Escribe Norberto Malaj
Antisemitas “Cristianos Unidos por Israel”.
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Supo afirmarse durante mucho tiempo que el principal lobby a favor del respaldo incondicional de EE.UU. a Israel se encontraba en la amplia diáspora judía. Hace poco un ex embajador israelí en EE.UU., Ron Dermer, llamó la atención de que su país debería preocuparse menos por lo que piensan los judíos estadounidenses y concentrarse en los cristianos evangélicos, como la “columna vertebral” del apoyo al Estado judío. El hombre tenía en mente al pastor de la megaiglesia de Texas, John Hagee. que fundó Cristianos Unidos por Israel (CUFI), que “cuenta con 11 millones de miembros, ha tenido una influencia significativa en la política del partido republicano y en el endurecimiento del ya fuerte apoyo de Washington a Israel” (The Guardian, 5/3). Hagee impulsa leyes contra el aborto en EE.UU.
A la actual coalición de gobierno ultraderechista no le hace asco que el CUFI defienda “puntos de vista antisemitas, incluido llamar a Hitler un ´judío mestizo´ que fue enviado por Dios para llevar al pueblo judío a Israel. También ha sugerido que los judíos se acarrearon siglos de persecución al desobedecer a Dios” (ídem).
Nada de eso desanimó al primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, de dirigirse a una cumbre de CUFI en Washington en 2019.
La tesis de Ron Dermer de reforzar los vínculos con estos sionistas cristianos y antisemitas se sostiene en que “los judíos estadounidenses se han vuelto cada vez más críticos con la desviación de Israel más hacia la derecha” (ídem).
En su momento el embajador de Trump en Israel, David Friedman, reforzó la tesis de Dermer. Dijo que los cristianos evangélicos “apoyan a Israel con mucho mayor fervor y devoción que muchos en la comunidad judía”. Por otro lado, señaló que “los sionistas cristianos también votan abrumadoramente por los republicanos, mientras que las encuestas muestran que la mayoría de los judíos estadounidenses no lo hacen” (ídem).
No es casual que Biden no haya cumplido con ninguna de sus promesas de campaña: ni retrotraer la instalación de la embajada yanqui en Jerusalén, ni forzar al régimen sionista a poner freno a la política de ampliación de los asentamientos sionistas en la Cisjordania.
“El sionismo cristiano, particularmente de la variedad que se ha vuelto predominante entre los cristianos evangélicos estadounidenses en las últimas décadas, ve el control y asentamiento judío en toda la tierra de Israel -es decir, en toda la Palestina histórica- como un requisito para cumplir sus profecías” (ídem).
Como se ve, el mesianismo sionista y el evangélico se parecen como dos gotas de agua. Pretenden justificar sus fechorías en la Tierra recurriendo a salmos bíblicos que cada cual interpreta a piaccere.
Mientras la derecha israelí se codea con los trumpistas-antisemitas de EE.UU., se informa que “los ataques antisemitas han aumentado a niveles sin precedentes en EE. UU., según la Liga Antidifamación: el mes pasado las agencias de seguridad advirtieron a las comunidades judías que estuvieran en alerta máxima antes de un ´Día Nacional del Odio´ organizado por grupos extremistas antisemitas” (Allison Kaplan Verano, Haaretz, 7/3).