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En la última nota escrita a raíz del debate en torno a la declaración nacional de PDT se hizo referencia a la problemática que surge al encarar el diálogo con las compañeras que se referencian en el feminismo y nos parece interesante empezar por este punto para aclarar ciertos conceptos.
En cuanto a la opresión de la mujer, sabemos que no compartimos la concepción sobre la raíz o surgimiento de la misma con el feminismo. Para las feministas, el problema radica en una cuestión superestructural a la que denominan “patriarcado”, un sistema ideológico que implicaría la desigualdad entre hombres y mujeres sin distinción de clase. Para nosotras, las socialistas, el problema central radica en la opresión de la clase capitalista sobre la proletaria. Pero las mujeres trabajadoras tenemos la particularidad de ser doblemente oprimidas: En lo que respecta a la producción en el mismo sentido que nuestros compañeros, pero también por el lugar que se nos demanda dentro de la familia obrera, como responsables de la crianza para reproducción de la mano de obra.
¿Por qué es importante este debate? Porque esto nos indicará qué pelea da cada movimiento, con qué métodos, con quién y contra quién lo hace.
Por mera deducción, es lógico que las feministas no encontrarán el enemigo en el Estado burgués. No lo entienden como el responsable de la miseria de las mujeres. Si el problema es superestructural o ideológico para ellas, la solución también la encontrarán de ese modo, y lucharán por derechos políticos o civiles para alcanzar la igualdad con los varones en ESTE régimen social, mediante reformas del mismo.
El feminismo no entiende al estado como nosotras, y obviarlo es un error garrafal. Cuando las feministas mencionan que el estado es responsable, lo que están denunciado es la falta de intervención del estado frente a la violencia contra la mujer. Entonces su salida es exigirle al estado más presencia, que aplique la ley Micaela, que se deconstruya, que incorpore más mujeres en los puestos de poder, etc. El feminismo considera que “el estado somos todos” y quien considera esto, está lejos de luchar contra él.
Nosotras, al contrario, consideramos al estado como una maquinaria de la que se sirve una clase dominante para oprimir a otra, puesta al servicio de los intereses de esta clase dominante, en determinado periodo histórico. Nuestra lucha es siempre CONTRA el estado burgués, en donde la lucha por derechos políticos y civiles es un medio para un fin. Esos derechos sólo nos brindarán herramientas para pelear codo a codo con nuestros compañeros de clase para conseguir derechos sociales y económicos que son, al fin y al cabo, los que mueven la balanza para el lado de los trabajadores.
Es erróneo decir que cuando las feministas se refieren a patriarcado lo asocian a “la violencia impulsada por el régimen y sus estados”. El patriarcado, para ellas, es el sometimiento de un sexo contra otro. De la supremacía del hombre sobre la mujer, el machismo materializado en una opresión que tiene un origen y un carácter social y cultural. El patriarcado, desde la concepción feminista, es precisamente superestructural e ideológico.
Si pretendemos aquí un debate franco con las compañeras que se reivindican feministas, quienes primero tenemos que tener claras estas diferencias somos nosotras. Cada concepto tiene que ser definido de manera estricta y no por una interpretación arbitraria para forzar una similitud con este movimiento, en función de abrir un debate. Es necesario advertir los límites del feminismo. No pasa por un mero “capricho”.
Patriarcado y capitalismo NO SON SINÓNIMOS, y pensar que sí, nos conducirá no solo a la adaptación al feminismo, sino a la derrota histórica de la mujer trabajadora. Si el patriarcado “cae” el capitalismo no caerá. Porque el patriarcado para las feministas es una ideología, no es un régimen social. Para debatir en “términos feministas” primero debemos tener claridad sobre esto. Para ellas, en ese sentido habría que abolir el patriarcado, lo que sería abolir la segregación ideológica sobre la mujer, erradicar el machismo.
Pero para que “caiga” el régimen capitalista hay que eliminar la propiedad privada, la división entre clases. Las mujeres que luchan contra el patriarcado, no se encontrarán mágicamente “dándole fin a un régimen de opresión de clases”. Lo harán únicamente si sacan la conclusión de que, para liberarse de toda opresión, hay que unirnos con nuestros compañeros de clase por la abolición del régimen de clases, en la lucha por la emancipación de toda la humanidad.
El estado no solo gobierna sobre nuestros úteros, el estado es el principal abortista porque nos somete a un régimen de pobreza, hambre y muerte, que está muy lejos de ser un lugar donde “defendamos la autonomía de nuestros cuerpos” y podamos elegir libremente lo que hacer con él.
El punto no es simplemente poder abortar, hay que ir a la raíz, a los motivos materiales por los cuales hoy la mujer tiene que abortar, además de las condiciones en las que lo hace.
Las mujeres no seremos menos oprimidas porque el aborto se legalice, así como tampoco seremos realmente libres de decidir. Hoy la mujer no es dueña de planificar su familia, ni tampoco de decidir cuándo abortar, por no tener por ejemplo un salario igual a la canasta familiar, o licencias por maternidad.
Si una mujer por quedar embaraza es echada de su trabajo y por ello decide abortar ¿podemos decir que realmente fue libre de tomar esta decisión? ¿no está condicionada de manera material? Si ella quisiera formar una familia no podría, ya que el sistema la obliga a abortar, por no contar con los medios materiales de subsistencia para ella y su bebé. Por eso aquí, es tan necesario unir la lucha irrestricta e incansable por el derecho al aborto legal, seguro y gratuito, con la defensa del derecho a la maternidad.
De lo mencionado se deriva la importancia del pliego de reivindicaciones de la mujer trabajadora, que contempla integralmente sus demandas como el salario igual a la canasta básica, las guarderías materno paternales, el aborto legal junto con anticonceptivos, entre otros. De ninguna manera puede ser dejado de lado en un intento de “diálogo” con el movimiento feminista sino todo lo contrario, es el que nos permitirá poner sobre la mesa los límites que conlleva luchar por igualdad política como un fin en sí mismo, cuando sabemos que esos derechos políticos o legales solo sirven como una vía que nos permite por la conquista de todas nuestras demandas.
En la declaración nacional del PDT se afirma que “No existen los gobiernos “feministas” bajo el régimen de clases porque el capitalismo no puede ir, en el mejor de los casos, más allá de la igualdad formal o derechos civiles y políticos”. Esta frase es, de mínima confusa, ya que estaría planteando que el feminismo puede ir más allá de la lucha por derechos políticos o civiles. Para nosotras todo lo contrario, uno de los límites del feminismo que venimos marcando reside en creer que bajo éste régimen de clases, a través de la conquista de derechos políticos, se podría conseguir la “liberación de la mujer”. Por este mismo motivo es que podría existir un gobierno que se llame “feminista” dentro del marco capitalista. Las feministas levantan como consigna la necesidad de la presencia de mujeres en los lugares de poder, más mujeres en el Estado, un ministerio de la mujer, paridad de género, en conjunto con la deconstrucción de los hombres, como soluciones frente a la opresión de género.
Sin ir más lejos, en Argentina, AF promete políticas que “peleen contra el machismo” como la promoción del lenguaje inclusivo, la ley Micaela para jueces y funcionarios; junto con una “mayor presencia del Estado” y más lugar en él para las mujeres (como si éste no fuera el responsable de la desidia) creando su propio ministerio.
Por supuesto, medidas que no le tocan un pelo a la estructura del Estado, y mucho menos al capitalismo. Son medidas superestructurales que ni se acercan a modificar nuestra realidad material y vuelven a poner al Estado burgués como aliado de las mujeres. En este momento ¡hasta el propio FMI promueve la perspectiva de género y la igualdad de salario entre hombres y mujeres para perpetuar su explotación!
Agotar la confianza en un “gobierno feminista” como salida a la barbarie a la que somos sometidas las mujeres es imprescindible, porque nuestro eje debe ser poner el foco sobre el origen estructural de la cuestión que ningún gobierno burgués se preocupará en resolver.
Lo que hay que demostrar en el movimiento de mujeres, es que el problema es material y de clase: No se trata de hablar con e o con o, ni de tener más o menos mujeres en el Estado. Creer que un marco de igualdad jurídica nos permitirá la liberación es un error que debemos exponer las veces que sea necesario.
La lucha es por el socialismo y con nuestros compañeros de clase, en contra del Estado burgués. Los derechos políticos que ganemos en el camino servirán, como dijimos anteriormente, como un medio para tal fin.
La única emancipación posible es en una sociedad sin división de clases. Dialogar no debe ser sinónimo de abandonar el carácter histórico que tienen los conceptos y las categorías. No es cierto que diluyéndonos en el feminismo y acomodándonos a sus categorías lograremos abrir un canal de diálogo con las compañeras. Así como tampoco es cierto que marcando nuestras diferencias seremos sectarios y quedaremos por fuera de la defensa de los derechos de las mujeres. En palabras de Altamira: “El proletariado no necesita diluirse en movimientos pluriclasistas para defender derechos de todas las mujeres sin excepción, ante cualquier manifestación de opresión o violencia, simplemente porque los derechos que defiende el proletariado son universales - la abolición de toda forma de opresión. Por eso mismo, es necesario desarrollar un fuerte movimiento de clase de la mujer, si ese movimiento quiere ser consecuente.” (Jorge Altamira, En Defensa del Marxismo n°48)
Saludos socialistas.