente como lo agarran y ya lo estaban arrastrando. Lo agarran de atrás, traición porque nos habían dicho que no iban a reprimir. Lo arrastraron cinco metros, le hicieron una valla en círculo, en el medio, estaba un policía apretándole el cuello con la rodilla, los otros cuatro policías pateándolo, lo cagaron a patadas, lo mataron a golpes. Es lo que hicieron. Se acerca una compañera para ver qué es lo que estaba pasando, la empujan, un policía, un tipo gigante, un hombre grande. Le daba puños que la desfiguraron. Se acercaron otras compañeras para defenderla, agarraron a todas y se llevaron a seis detenidos”.

Luciano, de la organización Fogoneros, relata que “cuando estábamos desconcentrando un grupo de policías, irrumpe la columna y detiene a un compañero, no sabemos bajo qué pretexto. Fuimos a recuperar al compañero y ahí nos rodea la infantería y ahí detienen a Facundo, y otros compañeros más. En circunstancia de represión se le tiran arriba a Facundo, como cada vez que te detienen que te asfixian, te golpean. Ahí Facundo muere en manos de la infantería. Nos damos cuenta de la situación y le empiezan a hacer RCP en el mismo lugar donde estaba rodeado de camiones de la infantería pero no había ni una sola ambulancia, que tardó como 30/40 minutos en venir” (ANRed, 11/8).

La versión oficial, por supuesto, es completamente distinta. Según los funcionarios de Horacio Rodríguez Larreta y los medios acólitos, Molares “se descompensó” y murió porque presentaba “factores de riesgo”. Al operativo desinformativo se sumó hasta el titular de Defensa Civil. Lo cierto es que la represión en el Obelisco contra un grupo de no más de 50 personas que ni siquiera estaban interrumpiendo el tránsito fue una provocación premeditada, como relatan los compañeros citados. En la noche anterior, en un programa de televisión pensado para hablar de las PASO pero que terminó dominado por el crimen de Morena Domínguez, todos los candidatos patronales se ubicaron en el campo de los aprestos represivos, el reforzamiento policial y la ´mano dura´. Rodríguez Larreta en particular se explayó sobre el “profesionalismo” de la policía porteña. “No entra cualquiera”, dijo. Habló de “decisión política”. Lo acompañaba su compañero de fórmula, Gerardo Morales, el represor de Jujuy. El crimen de Molares fue respondido inmediatamente con la denuncia y movilización de organizaciones populares. Se convocaron a una concentración y vigilia en el Obelisco y a una marcha al día siguiente.

El ´operativo´ que terminó con la muerte de Molares estuvo bajo la égida de Eugenio Burzaco, reemplazante de Marcelo D´Alessandro tras su salida por el ´escándalo´ de Lago Escondido. Burzaco tiene un largo historial en materia represiva. Era un asesor destacado de Jorge Sobisch, el ex gobernador neuquino, cuando el policía Poblete mató a Carlos Fuentealba lanzándole a la cabeza una granada de gas lacrimógeno por la espalda. Era el segundo de Patricia Bullrich en la cartera de Seguridad durante el gobierno Macri, cuando Santiago Maldonado “se ahogó” y a Rafael Nahuel lo fusilaron en un “enfrentamiento”. Es el actual jefe político de la policía porteña.

Las coaliciones capitalistas son conscientes de que el programa del FMI será un acicate de la luchas obreras y populares y por eso tienen el ojo puesto en el ´control de la calle´, un propósito que el kirchnerismo, a su turno, delineó tempranamente y en función del cual exploró toda clase de variantes represivas (´tercerización´ de la represión, Proyecto X, ´seguridad democrática´, Gendarmería en la Panamericana, récord de muertos en protestas, etc). Que el gobierno haya levantado el veto al desembarco de las pistolas Taser es una señal política en este sentido. Dicho sea de paso, no existe el ´armamento no letal´: la represión es una decisión política y las armas ´no letales´ se pueden convertir rápidamente en letales en manos de los elementos reclutados para las fuerzas represivas. Las consecuencias son contingentes para el poder político de turno. La determinación de reprimir es una escala en la lucha de clases.

La tarea más importante es la capacitación política de los trabajadores y activistas para enfrentar la convulsiva etapa que viene.

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