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La destrucción de las condiciones de vida de las masas en todo el mundo en esta crisis y decadencia histórica del capitalismo que estamos viviendo, que se vale de la agresión continua a la naturaleza para reproducirse, causa fundamental de la pandemia del coronavirus, y se agudiza de lleno con la guerra mundial imperialista que se está configurando en Ucrania y con una crisis humanitaria sin precedentes producto de esa guerra y de que, frente a la pandemia, los gobiernos capitalistas en todo el mundo privilegian el lucro capitalista por sobre la vida de los pueblos, nos replantea a los trabajadores el problema de la crisis de dirección de la clase obrera a nivel internacional.
En particular la juventud obrera sufre esa crisis en carne propia porque el gran capital intenta utilizarla, aprovechando su inexperiencia sindical, como masa de maniobra de las avanzadas patronales para las reformas laborales anti obreras, la precarización laboral extrema, el desconocimiento de convenios y organización colectiva en los lugares de trabajo, hasta incluso una aproximación a la esclavitud cuando vemos, por ejemplo, que incluyen en los planes educativos, como “la secundaria del futuro” del gobierno de Larreta, la obligación de que la juventud vaya a trabajar de manera gratuita a empresas privadas con la mentira de que les falta “cultura del trabajo” o una especie de “inserción temprana” al mundo del trabajo. Los pibes en los barrios ya laburan desde la adolescencia porque los salarios de sus familiares están destruidos, si es que tienen algún ingreso fijo, y no alcanzan para que puedan desarrollar plenamente su vida social y la de sus hijos. La razón principal del aumento de la deserción escolar, especialmente en la secundaria, es la necesidad de la juventud de salir a trabajar, aunque sea en negro por ser menores de edad en muchos casos, por una miseria salarial y sin horarios definidos. Otro factor importante de la deserción escolar es el vaciamiento de la educación pública como política de los gobiernos nacional, provinciales y de la Ciudad, que en plena cuarentena no garantizaron conectividad y dispositivos para las familias sin acceso a esos servicios. Esto plantea la necesidad de la juventud de agruparse para luchar por becas de estudio que realmente cubran todas sus necesidades sociales y en defensa de la educación pública, que es la lucha por el derecho a la educación.
La juventud obrera se desenvuelve y hace frente a su realidad con mucha fuerza, cuando vemos a chicos de los barrios formarse como albañiles, o cuando otros tantos salen a pedalear casi sin descanso cumpliendo tareas como repartidores, muchas veces perdiendo la vida en accidentes de tránsito por los ritmos de trabajo que imponen las aplicaciones de entrega rápida que desconocen la relación laboral y cualquier riesgo del trabajo. Los matan con el régimen laboral y luego se desentienden de cualquier indemnización culpabilizando al repartidor. Y aún en esas condiciones terribles los compañeros se dan los métodos y las formas de organización sindical como vemos en el afloramiento de distintos agrupamientos que organizan medidas de lucha para que sea reconocida la relación laboral, lo que les permitiría acceder a un salario básico y no trabajar por “tarifas” o bajar los tiempos de entrega. Este cuadro que enfrenta la juventud obrera combinado con el accionar represivo del estado en los barrios, cuyo principal objetivo siempre son los jóvenes que naturalmente tienden a rebelarse ante las condiciones de vida que nos quieren imponer, recordemos el caso de Luciano Arruga cuyos familiares denuncian que fue asesinado por la bonaerense por no querer robar para ellos, o el reclutamiento de niños por parte de las bandas ligadas al narcotráfico, hacen que un sector de la juventud (y no solo la juventud) recurran a la evasión de esa realidad, y es desde esa comprensión que debe abordarse el problema de las drogas, en primer lugar luchando contra la persecución a los jóvenes mediante el planteo de la despenalización del consumo personal. Necesitamos medidas que puedan ser efectivizadas por un gobierno de los trabajadores para desarrollar un programa político socialista. Las estadísticas oficiales marcan, solo a modo de ejemplo, un aumento exponencial de casos de judicialización y encarcelamiento por consumo personal en el sur de la ciudad de Buenos Aires.
Un régimen político que se cae por sus propias contradicciones y entra en una crisis de poder, como vemos en las disputas de aparato, pensando en las elecciones nacionales del 2023, tanto en el gobierno nacional como en la oposición patronal del macrismo y Milei, y en la bancarrota del Estado disimulada con el acuerdo colonial con el FMI, necesita una juventud domesticada para su supervivencia. Fantasean los políticos patronales cuando piensan que pueden lograr someter a la juventud en medio de una época de guerras y revoluciones que nos trae el agotamiento histórico del capitalismo mundial. El Argentinazo del 2001, o más recientemente la rebelión popular en Chubut el año pasado contra la megaminería, nos mostró que ni bien la juventud ve la oportunidad de rebelarse contra el poder político, se subleva aún sin organización o dirección política reconocida. A 54 años del Mayo Francés está planteada más que nunca la organización política socialista y revolucionaria de la juventud obrera en todo el mundo desde sus propias reivindicaciones históricas, en primer lugar contra la masacre de los pueblos que nos trae la guerra imperialista.