"Julio Antonio Mella: una apreciación trotskista", por Gary Tennant.
Tiempo de lectura: 25 minutos
A pesar de que el relato cubano, posterior a 1959, ha rechazado cualquier noción de que las “discrepancias” entre Mella y la dirigencia del Partido Comunista de Cuba (PCC) fueran algo más que cuestiones de estilo1 y que no constituyeron un desafío a la teoría y práctica de este último, los rivales políticos de Mella en el movimiento comunista internacional ciertamente le endilgaron el rótulo de “trotskista” en varios puntos. Pero cualquier acusación de trotskismo dirigida a Mella enmascaró en los hechos el contenido real de su oposición y fue más bien una estratagema utilizada para desacreditarlo, en un momento en el cual estaba en preparación el viraje al Tercer Período. Mella, antes que abrazar una estrategia de Revolución Permanente, estaba comprometido con una perspectiva que tenía más que ver con las tradiciones de liberación nacional y sindicalismo cubanos, a las cuales el Comintern (la Tercera Internacional, comunista) durante su Segundo Período (frente único) había sido capaz de acomodarse. Esto es, mientras que remarcaba la importancia de la organización independiente de la clase obrera en el campo económico, no insistía en la independencia política de la clase obrera. En cambio, promovió la lucha por una revolución democrática antimperialista dentro de movimientos policlasistas y antiimperialistas que tendían a reducir el problema de la revolución a una cuestión técnica, militar.
Mella, inicialmente un estudiante audaz y con tendencia hacia la izquierda en la Universidad de La Habana, a principios de la década de 1920, fue el secretario de la Federación Estudiantil Universitaria (Thomas, 1971: 565) que, en 1923, condenó “todas las formas de imperialismo, especialmente la intervención del imperialismo yanqui en los asuntos cubanos” (citado en Aguilar, 1972: 73-74), y proclamó su oposición a la propiedad privada de los medios de producción. Junto con otros estudiantes universitarios y profesores, Mella también estableció una escuela de trabajadores, la Universidad Popular José Martí y, bajo la influencia de las ideas marxistas, fue en gran parte responsable del acercamiento que tuvo lugar entre el movimiento estudiantil y los trabajadores. Habiendo reunido un pequeño círculo comunista, la Agrupación Comunista de La Habana, en 1924 (Grobart, 1978: 23), Mella consideró cada vez más que el movimiento de la reforma universitaria trascendía los muros académicos, llamándolo “otra batalla de la lucha de clases” (Suchlicki, 1969: 21).
En julio de 1925, en la época en que estaba impulsando las organizaciones comunistas auxiliares multiclases, la Liga Anticlerical y la Liga Antimperialista de las Américas2, Mella esbozó sus ideas sobre la naturaleza de la lucha revolucionaria y la naturaleza socialista de la revolución, distinguiendo entre los ideales democráticos y los socialistas, y yendo más allá del marco democrático de Martí:
(…) los revolucionarios de América que aspiren a derrocar las tiranías de sus respectivos países, [….] no pueden vivir con los principios de 1789; a pesar de la mente retardataria de algunos, la humanidad ha progresado y, al hacer las revoluciones en este siglo, hay que contar con un nuevo factor; las ideas socialistas en general, que con un matiz u otro, se arraigan en todos los rincones del globo (Mella, 1925: 75-77).
El pensamiento inquisitivo e independiente de Mella se evidenció en el congreso fundador del PCC. De acuerdo con Pedro Serviat (1963: 112-114), Mella interpeló a Enrique Florés Magón, del Partido Comunista Mexicano (PCM)3, sobre la naturaleza de las células partidarias y acerca del centralismo democrático. Influenciado por las tradiciones anarco-sindicalistas de los movimientos obreros y revolucionarios de Cuba, también expresó su firme oposición a cualquier participación en las elecciones en Cuba. Aparentemente, sólo con un gran esfuerzo Magón consiguió ganar la aceptación de los puntos de vista del Comintern sobre Mella.
Las apasionadas convicciones de Mella lo llevaron a embarcarse en algunos extraordinarios actos individuales de heroísmo y resistencia. Uno de ellos, que resultó ser una divisoria de aguas, fue la huelga de hambre que llevó a cabo luego de haber sido arrestado y encarcelado el 27 de noviembre de 1925, acusado de haber colocado una bomba en el Teatro Payret de La Habana. La huelga de hambre, que comenzó el 6 de diciembre, llevó a la formación del Comité Pro-Libertad de Mella, que organizó marchas en toda Cuba y en los centros de exilados, desde Nueva York hasta París. Ante la presión creciente, el 23 de diciembre se desestimaron los cargos en su contra y se ordenó su liberación (Rubiera, 1953: 20-24, 84-87; Comité Pro-Libertad de Mella, 1926). Sin embargo, el PCC se había opuesto a la huelga de hambre y Mella enfrentó la censura del partido. Mientras que las fuentes cubanas escritas posteriores a 1959 no van más allá de indicar que: “el Partido no vio bien la huelga de hambre” y urgió a Mella a abandonarla (Castillo: 1970: 49; Soto, 1995: 145-146), los historiadores que han tenido acceso a los archivos del Comintern en Moscú aceptan que Mella fue “separado” del PCC como resultado de esta acción, de principios a mediados de enero de 1926. El tribunal del PCC que se encargó de este caso acusó a Mella de indisciplina y oportunismo táctico, y la dirección del partido aparentemente no escatimó esfuerzos para convencer al Partido Comunista Mexicano y al Comité Ejecutivo del Comintern de que Mella había realmente abandonado los principios básicos del partido cubano. Sin embargo, luego de la intervención de Comintern y de la dirección del partido mexicano, que se opusieron con firmeza a la decisión de PCC, Mella fue finalmente ‘re-incorporado’ al Partido Comunista Cubano en mayo de 1927 (Kheifets, 1995: 27-28; 1997: 21-26; 1999; Kheifets, L. y Kheifets, V., 1999: 23; entrevista a Orlando Cruz Capote, 1997; Rubiera, 1953: 20-24, 84-87, y Ravines, 1972: 22 también sostienen que Mella fue expulsado del PCC). Según Lazar y Victor Kheifets, el Comintern consideró la expulsión de facto de Mella como un acto de estupidez que sirvió para aislar al PCC de las masas pequeño burguesas que seguían a la Liga Antimperialista.
En una situación en la cual Mella efectivamente se encontraba expulsado del PCC, optó por exilarse cuando nuevamente se le ordenó presentarse ante un juez el 18 de enero de 1926. Viajando a América Central, Mella fue expulsado de Honduras y Guatemala antes de terminar en México, donde se unió inmediatamente al Partido Comunista de México, convirtiéndose también en miembro del Comité Ejecutivo de la sección mexicana de la Liga Antimperialista de las Américas4. La fecha de la llegada de Mella a México, a principios de 1926, coincidió con un período de crisis interna en el PCM. Las luchas entre la izquierda y la derecha habían surgido en principio sobre el tema de la naturaleza del gobierno mexicano y el apoyo que el partido comunista debiera dar a los candidatos presidenciales5. Este fue el telón de fondo sobre el que se desarrolló el disenso de Mella con el PCM y el PCC.
En México, la crítica de Mella a la política comunista se centraba en la cuestión de los sindicatos. Como describió Gálvez Cancino (1997: 4143), la central sindical reformista en México, la Confederación Regional Obrera Mexicana (Crom), estaba enfrentando el colapso a la luz de los llamados de los partidarios del candidato presidencial, Alvaro Obregón, a formar sindicatos autónomos6. Mella sostenía que el PCM debía aprovechar la crisis para formar una central sindical que uniera a todos los sindicatos autónomos, libres de la influencia de la burguesía nacional y de los caudillos. Para Mella, la independencia de la clase obrera en el campo sindical era de suprema importancia. Sin embargo, la mayoría en el Comité Central del PCM condenaba toda actividad que pudiera acelerar la destrucción de la Crom, sosteniendo que la tarea de los comunistas era unificar la central sindical existente y ganársela al reformismo7.
La posición de Mella lo llevó a ser considerado como el vocero de Andrés Nin y de Losovsky, la Izquierda y el Centro políticos, respectivamente, en el Cuarto Congreso del Profintern (Internacional Sindical Roja), celebrado en Moscú en marzo-abril de 1928 (Gálvez Cancino, 1997: 44).
La raíz de la acusación de trotskismo aparentemente se asienta en los encuentros de Mella con Andreu Nin, quien estaba en el Comité Ejecutivo del Profintern cuando Mella concurrió a los encuentros de comunistas latinoamericanos en Moscú, llevados a cabo desde principios a mediados de 1927, posteriores al Congreso Mundial de Bruselas contra la Opresión colonial y el Imperialismo. Este fue un primer contacto cubano con el trotskismo y, según Gálvez Cancino (1986: 118), Nin y Mella examinaron el programa del la Oposición de Izquierda rusa y la lucha de lo que estaba comenzando a ser llamado “trotskismo” contra el liderazgo centro-derechista del eje Stalin-Bujarin.
En estos encuentros en Moscú, Mella también mostró cómo su pensamiento independiente entraba en conflicto con las exigencias de la cada vez más rígida dirigencia internacional del movimiento comunista acerca de la cuestión de la lucha interna dentro del Partido Comunista ruso.
Victorio Codovilla8 hizo circular un documento que pedía la expulsión de Nin del Profintern y del partido ruso sobre la base de que era un miembro de la Oposición de Izquierda y pidió a los delegados que firmaran el documento. Según Gálvez Cancino, Mella y dos delegados peruanos vinculados con el Partido Socialista peruano, liderado por Mariátegui, evitaron y/o rehusaron firmar. Codovilla posteriormente rehusó apoyar la propuesta de que Mella fuera el delegado latinoamericano que permaneciese en Moscú para trabajar en el centro del Pro-fintern sobre cuestiones sindicales referidas a América Latina. Codovilla atacó la candidatura de Mella y mantuvo altercados con los compañeros que la defendieron. En medio de muchas maniobras burocráticas solapadas, Codovilla se aseguró de que la candidatura de Mella fuera rechazada (Ravines, 1972: 57-58). Mella retornó a México luego de una estadía no autorizada en Nueva York donde, de acuerdo a una versión, se quejó de la excesiva intromisión de Moscú en los asuntos internos de cada partido (García Montes y Avila, 1970: 83)9.
Mientras que Mella había demostrado cómo su voluntad independiente chocaba con las cada vez más rígidas exigencias de subordinación a los métodos oficialmente sancionados de organización impuestos por el proceso de bolcheviquización, sus escritos y actividad a su retorno a México fueron más bien contradictorios.
Aunque el panfleto más conocido de Mella, escrito en los meses posteriores a su partida de Moscú (“¿Qué es el Arpa?”, de abril de 1928) incluía una estrategia de Revolución Permanente, su actividad posterior reveló que él tenía una concepción esencialmente vinculada con el Segundo Período de la lucha por el socialismo. El panfleto de Mella “¿Qué es el Arpa?” es una crítica del antimperialismo profesado por Haya de la Torre y el movimiento Alianza Popular Revolucionaria Americana (Apra). Coincidiendo ampliamente con el análisis de Trotsky, sostiene por primera vez que, si bien el proletariado podría trabajar con las organizaciones de representantes de la burguesía en la lucha nacional contra el imperialismo, la clase obrera era finalmente la única garantía de la genuina revolución nacional.
En “¿Qué es el Arpa?”, Mella arguyó que la interpretación aprista del Frente Unico Antimperialista era ambigua y hacía concesiones políticas a la pequeña burguesía (Mella, 1978: 9). Mella sostenía que, en ningún punto, el Apra reconocía que el principio fundamental en la lucha social era la hegemonía de la clase obrera (ídem: 20). Acerca del papel de las clases que se enfrentaban escribió:
(…) las traiciones de las burguesías y pequeñas burguesías nacionales tienen una causa que ya todo el proletariado comprende. Ellas no luchan contra el imperialismo extranjero para abolir la propiedad privada, sino para defender su propiedad frente al robo que de ellas pretenden hacer los imperialistas. En su lucha contra el imperialismo -el ladrón extranjero-, las burguesías -los ladrones nacionales- se unen al proletariado, buena carne de cañón. Pero acaban por comprender que es mejor hacer alianza con el imperialismo, que al fin y al cabo persigue un interés semejante. De progresistas se convierten en reaccionarios. Las concesiones que hacen al proletariado para tenerlo a su lado, las traicionan cuando éste, en su avance, se convierte en un peligro tanto para el ladrón extranjero como para el nacional. De aquí la gritería contra el comunismo (ídem: 24).
De acuerdo con las caracterizaciones del Apra hechas por Trotsky y Mariátegui como un Kuomintang latinoamericano, Mella, al analizar a Chiang Kai-shek en China, argumentó que la pequeña burguesía y la burguesía de los países coloniales en última instancia traicionarían a la clase obrera durante el curso de una manifiesta lucha antiimperialista, no importa cuán revolucionarios los sectores no proletarios pudieran parecer. Escribió, “las pequeñas burguesías […] no son más fieles a la causa de la emancipación nacional definitiva que sus compañeros de clase en China u otro país colonial. Ellas abandonan al proletariado y se pasan al imperialismo antes de la batalla final” (ídem: 38). Con referencia a la lucha de liberación nacional, su conclusión era indudable: “para hablar concretamente: liberación nacional absoluta sólo la obtendrá el proletariado, y será por medio de la revolución obrera” (ídem: 25).
Luego Mella afirmó, sin ambigüedades, que el socialismo y una revolución eran los únicos garantes de la liberación nacional; su panfleto “¿Qué es el Arpa?” fue publicado en un momento en el que se estaba preparando el giro desde la política del Segundo Período. La estrategia de Haya de la Torre de crear bloques antiimperialistas progresistas y policlasistas ya había entrado en conflicto con las prioridades de cambio de rumbo del Comintern. Luego de la debacle en China, el Comintern estaba por tomar los pasos necesarios para implementar la línea táctica del Tercer Período que acentuaba la independencia absoluta de la clase obrera de las fuerzas nacionalistas burguesas.
Si bien se podría inferir que Mella había asumido en esencia la teoría de la Oposición de Izquierda luego de su visita a Moscú, a su retorno a México, su actividad estaba dentro de las tradiciones de liberación nacional revolucionaria y el sindicalismo de su Cuba natal. Así, mientras que Mella sostuvo la organización independiente de la clase obrera en los sindicatos, también promovió un frente policlasista en el ambiente de los revolucionarios cubanos exilados en México en 1928, sin exigir la independencia política de la fracción comunista.
Dentro de la comunidad de exilados cubanos en México en 1928, Mella fundó y se convirtió en el secretario general de la Asociación Nacional de Nuevos Emigrados Revolucionarios de Cuba (Anerc). Fuera del control de los aparatos del PCC y del PCM, la Anerc se proponía unificar las fuerzas anti-Machado que entonces estaban en el exilio. Un objetivo inmediato era la organización de una expedición de revolucionarios cubanos que partiera para Cuba en 1928-29, a fin de iniciar una insurrección contra el régimen de Machado10. La intención declarada de Mella era encender la llama de una revolución antimperialista democrática, y subordinó la independencia política y organizativa de la fracción comunista dentro de la Anerc a este proyecto. Según una temprana edición de ¡Cuba Libre!, el periódico de la Anerc, la tarea que esta se había fijado era redactar un “un programa de unificación del pueblo cubano para una acción inmediata por la restauración de la democracia” (citado en Roa, 1982: 292-293). En el artículo “¿Adónde va Cuba?”, el mismo Mella hablaba de “una necesaria revolución, democrática, liberal y nacionalista” y sostenía que solamente de los movimientos socialistas y nacionalistas revolucionarios, esto es, de aquéllos que estaban preparados para enfrentar la violencia con la violencia, “pueden surgir esperanzas para la Nación” (Mella, 1975: 410 y 407). Para Mella, si bien el proletariado en Cuba tenía especial importancia, lo era sólo en la medida de que su tamaño relativo y su concentración favorecía el desarrollo de un movimiento revolucionario más efectivo que el que se había desarrollado en otros países de América Latina menos desarrollados (Mella, 1975: 408). Antes que adoptar la estrategia de la Revolución Permanente, que insiste en la independencia política de la clase obrera desde los primeros pasos en una lucha por una revolución antiimperialista proletaria sin ambigüedades, Mella sostuvo que el proletariado debía formar parte en los movimientos insurreccionales sólo teniendo conciencia que podían hacer surgir un Chiang Kai-shek, el líder del Kuomintang en China. Para Mella, la presión que las masas populares podían ejercer llevaría a una revolución democrática genuina y citaba el caso de la Revolución Mexicana, antes que el de la Revolución de Octubre en Rusia, como un ejemplo de que era posible (Mella, 1975: 409). En realidad, como sostuvo Cabrera, mientras Mella se refería al socialismo en otro lugar, adentro de la Anerc no aludía a Lenin o al comunismo. En cambio, enfatizaba la necesidad de la insurrección armada, la unidad con los movimientos revolucionarios nacionalistas, el programa democrático de la Anerc y las etapas en la revolución (Cabrera, 1989: 57).
En línea con el enfoque de Mella de un amplio bloque democrático, también participando en la Anerc junto a un núcleo de comunistas, estaba el proscripto Partido Unión Nacionalista, un partido de oposición burguesa a Machado. Su trabajo conjunto era tal que en 1929 un colega cercano de Mella en México reconocía que resultaba difícil distinguir la actividad del Partido Comunista de la del Partido Unión Nacionalista en la Anerc y la preparación de la expedición armada (La Correspondencia Sudamericana, 1929: 126-127). Este trabajo y toda la perspectiva general, cita el mismo informe, eran implacablemente criticados por algunos camaradas11. Como escribió Russell Blackwell (1931: 3), otro compañero de Mella en México: “surgieron numerosas diferencias entre los compañeros de la fracción comunista de la Anerc en México y el Comité Ejecutivo Central (CEC) del PC de México, y las relaciones entre Mella y los dirigentes del partido se hicieron sumamente tensas hacia fin de 1928”. Nuevamente, esto ocurría cuando el Comintern estaba preparando el terreno para su giro hacia la táctica del Tercer Período, de franca hostilidad hacia las fuerzas no comunistas, incluyendo el sector nacionalista revolucionario.
La confrontación de Mella con la dirigencia del PCM también se acrecentó por su renovada participación en la polémica sobre la cuestión de los sindicatos. Este debate resurgió mientras él estaba actuando como secretario nacional interino del PCM de mediados a fines de 1928, debido a la ausencia de dos delegados del PCM que se encontraban en Moscú para el Sexto Congreso del Comintern (Martínez Verdugo, 1985: 105). Mella nuevamente tomó la delantera arguyendo que continuar promoviendo un Frente Único con la Crom era insustentable en una situación en la cual la clase obrera estaba a punto de dejar la Confederación. Sostenía que el PCM debía formar inmediatamente una nueva central sindical (Gálvez Cancino, 1986: 134, 1997: 46).
En septiembre de 1928, se llamó a una conferencia de emergencia del partido para discutir el cambio en la situación política. En esta conferencia, Martín reclamó la expulsión de Mella bajo el cargo de trabajar en contra de la línea del partido en la dirección de un ‘sindicalismo dual’. El ala derecha propuso un frente único con los reformistas contra los obregonistas (y los miembros del ala izquierda de la Crom) que estaban dividiendo los sindicatos. Pero en lugar de ser expulsado del partido en ese momento, Mella tuvo éxito junto con la delegación de la ciudad de México, en reunir a toda la conferencia, con una excepción, para luchar contra el seguidismo oportunista del Comité Central (Blackwell, 1931: 3).12
Sin embargo, mientras se esperaba el retorno de los delegados desde Moscú, el Comité Central del PCM se dedicó a sabotear esas decisiones. Desde septiembre de 1928, las dirigencias del PCC y del PCM bloquearon y confrontaron con Mella sobre la cuestión de los sindicatos y criticaron sus actividades políticas en la Anerc (Gálvez Cancino, 1997: 46-47). Según relata Blackwell:
al regreso de la delegación desde Moscú luego del Sexto Congreso Mundial del Comintern, el camarada Julio Antonio Mella no solamente fue removido de su puesto provisional (como secretario nacional) sino que además fue removido sumariamente del Comité Central gracias a la insistencia del ala derecha del CEC, liderada por Martín (Stirner) y [Rafael] Carrillo. […] Hacia fines de 1928 las relaciones entre Mella y la dirección del Partido se hicieron sumamente tensas (Blackwell, op. cit: 3).
Con el trasfondo de críticas, tanto por su actividad dentro de la Anerc como por su posición sobre el problema de los sindicatos, Mella, que ya había sido expulsado una vez del PCC, se enfrentó nuevamente con un nueva ronda de acusaciones incluyendo la de ser un trotskista. En un encuentro de comunistas en Montevideo, en abril de 1928, Codovilla y Ricardo Martínez sostuvieron que Mella tenía posiciones trotskistas y que no respondía a la disciplina requerida por el PCM (Gálvez Cancino, 1986: 130; Martínez Verdugo, 1985: 108). La dirección del PCM examinó las acusaciones, pero no encontró evidencia que probara que Mella estaba trabajando con la Oposición de Izquierda. Sin embargo, a la luz de una creciente campaña internacional contra los llamados peligros del trotskismo, el PCM solicitó a Mella que se declarara abiertamente en contra del trotskismo. Lo hizo presentando “una renuncia formal a los puntos de vista de la Oposición de Izquierda” (Blackwell, op. cit.).
Los intentos para desacreditar a Mella, por parte de las direcciones del PCC y del PCM, continuaron. En una carta de Rafael Carrillo, el secretario general del PCM, a Bertram y Ella Wolfe, Carrillo sostenía que había que lidiar con el “bicho” del trotskismo:
(…) es una situación un tanto peligrosa, que pueden explotar nuestros enemigos. La semana pasada tuvimos una cosa parecida aquí: a su regreso [desde el Sexto Congreso de la Internacional Comunista], Sormenti [Vittorio Vidali] y Ramírez [Manuel Díaz] pasaron por Cuba. Este les entregó una resolución por medio de la cual se pedía que el grupo cubano en México se subordinase al CC del PCM y no escribiese y obrase por su cuenta y riesgo, comprometiendo de una manera verdaderamente criminal a nuestros compañeros que trabajan en Cuba. Le hicimos saber esa resolución a Mella y sus secuaces, y él se desató con furia contra el CC del PCC y contra nosotros enviándonos una renuncia insultante. Nosotros estamos listos a publicar una resolución sobre su caso y circularla por toda la América Latina y Estados Unidos inclusive, pero ayer mismo me hizo llegar una carta arrepentida, donde retira la renuncia y promete seguir trabajando en el Partido. Esta misma semana resolveremos el asunto. [….] Mella ha tenido siempre ‘debilidades’ trotskistas.13
Entre la ronda de acusaciones falsas y la confrontación con el liderazgo del PCM, Mella fue expulsado del partido luego de que enviara una carta irreflexiva a la dirección, en la cual declaraba su incapacidad para trabajar con ellos (Blackwell, op. cit.). Si bien solicitó rápidamente una reconsideración de su declaración, reconociendo el error de su parte, fue reinstalado en el partido; esta decisión fue tomada “con la estipulación de que no mantuviera puestos de responsabilidad por un período de tres años”. Sin embargo, en la noche del 10 de enero de 1929 le dispararon en las calles de Ciudad de México. Murió a la madrugada del día siguiente.
En ese momento, el Comintern y el PCM culparon a Machado, el presidente cubano14. Sin embargo, desde entonces, un número de autores ha cuestionado esta versión y sugerido que agentes del Comintern, más visiblemente Vittorio Vidali, estuvieron profundamente involucrados en el asesinato15. El motivo habrían sido las “desviaciones” de Mella y su supuesta simpatía con las posiciones de la Oposición de Izquierda. Mientras que esas acusaciones relativas a los autores del asesinato nunca han sido ni completamente desechadas ni confirmadas,16 la evidencia circunstancial que apoya la hipótesis de que hubo participación del gobierno cubano en el asesinato de Mella es convincente. Mientras la carta del amigo cercano y compañero de Mella, Leonardo Fernández Sánchez, advirtiendo a Mella de que cubanos habían partido hacia México “con propósitos drásticos con respecto a ti personalmente”17, indica que existía la intención del gobierno cubano de asesinarlo. La evidencia citada por Daniela Spenser es incluso más sugestiva, sostiene que desde abril de 1926, luego de que Mella y otros comunistas cubanos habían encontrado refugio en México y comenzado abiertamente a planificar una expedición armada a Cuba, Machado hizo repetidos pedidos a las autoridades mexicanas para que frenaran las actividades públicas de los exilados cubanos. Sin embargo, dada la línea táctica del Segundo Período del Comintern durante 1926-28, el PCM mantenía buenas relaciones con el gobierno mexicano, incluso apoyándolo en varias coyunturas. Spenser afirma que el gobierno mexicano, no queriendo complicar estas relaciones, rehusó tomar medidas contra Mella, incluso rehusando a hacerlo luego de que el gobierno cubano hubiera presentado materiales a su contraparte mexicano, la mayoría de los cuales eran ciertamente falsificados, sugiriendo que el PCM estaba involucrado en un complot secreto para desestabilizar el país en vísperas del asesinato de Obregón, el presidente electo a mediados de 1928. La hipótesis convincente de Spenser es que, a la luz de la renuencia de los mejicanos para actuar, el gobierno cubano se ocupó por sí mismo de organizar el asesinato de Mella (Spenser, 1998: 214-219).
La lucha de Mella en México había sido principalmente contra los derechistas dentro del PCM, quienes adherían a la línea sindical defendida a nivel internacional por Bujarin. Sin embargo, en un artículo publicado en El Machete dos días después de su asesinato, Mella dejó en claro que en forma similar no compartía la concepción ultraizquierdista de construir una relativamente pequeña central sindical comunista “roja”, concepción con la cual la nueva central sindical fue finalmente fundada18. Escribió:
(…) planteamos el problema de la unidad del movimiento sindical y no la unidad del partido. Un partido reúne cierto número de personas, las cuales profesan una misma opinión. Los sindicatos agrupan a la clase obrera en las cotidianas luchas e indiferentemente de los puntos de vista políticos que existen en su seno. Somos partidarios de la libertad de crítica y de la lucha de las varias tendencias políticas dentro de las organizaciones sindicales (Mella, 1984: 137).
Esta insistencia en una organización sindical independiente, sin embargo, era tanto expresión de la tradición del sindicalismo revolucionario como de trotskismo. Mella simplemente razonaba que, bajo el ataque de gobierno central, la central reformista, la Crom, estaba a punto de desintegrarse y el proletariado en su conjunto necesitaba una nueva organización clasista para defender sus intereses económicos.
Entonces, mientras que Mella tenía preocupaciones acerca de lo que percibía como ciertos desarrollos peligrosos dentro del movimiento comunista, y también había estado en el centro de un grupo de jóvenes miembros del PCM que subsecuentemente habrían de fundar la Oposición de Izquierda mexicana, un grupo que lo consideraba como uno de sus pioneros, esta manifiesta disidencia trotskista solamente tomó forma luego del asesinato de Mella. Los trotskistas en el primer boletín de la Oposición Comunista de Izquierda mexicana escribieron: “El camarada Julio Mella y algunos otros veían con cierta alarma lo que sucedía pero, quizá no comprendiendo que el partido de México estaba amenazado también con sufrir directamente las consecuencias de la línea equívoca y oportunista de la Comintern, no hicieron nada por llamar la atención de nuestros miembros a estos problemas” (Boletín de la Oposición Comunista, N° 1, 5 de enero de 1930: 1). Las preocupaciones expresadas por Mella no tuvieron un matiz explícitamente trotskista. Como en el caso de Mariátegui, su oposición dentro del movimiento comunista oficial fue contradictoria y murió antes de verse forzado a cuestionar las raíces de su disidencia y tomar partido en las disputas más claramente definidas entre la izquierda, derecha y el centro. En realidad, la subsiguiente posición de los oposicionistas mexicanos también hubiera desafiado directamente el trabajo de Mella en la Anerc.
En resumen, lo más revelador en el debate acerca del supuesto trotskismo de Mella fue su compromiso con las actividades de la Anerc. Mientras que se había unido tardíamente a Trotsky en advertir de los peligros de subordinar al proletariado a los partidos del nacionalismo burgués como el Kuomintang, su compromiso de preparar un movimiento insurreccional, junto a las fuerzas del partido liberal nacionalista Partido Unión Nacionalista, demostró que en ningún sentido su disidencia puede ser contemplada como la primera manifestación de trotskismo en el ambiente comunista cubano.
A diferencia de Trotsky y el primer Comintern, Mella en ningún punto insistió en la independencia de la fracción comunista dentro de la Anerc ni aplicó la perspectiva de Trotsky de que solamente una revolución antiimperialista proletaria podría alcanzar una genuina liberación nacional. Por lo tanto, aunque Mella fue el primer cubano en ponerse en contacto con las ideas de Trotsky y, realmente, fue el primer cubano en ser acusado de trotskismo, esta fue una acusación falsa que oscureció su énfasis unilateral sobre la lucha de liberación nacional y su compromiso para desarrollar una alianza sin reservas con el socialmente conservador Partido Unión Nacionalista.
Fuente: Gary Tennant, Dissident Cuban Communism: Th e Case of Trotskyism, 1932- 1965 [Comunismo Cubano Disidente: El caso del trotskismo 1932-1965], Tesis de doctorado, Universidad de Bradford, 1999.
NOTAS:
Referencias:
Alba, V. (1960): Esquema histórico del comunismo en Iberoamérica, México D.F., Ediciones Occidentales.
Aguilar, L.E. (1972): Cuba 1933: Prologue to Revolution, Ithaca: NY, Cornell University Press.
Blackwell, R. (1931): “Julio A. Mella”, The Militant, Vol. 4, N° 2 (Whole N° 61), 15 January, New York.
Broué, P. (1997): Histoire de l’Internationale Communiste, 1919-1943, Paris, Fayard.
Cabrera, O. (1985): “Un crimen político que cobra actualidad”, Nueva Antropología (México D.F.), Vol. 7, N° 27, julio.
—.— (1989): “La Tercera Internacional y su influencia en Cuba (1919-1935)”, Sociedad/Estado (Universidad de Guadalajara, México), N° 2.
Carr, B (1992): Marxism and Communism in Twentieth-Century, Mexico, Lincoln: NE, University of Nebraska.
Carrillo, Rafael (1928): “Carta a Bertram D. y Ella Wolfe”, México, 4 de diciembre (HI: Bertram Wolfe Collection).
Castillo, B. (1970): “Cómo vieron a Mella. Fragmentos de entrevistas”, Pensamiento Crítico (La Habana), N° 39, abril.
Comité Pro-Libertad de Mella (1926): “Declaración”, 7 de enero. (IHC(a): Fondo Leonardo Fernández Sánchez, Sig. 23/7/1:6.1/1-129, pag. 26.)
Comité Pro CSLA (1929): “Ante el asesinato de Julio A. Mella”, El Trabajador Latino Americano (Montevideo), Año 1, N° 9, 15 de enero.
Dumpierre, E. (1977): Julio Antonio Mella: Biografía, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales.
Entrevista de Gary Tennant a Orlando Cruz Capote, La Habana, 22 de julio de 1997.
Fernández Sánchez, Leonardo (1928): “Carta a Mella”, New York, 14 de diciembre. (IHC(a): Fondo Leonardo Fernández Sánchez, Sig. 23/1/4:1.1/49-56.)
Gálvez Cancino, A. (1986): “Julio Antonio Mella: un marxista revolucionario (debate en torno a su vida y muerte)”, Críticas de la Economía Política (México D.F.: Ediciones El Caballito), N° 30.
—.— (1997): “Le Mouvement Ouvrier Mexicain, les Communistes et Julio Antonio Mella”, Cahiers Leon Trotsky (París), N° 59, agosto.
García Montes, J. y A. Alonso Avila (1970): Historia del Partido Comunista de Cuba, Miami: Fl, Ediciones Universal.
Goldenberg, B. (1965): London, George Allen and Unwin.
Gall, O. (1991): Trotsky en México y la vida política en el período de Cárdenas, 1937-1940, México D.F., Ediciones Era.
Gálvez Cancino, A. (1986): “L’Auto-Absolution de Vidali et la Mort de Mella”, Cahiers Léon Trotsky (París), N° 26, junio.
Gorkin, J. (1961): Cómo asesinó Stalin a Trotsky, Barcelona, Plaza y Janés.
Grobart, F (1978): “Prólogo”, en: J. A. Mella, Escritos revolucionarios, México D.F., Siglo Veintiuno.
Kheifets, L. S. (1995): “Komintern i Kompartiia Kuby: Pervye Gody”.
—.— (1997): “Delo Khulio Antonio Mel’i i Komintern”, Problemy Otechestvennoi i Zarubezhnoi Istorii: Materialy Nauchnoi Kon- ferentsii (St. Petersburg).
Kheifets, L. y V. Kheifets (1999): “¿Quién diablos es Andrei?”, Memoria (México D.F.), N° 121, marzo.
Kheifets (Jeifets), V. (1999): “Mella and Trotskyism in Cuba”, posted to the H-Diplo Discussion Network, 27 de enero http:llgoo. gl/U31CGC.
Martínez, R.A. (1929): “Assassination Of J.A. Mella By Agents Of Yankee Imperialism”, International Press Correspondence, Vol. 9, N° 6, 1° de febrero.
Martínez Verdugo, A. (1985): Historia del Comunismo en México, México D.F., Editorial Grijalbo.
Mella, J.A. (1925): “Imperialismo, tiranía, soviet”, Venezuela Libre, 1° de julio, reimpreso en J. A. Mella (1978), Escritos revolucionarios, México D.F., Siglo Veintiuno.
—.— (1975): “¿Adónde va Cuba?”, en Instituto de Historia del Movimiento Comunista y de la Revolución Socialista de Cuba (ed.), J.A. Mella: Documentos y Artículos, Habana, Editorial de Ciencias Sociales.
—.— (1978): Escritos revolucionarios, México D.F., Siglo Veintiuno.
—.— (1978b): “Carta a Barreiro, Pérez Escudero, Bernal y otros”, en J.A. Mella, Escritos revolucionarios, México D.F., Siglo Veintiuno.
—.— (1984): “Proyecto de Tesis sobre la Unidad Sindical Latinoamericana”, Memoria (México D.F.), Vol. 1, N° 6, febrero-marzo.
Movimiento Revolucionario Latinoamericano: versiones de la Primera Conferencia Comunista Latinoamericana, junio de 1929, Buenos Aires, La Correspondencia Sudamericana.
Ravines, E. (1972): The Yenan Way, Westport: CT, Greenwood Press.
Rienffer, K. (1953): Comunistas españoles en América, Madrid, Editora Nacional.
Roa, R. (1982): El fuego de la semilla en el surco, La Habana, Editorial Letras Cubanas.
Rubiera, C.M. (1953): “La huelga de hambre de Julio Antonio Mella” (La Habana), Año 45, N° 3, 18 de enero.
Serviat, P (1963): 40 aniversario de la fundación del Partido Comunista, La Habana, Editora Popular.
Sin firma (1930): “Lo que propone la Oposición Comunista”, El Boletín de la Oposición Comunista (México D.F.), N° 1, 5 de enero.
Soto L. (1955): La revolución precursora de 1933, La Habana, Editorial SI-MAR.
Spenser, D. (1998): El Triángulo Imposible: México, Rusia Soviética y Estados Unidos en los años veinte, México D.F., CIESAS.
Suchlicki, J. (1969): University Students and Revolution in Cuba, 1920-1968, Florida, University of Miami Press.
Thomas, H. (1971): Cuba: The Pursuit of Freedom, New York, Harper and Row.
Trotsky, L.D. (1973): “The Krestintern and Anti-Imperialist League”, en G. Breitman y S. Lovell (eds), Writings of Leon Trotsky (1930-31), New York, Pathfinder Press.
Wingeate Pike, D. (1993): In The Service Of Stalin, The Spanish Communists In Exile, 1939-1948, Oxford, Clarendon Press.
Publicado en En Defensa del Marxismo N° 48, agosto 2016.