La Nakba perdura

Escribe David Dolensky (desde Israel)

Tiempo de lectura: 4 minutos

Históricamente el movimiento sionista estableció colonias cerca de comunidades palestinas y aprovechó los conflictos bélicos para expulsar definitivamente a la población local. La guerra de octubre de 2023 marca una nueva etapa en la trágica historia de la Nakba (“catástrofe” en árabe) que perdura.

Mientras la atención del mundo se centra en el conflicto en Gaza, los colonos israelíes, respaldados por fuerzas militares, están ocupados con la deportación y el saqueo en Cisjordania. Su objetivo es claro: judaizar Cisjordania. El ejército colocó puestos de control por toda la región, cerrando las carreteras principales a los palestinos y restringiendo severamente su movimiento. Los colonos, respaldados por miembros del gobierno, han intensificado sus esfuerzos para expulsar a comunidades palestinas y familias agricultoras de sus hogares y tierras. Han explotado cínicamente la situación de guerra para promover su agenda política de terror étnico. Según informes de la organización de derechos humanos B'Tselem, en medio de la violencia y el miedo, ocho comunidades completas, donde residían 87 familias que suman 472 personas, incluyendo 136 menores, han tenido que abandonar sus hogares. En otras seis comunidades, 11 familias, con un total de 80 personas, incluyendo 37 menores, también se han visto forzadas a abandonar sus hogares desde el 7 de octubre.

Ruinas de Ein Samiya: Los colonos llevaron a cabo ataques durante cinco días consecutivos en el poblado antes de la evacuación 'voluntaria' de sus habitantes Ruinas de Ein Samiya: Los colonos llevaron a cabo ataques durante cinco días consecutivos en el poblado antes de la evacuación 'voluntaria' de sus habitantes.

Los residentes palestinos de Cisjordania se sienten indefensos ante el acoso organizado y armado de los colonos y el ejército, lo que los lleva a perder sus tierras y hogares. Las imágenes de casas quemadas y propiedades destruidas se han vuelto comunes en esta realidad desgarradora. La violencia sistemática y las amenazas constantes han generado un clima de miedo que ha paralizado a muchas comunidades.

Aunque las políticas de terror étnico han sido una constante desde el establecimiento del movimiento sionista en Palestina, han tomado diversas formas en distintos periodos. El año 2023, con el ascenso del gobierno de ultraderecha mesiánica, no sólo ha impulsado la colonización de territorios, sino que también ha legitimado la violencia de los colonos. Los pogromos ocurridos en Huwara el 26 de febrero y en Turmus Aya el 21 de junio, junto con la retirada forzada de los pobladores de Ein Samiya durante el mismo mes de junio, marcaron el inicio de esta nueva escalada en la Nakba continua.

La guerra de Gaza ha brindado una oportunidad estratégica a Israel para intensificar sus esfuerzos de expulsión de comunidades palestinas. La violencia creciente ha dejado a las comunidades palestinas temerosas por sus vidas y ha limitado severamente su capacidad de generar ingresos, obtener alimentos y agua. La población se enfrenta a la difícil decisión de abandonar sus hogares o quedarse en un entorno peligroso y hostil. La guerra ha exacerbado la situación humanitaria y ha creado una crisis de desplazamiento en Cisjordania, de proporciones que algunos comparan con lo vivido en la década de 1970, cuando miles de beduinos palestinos fueron expulsados.

La violencia de los colonos, particularmente en los últimos días, ha generado un ambiente extremadamente peligroso para periodistas y activistas internacionales e israelíes que suelen acompañar a los pobladores en Cisjordania. Enfrentan amenazas constantes, agresiones y la destrucción de equipos de reporteros. La cobertura de la escalada de violencia se ha vuelto un desafío peligroso.

La intimidación, las agresiones y las restricciones de movimiento han tenido un impacto significativo en la capacidad de los activistas y manifestantes para llevar a cabo protestas pacíficas. El 12 de octubre, en Jerusalén, un grupo de activistas que se manifestaba a favor del intercambio de prisioneros y en contra de la continuación de la guerra fueron asediados por militantes de derecha, lo que desencadenó una respuesta policial que utilizó la fuerza para silenciar a los manifestantes. Sorprendentemente, esta fue la única manifestación en contra de la guerra realizada en la ciudad, marcando un contraste notable con manifestaciones en contra de anteriores operaciones militares sobre Gaza, las cuales en general no fueron reprimidas por la policía.

Incluso las manifestaciones más icónicas están siendo censuradas debido al temor a la violencia policial y de los colonos armados. Un ejemplo de esto es la manifestación semanal que se lleva a cabo en el barrio de Sheikh Jarrah todos los viernes desde 2009, donde los activistas exigen el fin de los juicios de expropiación y deportación de ciudadanos árabes que residen en Jerusalén del Este. Desde el inicio de la guerra, esta manifestación ha sido suspendida debido al ambiente de miedo y represión que impera.

Esta alarmante escalada de violencia y represión en los territorios palestinos es un recordatorio a la comunidad internacional que no puede permanecer indiferente ante los horrores de la Nakba continua y la erosión de la libertad de expresión en la región.

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