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A menos de un mes del supuesto retorno a clases dispuesta en la resolución tomada por el rectorado los primeros días de abril, ha quedado en evidencia que el calendario impuesto ha sido una pantomima del rectorado. El propio ministro Trotta ha señalado que, por lo menos, hasta después del receso invernal no habrá vuelta a las aulas. Mientras tanto, la educación virtual naufraga en medio del congelamiento presupuestario y la consecuente ausencia de cualquier plan para darle viabilidad, a más de un mes de que ésta haya comenzado.
La cursada semi presencial, de la forma dispuesta por las autoridades, había establecido desde un principio que cada facultad quedaría a libre albedrío en relación a si desarrollar o no clases en el formato virtual. En la práctica, esto se tradujo como la ausencia de un plan integral y, fundamentalmente, de recursos materiales para llevar a cabo la cursada. La situación de las facultades quedó a su suerte. En casos como Sociales y Filosofía y letras, apenas existen campus virtuales - docentes y estudiantes se las vienen arreglando por medio de la utilización de otras plataformas que corrientemente colapsan (Zoom, YouTube, teóricos escritos, foros de consulta, etc.) -; en facultades como FADU, la dificultad o imposibilidad de trasladar los contenidos a la virtualidad, no cuentan con ningún plan alternativo. En este contexto, el esfuerzo en contra de la "deserción" ha recaído en los docentes, ya de por si ultra precarizados y a los que no se les ha garantizado ninguna capacitación ni herramientas de trabajo.
El anuncio del mes pasado sobre el corrimiento del calendario académico puede leerse como un aporte de la UBA a la política de levantamiento de la cuarentena, por parte del gobierno. Sin embargo, lo cierto es que dicha medida cae por sus propias contradicciones. Un retorno a la cursada presencial en las condiciones actuales puede convertir a las facultades en focos de contagio y diseminación del COVID-19, acrecentando la crisis nacional.
La arbitrariedad de las autoridades pone de manifiesto la necesidad de un debate por parte de los estudiantes y los trabajadores de la educación a fin de garantizar la misma en el contexto actual. La pandemia potencia y pone sobre la mesa el vaciamiento en que se encuentra la UBA desde hace años: la ausencia de becas masivas para todos los estudiantes que las necesiten, las condiciones laborales leoninas de los docentes, la superpoblación por clase a causa de la ausencia de la cantidad necesaria de comisiones, la crisis edilicia, entre otros. La comunidad educativa debe defender la continuidad de la cuarentena para salvaguardar nuestras condiciones de salud, de la mano de la exigencia de un plan integral para el desenvolvimiento de la cursada virtual en esta etapa, que incluya la garantía de una de plataformas como un medio provisto por la universidad o las facultades para el dictado de clases, capacitaciones pagas, aumento y cláusula gatillo para docentes, salario para los ad honorem, debate conjunto con los estudiantes sobre los medios de evaluación, desdoblamiento de comisiones, de la mano de la incorporación masiva de docentes que puedan hacerse cargo de ellas y, principalmente, aumento inmediato del presupuesto universitario para llevar adelante este pliego reivindicativo. Esto es lo que hemos propuesto en la reunión abierta de la comisión directiva del centro de FFyL, en la asamblea de Veterinaria y en exactas, señalando la necesidad de convocar a que los estudiantes intervengan en esta etapa. Al rol antidemocrático que, una vez más, ha quedado expuesto por parte de las autoridades, tenemos que oponer la deliberación de estudiantes, docentes y no docentes ya no únicamente de cara a la pandemia sino sobre el carácter de la educación en general.