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Javier Milei se jactó de haber concurrido al Foro Mundial de Davos con una comitiva ´reducida´ y en un avión de línea, para ahorrar dinero. A juzgar por lo que dijo en su discurso, hasta un viaje en la bodega de un barco de carga hubiera resultado un derroche de recursos. En un Foro donde se reúnen los artífices de la guerra, la opresión de naciones, la explotación laboral y la depredación del planeta, pero siempre en nombre de la “cooperación, el crecimiento y el empleo”, sus asistentes debieron escuchar al más impostor de todos los impostores.
Milei les dijo que “el Estado no es la solución, sino el problema”. Ello,, después de haberse servido de todo el poder del Estado argentino para confiscar los ingresos del trabajo. Mientras habilita el aumento en los precios de la salud, el transporte y la energía -todos ellos manejados por monopolios, o sea, sin ´competencia de mercado´ alguna- el gobierno Milei pisa las jubilaciones con la bota de un decreto. Esta es la cuestión que negocia en estas horas con la oposición parlamentaria -una amputación en los ingresos previsionales que, según lo prometido al FMI, debe rondar los 2500 millones de dólares en 2024-. Ese despojo llevará a los trabajadores pasivos a una crisis humanitaria, según acaba de advertirlo Eugenio Semino, el defensor de la tercera edad. Semejante arrebato “estatal” será efectuado para cumplir con un “supra Estado”, el Fondo Monetario Internacional. Para avanzar en ese propósito, Milei amenaza con un gobierno por decreto y una dictadura civil, para terminar con el derecho de reunión, de manifestación y, principalmente, con el derecho de huelga. En el servicio al capital, es el más estatista de todos los mandatarios que desfilará por Davos.
Para mostrarse doctrinario, Milei en Davos ´reprendió´ a los capitalistas, por su adscripción a las ´ideas del Estado´ e incluso del ´socialismo´. Pero los pillos que estaban en la platea lo miraban con sorna y aplaudieron tibiamente su discurso. Milei le recomendó a la clase capitalista “dejar atrás al Estado” cuando la sobrevivencia de esa clase está aferrada como nunca a la acción del Estado. Hace ya un siglo y medio que la competencia capitalista y el librempresismo agotó sus posibilidades históricas; precisamente, cuando terminó de integrar a toda la geografía del planeta al capitalismo. Desde entonces, la ´libre competencia´ ha dejado paso a la riña de los monopolios capitalistas y sus Estados por el mercado mundial. Su traducción es la guerra, el despotismo y la reacción política. En medio de una guerra mundial con varios frentes y en un mundo con 750 millones de hambrientos (¡20 % de crecimiento en el último lustro) el ignorante libertario saludó a un mundo “más libre, próspero y pacífico que en cualquier otro momento de la historia” (sic).
Milei asocia al estatismo capitalista con el “socialismo”: no, el estatismo es una manifestación de decadencia de su propio régimen social. El intervencionismo keynesiano tuvo que salir al concurso de los capitalistas para rescatarlos de la depresión y de las crisis, de un lado, y de la revolución social, del otro. Los Estados nacionales son los grandes clientes del ´sistema internacional de la deuda´, a igual título que lo eran los Estados absolutistas de los primeros usureros, hace cinco siglos atrás. En su etapa senil, el capitalismo reproduce sus rasgos infantiles.
Pero sería una monumental concesión atribuirle a Milei la condición de abanderado, si se quiere tardío o ingenuo, del liberalismo. Milei y los suyos no representan otra cosa que una pandilla de negocios: detrás de la kilométrica ley ómnibus -una "súperrecontrarregulación"- anidan intereses ´con nombre y apellido´: Cresud (Elsztain) y Caputo en la ley de Bosques, Techint en la energía, Swiss Medical y tres más en las prepagas. Detrás de la libertad financiera y de circulación de monedas, asoma la banda de lúmpenes y criptooperadores conocida como “banca en las sombras”, naturalmente, unida por mil vínculos a la “otra” banca, la regulada y formal.
Milei, finalmente, cometió dos fraudes. Uno: deliberadamente, confundió a la lucha extraordinaria de la mujer trabajadora por sus derechos (y no sólo en Argentina), con la estatización de esa causa por parte del seudoprogresismo; dos: presentó a la denuncia de la depredación capitalista del medio ambiente como una agenda exclusiva de los ´foros internacionales´, que han fracasado miserablemente en la reducción de emisiones contaminantes y otros propósitos. Milei, en este punto, actuó como un chirolita de Trump, sin siquiera tener detrás de él a la ´vieja´ burguesía norteamericana.
En el foro de los mayores enemigos de la clase obrera, donde el “fin de la historia” ya fue proclamado muchas veces, Milei trajo a escena a un fantasma siempre presente: el del socialismo. Como ocurre con los fascistas de su laya, le atribuyó al socialismo “100 millones de muertes”. Son las que perpetraron las grandes potencias imperialistas en sus guerras de rapiña y en su lucha para impedir la emancipación de los explotados. En medio de un impasse histórico del capitalismo, lo que flota en los foros del capital es el temor a las situaciones revolucionarias. Arriba de Milei, en Argentina, sobrevuela el mismo ´fantasma´.
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