Escribe Fede Fernández
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El Consejo Superior de la UBA ratificó por unanimidad -´massistas´, ´camporistas´ y ´bullrichistas´- las reformas planteadas por los Consejos Directivos de las facultades de Ciencias Médicas e Ingeniería. Estas reformas implican un recorte brutal de los contenidos en los planes de estudio y por lo tanto en la formación profesional de sus estudiantes. La carrera de Medicina se reduce un año y medio, mientras que todas las Ingenierías se acortan en un año aproximadamente. En estas últimas se habilita la “titulación intermedia”, un “bachillerato en Ciencias de la ingeniería”.
La ´adecuación´ de la UBA al impulso de “carreras cortas” es un objetivo de largo alcance del conjunto de las fuerzas políticas patronales y un reclamo del gran capital. La desvalorización del ciclo de grado -”gratuito”- profundiza las condiciones para una privatización de los estudios, ya que esos contenidos que se quitan de la formación general pasan a engrosar el negocio de los posgrados y cursos privados. Es el “modelo Bologna” que se aplicó en Europa recortando la formación y el que impera en la mayoría de países de este continente, donde la formación universitaria depende de cuotas altísimas y grandes endeudamientos familiares. En Argentina, los intentos por recortar los contenidos fueron impulsados desde la sanción de la LES (ley de educación superior) en los 90 y fueron todos estos años el punto principal de choque entre las autoridades universitarias y el movimiento estudiantil y docente.
Aunque las autoridades universitarias publiciten estas reformas asegurando que se trata de una “optimización” que “no pierde la calidad de la formación”, lo obvio es que una reducción de 1000 horas de cursada en Medicina y otras 600 en ingeniería es un mazazo contra la formación profesional del grado. Por esto mismo las reformas son rechazadas por la amplia mayoría de los estudiantes. En Medicina se recortan los contenidos de biología, microbiología, patología, medicina familiar y bioquímica, entre otras disciplinas, unificando, por ejemplo, los niveles 1 y 2 de algunas, transformando a anuales en cuatrimestrales y eliminando directamente otras. Otro aspecto fundamental de esta reforma es la eliminación del IAR (internado anual obligatorio), que se realiza en parte en hospitales públicos, y su reemplazo por prácticas obligatorias en centros privados. Es un desvío y un subsidio hacia la salud privada, que además requerirá cargas -sin pago- de 8 horas diarias, lo que elimina de la ecuación a los estudiantes que tienen que trabajar. La Facultad de Medicina, colapsada en términos edilicios, promueve además furiosamente desde la pandemia la “semipresencialidad”, a la que esta reforma del plan de estudio pretende apuntalar. Se trata de los contenidos “digitales” a expensas de la cursada presencial. Nuevo Espacio (UCR-PJ), la conducción del Centro de Estudiantes y pata estudiantil del rectorado, anuncia que tras esta reforma “van por la transformación de los programas de las materias con ejes transversales como discapacidad, ambiente, género y diversidad”: es la cobertura “progre” de una operación de la destrucción de contenidos científicos a la medida de los lineamientos del Banco Mundial y el FMI. La reforma sólo otorga 4 años “de gracia” para que los estudiantes que actualmente cursan puedan recibirse con la titulación iniciada.
En las Ingenierías la reforma es todavía más abrupta. A mitad de cuatrimestre se anuncia que sólo los estudiantes del último año pueden conservar el plan anterior, lo que coloca a muchos cursando actualmente materias que no van a contabilizar para el nuevo título. La “novedad” es la introducción, finalmente, de la “titulación intermedia”, el punto inicial para transformar definitivamente las carreras en cursadas de 3 años. Las camarillas universitarias y sus representantes estudiantiles resaltan que Argentina es “uno de los países donde lleva más tiempo recibirse” y señalan la caída en la matrícula universitaria de la UBA, junto con sus egresados. Como los estudiantes tardan en recibirse, fundamentalmente por las condiciones paupérrimas de vida y trabajo, la “solución” no vendría por mejorar esas condiciones de sustento sino por reventar las carreras. Estamos frente al fin del “acceso irrestricto” y “el ascenso de las clases bajas” que con la Universidad pública podrían escalar socialmente. El relato de la defensa de la Universidad gratuita que demagógicamente sostienen los representantes políticos peronistas y radicales se esfuma mediante estos ataques de proporciones. Los Massa y Bullrich, junto a los radicales, preparan el terreno a los Milei y sus planteos de privatización completa.
Se plantea, por lo tanto, en Medicina, Ingeniería y en toda la UBA una respuesta de conjunto de estudiantes y docentes. El ataque a las carreras viene de parte de un rectorado que le ha quitado la obra social a los ad honorem y jubilados docentes. Enfrentemos al gobierno universitario que reduce su presupuesto, ataca la formación gratuita y ha eliminado las elecciones estudiantiles.