Escribe Olga Cristóbal
La oposición a la guerra dentro de Israel.
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En el Estado judío no entran ni siquiera todos los judíos. Mucho menos los palestinos que viven dentro de Israel (los llamados “árabes israelíes”).
Quienes -judíos o palestinos- denuncian la masacre en Gaza son objeto de persecución implacable, expulsados de sus empleos y lugares de estudio. En varios casos, patotas fascistas intentaron prender fuego a la casa del crítico. Eso le ocurrió al periodista Israel Frey, por haber lamentado la muerte de niños en Gaza. Frey y su familia permanecen escondidos.
En la misma situación están otros que, amenazados y hostigados en las redes sociales, tuvieron que dejar sus hogares “debido a su conocido activismo político en el presente o en el pasado”, dice en una larga nota del New York Times el abogado especialista en derechos humanos israelí Michael Sfard (2/11).
Aunque cientos de personas participan en los ataques a los “árabes israelíes” y opositores a la guerra, la policía israelí en un mes sólo logró arrestar a cuatro. “El pequeño número de detenciones se produce a pesar de que muchos incidentes han sido filmados y los rostros de los perpetradores son fácilmente identificables”. Los sospechosos fueron detenidos en el acto y no como resultado de una investigación policial que, como muestra la historia, rara vez conduce a acusaciones. Tres de los arrestados se encontraban entre cientos de personas que intentaron asaltar el Hospital Sheba el 11 de octubre porque “habían llegado al hospital después de escuchar informes infundados de que en el centro médico estaban internados miembros de Hamás” (Haaretz, 2/11).
La persecución es ordenada desde el gobierno. El 12 de octubre, el Ministerio de Educación envió una directiva que exige la suspensión inmediata de cualquier estudiante, docente o empleado que se exprese de manera que constituya “apoyo al terrorismo” o “apoyo al enemigo” (NYT, 2/11). En las últimas tres semanas, unas 25 instituciones educativas suspendieron por lo menos a una decena de profesores y a docenas de estudiantes -en su mayoría ciudadanos palestinos de Israel-.
La acusación habitual es que sus publicaciones en las redes sociales “constituyen apoyo al terrorismo”. Las universidades, dice Sfard, “ceden a la presión de grupos de extrema derecha que escanean las redes sociales y actúan como denunciantes en serie”.
La policía de Israel informó que hasta el 25 de octubre habían abierto más de 126 investigaciones criminales y se habían realizado 110 arrestos después de declaraciones individuales hechas en público, en las redes sociales o en grupos cerrados. No hay estadísticas actualizadas.
“Este intenso escrutinio y vigilancia es en parte realizado por un grupo de trabajo creado hace unos meses para monitorear lo que llaman incitación palestina al terrorismo en Internet”, afirma Sfard. Lo dirige el ministro de Seguridad nacional de Israel, el fascista Itamar Ben-Gvir, exmilitante de Kach, un movimiento racista ilegal.
La policía y el grupo de Gvir espían principalmente a los ciudadanos palestinos de Israel. “Desde los ataques del 7 de octubre, las redes se han llenado de figuras públicas prominentes (políticos, generales retirados, celebridades, personas influyentes en los medios y periodistas) que llaman a 'borrar Gaza' o a una 'segunda nakba'. Pero ni un solo judío israelí que haya reclamado acciones terroristas contra civiles palestinos ha sido convocado por la policía”, agrega Sfard.
Reforzando el enjambre de prohibiciones legales previas, que bloquean incluso el trabajo de ONG internacionales, se prohibió cualquier acción de solidaridad con el pueblo palestino en Gaza. Se han dispersado violentamente manifestaciones en Haifa, Jerusalén y Umm al-Fahm, entre otros. Más de dos docenas de manifestantes judíos contra la guerra o por la liberación de prisioneros y secuestrados están detenidos por obstrucción del orden público.
También los jaredíes, judíos que rechazan la existencia del Estado de Israel por motivos religiosos, son apaleados sistemáticamente en la calle por patotas y soldados con total impunidad.
La persecución a los disidentes plantea un gran desafío para la clase obrera internacional, cuyo mayor interés debe ser diseminar la oposición a la guerra entre los judíos de Israel. Todo lo que contribuya a llevar la lucha y la guerra al interior del monstruo es un paso gigantesco a favor de la causa nacional palestina y contra la guerra mundial emprendida por el imperialismo.
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