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1.El FIT-U ha buscado y encontrado un lugar de privilegio en el derrumbe político del bloque parlamentarista. Las dos listas en que se dividió, sin principios, esta coalición, o más bien rejunte, se precipitaron abajo en un cincuenta por ciento. Es un porcentual de votación casi similares al que tuvo el Frente de Izquierda en 2011, cuando se presentó por primera vez -ello, sin considerar los votos que ahora suma del MST-. La explicación, que ya insinúan, a este desplome, es que los votos que perdieron se los llevó Milei. Obvio, como le ocurrió a todos los demás. Pero Milei apeló a una agitación catastrofista para un período catastrófico, en tanto el FIT-U apeló a una agitación parlamentarista, a una publicidad sin contenido y a un choque sin freno entre camarillas.
El FIT-U fue víctima de su propia política. Definido, por el PTS, como “un campo en disputa”, el aparato del PO hizo suyo el planteo con una pasión digna de mejor causa. De ‘campo en disputa’ se transformó en un ‘campo de insultos’. El frentismo de izquierda pasó de la unidad en la lucha contra el capital al liquidacionismo político de la izquierda. En esta puja miserable invirtieron centenares de millones de pesos (el costo más caro del voto obtenido por lista electoral). El relato de la “casta” -usado hasta el abuso por Milei- fue el slogan de Del Caño en las PASO de 2015 contra el Partido Obrero y Altamira.
El verdadero derrumbe experimentado por el FIT-U no puede entenderse realmente sin considerar la crisis que estalló en el PO en 2019, seguida de la expulsión de 1.200 militantes. Los métodos utilizados por el aparato que capturó el Partido Obrero no difieren de los aplicados por Solano y Pitrola en las PASO recientes. Ninguna fuerza del FIT-U se pronunció sobre esa liquidación política del PO, como sí lo hizo la dirección del Partido Obrero en ocasión de la quiebra del viejo MAS. La esencia de la crisis del PO radicó en la emergencia de una corriente parlamentarista y carrerista, plagada de pseudomilitantes estudiantiles rentados, que adoptó el programa de las otras corrientes del FIT-U, para embarcarse en aventuras personales. Tanto el PTS como la mayoría de la dirección de Solano y Pitrola rechazaron entablar un debate por medio de un boletín interno del FIT, para preferir el choque faccional por medio de descalificaciones. Este espectáculo, en medio de una crisis de características terminales en el país, es una invitación al suicidio político.
El resultado electoral, de un lado, y la ausencia de planteamientos frente a la crisis, del otro, condena al FIT-U a la irrelevancia y eventualmente a la disolución. En este cuadro, resalta la bancarrota del aparato del PO oficial que, simplemente, no pasó las PASO, salvo en las elecciones locales de CABA y Salta, apenas unos centésimos arriba del piso del 1,5 por ciento. El aparato no vaciló en sellar un frente particular con el MST, los antiguos aliados de Luis Juez y la Sociedad Rural, y los partidarios más desaforados de la guerra de la OTAN en Europa. El aparato gastó más dinero que su rival, el PTS, poniendo los recursos atesorados de la organización al servicio de una camarilla.
La expectativa de un voto masivo “de los barrios” (Polo Obrero) no se ha verificado –“los barrios”, en buena medida, votaron a Milei-. Fracasó la tentativa de arrancar un voto cautivo de los compañeros organizados en torno de comedores y planes de trabajo y sin la conquista de una conciencia política independiente. En la empresa electoral, el aparato abandonó el objetivo histórico de construir un Partido Obrero, para pregonar la construcción de “un movimiento popular”, que izaría “banderas socialistas”. Estas banderas, sin embargo, no se hicieron ver y la agitación electoral nunca superó el rasero del “movimiento popular”. La camarilla que se apoderó del PO en 2019, luego de la expulsión de quienes hoy formamos “Política Obrera”, ha conducido a la liquidación política y, como se vio el domingo, organizativa del PO, que no pasó las PASO.
2. El FITU entra a la elección general en declive: no pasó las PASO en 11 provincias. La elección general insumirá más dinero, al cual deberán contribuir el PO y el MST. Es lo contrario de lo ocurrido entre 2011 y 2015, cuando la curva era de ascenso –de menos de 400.000 votos a un millón doscientos mil y elecciones extraordinarias– en Mendoza y especialmente en Salta. No será protagonista en la etapa que se abre, ni contará con el apoyo del conjunto del frente; sólo tendrá la mitad. Ya ha anunciado que “la izquierda es más necesaria que nunca”, porque se trata de parar a Milei. La violenta agudización de la crisis de conjunto le sigue pasando inadvertida. Incitar a la lucha y a la huelga a la clase obrera no figura en la agenda. La consigna o planteo de parar a Milei apunta al apoyo político a sus otros dos rivales –UxP o JxC -, porque no viene acompañado del impulso a la lucha de clases de la clase obrera.
3. El derrumbe del FIT-U debe servir como lección política. El atajo del frentismo sin principios y electoralista puede servir para un progreso rápido, pero, con seguridad, sirve al desarme político del proletariado y a un desplome y desmoralización ultraveloz. En la época de la Inteligencia Artificial, nada hay más sólido que construir un partido revolucionario basado en un programa socialista internacional.
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