Escribe Olga Cristóbal
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El gobierno de Joe Biden se ha puesto al frente de la ofensiva contra los estudiantes norteamericanos que defienden la causa palestina y denuncian la complicidad de su gobierno con el genocidio en Gaza y Cisjordania. Orillando el ridículo, Biden declaró mayo como “el mes del Patrimonio Judío Estadounidense” y afirmó “el antisemitismo no será la historia de nuestro tiempo”, mientras la policía detenía a unos 300 miembros de una organización antisionista, la Jewish Voice for Peace (Voz Judía por la Paz), que celebraban un seder de Pesaj frente a la casa del jefe del bloque demócrata en el Senado, Chuck Schumer. En la mayoría de las universidades, estudiantes y organizaciones judías codirigen la rebelión de los campus contra el genocidio sionista. No hay cómo imputarles antisemitismo.
En la noche del lunes, la policía de Nueva York, entrenada por la policía israelí, del mismo modo que la de Buenos Aires, Santa Fe y tantas otras de la Argentina, desalojó brutalmente el Hamilton Hall del campus de Columbia, que los estudiantes habían ocupado y rebautizado Hind Rajab, un nene de seis años asesinado junto con su familia en Gaza. Durante medio siglo, los estudiantes se han atrincherado allí en sus grandes combates contra la guerra de Vietnam y el apartheid en Sudáfrica. Las autoridades habían cerrado el campus por completo, incluso para la prensa, y habían anunciado que comenzaría la expulsión de quienes permanecieran allí.
Por otra parte, grupos sionistas presentaron una demanda colectiva contra los administradores de Columbia por no desmantelar el campamento y “negar así a los estudiantes judíos un entorno seguro para el aprendizaje”, hecho desmentido por infinidad de testimonios de alumnos judíos.
Los demócratas también pidieron el desalojo. El lunes, una delegación de demócratas del Congreso, que incluía al líder de la mayoría de la Cámara de Representantes Steny Hoyer y al líder de los juicios políticos contra Trump, Adam Schiff, envió una carta al Consejo Directivo de la Universidad de Columbia exigiendo que tomaran medidas contra los estudiantes o renunciaran: “El tiempo para las negociaciones ha terminado, el tiempo para la acción es ahora”, amenazaron.
Al desalojo de Columbia “siguieron refriegas, detenciones y se cancelaron clases en al menos 25 campus de 21 estados del país” (CNN 1/5). En Los Ángeles el campamento de la UCLA fue atacado durante la noche con bombas incendiarias y a palazo limpio por una patota con banderas de Israel ante los ojos de la policía, que se limitó a filmar el ataque. Horas después, desalojaron a los estudiantes. La UCLA “prefiere vernos muertos a desinvertir” en las empresas israelíes, denunció después un comunicado del People's City Council, el colectivo de organizaciones que sostenía el campamento de solidaridad con Palestina de la UCLA. “Fuimos atacados con garrafas de gas, gas pimienta, ladrillos y bombas incendiarias durante toda la noche”, dicen.
En la Washington University de Sant Louis, entre los detenidos está la candidata presidencial del Partido Verde, Jill Stein, una judía de 75 años, que aunque tiene un par de costillas averiadas enfrenta cargos por golpear a la policía, del mismo modo que un centenar de estudiantes.
La revuelta estudiantil es tan virulenta que las autoridades académicas, atenazadas por el gobierno y el lobby sionista por un lado y por las exigencias de que respeten la libertad de expresión, solo creen que la llegada de las vacaciones puede descomprimir la situación.
Las protestas en todo el país develan un giro histórico de la juventud y amplios sectores “progresistas” que habitualmente votan al partido Demócrata. Esos estadounidenses “que abrazan la causa palestina como nunca antes, conjurando presiones políticas que podrían desafiar el apoyo bipartidista a Israel, establecido desde hace mucho tiempo” (CNN 1/5).
Las protestas, además, “están inyectando un nuevo elemento incendiario en un año electoral que ya amenaza con llevar la unidad nacional a un punto de ruptura” y se han convertido “en el último punto álgido del debate interno demócrata sobre la guerra”.
Donald Trump no pierde oportunidad de criticar la ineficacia de Biden para aplastar al movimiento estudiantil: "Tenemos que detener el antisemitismo que está invadiendo nuestro país en estos momentos, y Biden tiene que hacer algo", dijo a la cadena Fox. Trump es apoyado por grupos supremacistas blancos que afirman que los judíos están tratando de apoderarse de Estados Unidos.
Los republicanos de la Cámara de Representantes, que impulsaron las requisitorias a las autoridades académicas de las universidades y precipitaron la renuncia de las presidentas de Harvard y Pennsylvania, ahora han iniciado una investigación so capa de la discriminación a estudiantes judíos con el objetivo de impedir que sigan recibiendo subvenciones federales. El presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, prometió utilizar «todas las herramientas disponibles» para presionar a las universidades. Johnson estuvo acompañado por los presidentes de seis comités con jurisdicción sobre una amplia gama de programas gubernamentales, incluidas las becas de la Fundación Nacional de Ciencias, las becas de investigación sanitaria, los visados para estudiantes internacionales y el código fiscal de las universidades sin ánimo de lucro. Ya están citados a declarar en mayo los administradores de Yale, UCLA y la Universidad de Michigan (AP 1/5).
“La verdadera cuestión es si los demócratas pueden volver a presentarse como la mano firme al timón”, dijo Dan Sena, un veterano estratega demócrata. “Cosas que crean un caos nacional como ésta hacen que eso sea más difícil de hacer”.
Las escaramuzas electorales fueron dejadas de lado la semana pasada, cuando republicanos y demócratas votaron juntos un proyecto de ley con un presupuesto descomunal que Biden promulgó el fin de semana pasado para financiar la guerra entre Estados Unidos y la OTAN contra Rusia, el genocidio en Gaza y el conflicto en desarrollo con China.
El programa de la guerra imperialista, como todas las que la antecedieron, tiene como condición indispensable cancelar los derechos democráticos de quienes se oponen a ella. Pasa en Nueva York, en París, en Berlín, en Roma.
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