A 80 años del Día D, el imperialismo encubre sus crímenes

Escribe El Be

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Los líderes máximos de las principales potencias occidentales se congregaron el pasado 6 de junio en Normandía en la conmemoración del octogésimo aniversario del desembarco de las fuerzas aliadas durante la Segunda Guerra Mundial. Allí estuvieron el presidente estadounidense Joe Biden y el francés Emmanuel Macron, junto con el rey Carlos III del Reino Unido, en un acto realizado por parte de quienes se identifican como los guardianes mundiales de la democracia. Los discursos, pronunciados en función de la guerra imperialista de la OTAN, fueron acompañados por un encubrimiento sobre los crímenes acontecidos hace ochenta años en aquella misma región, donde las fuerzas aliadas llevaron adelante una verdadera masacre de civiles a través de una serie de bombardeos precisamente ejecutados. La historia de los bombardeos a civiles en el norte de Francia cumple ochenta años de silencio por parte de los líderes mundiales de occidente, incluidos los propios mandatarios franceses.

Día D, bombardeos antes y después

“Durante los tres meses que siguieron al Día D, casi 18.000 civiles franceses murieron a manos de bombarderos británicos y estadounidenses, casi dos quintas partes de los 51.380 muertos por los bombardeos aliados durante la guerra”, dice un reciente informe publicado en el The New York Review of Books (20/06). En la madrugada del 15 de junio de 1944, más de una semana después del desembarco aliado, la población de la comuna francesa de Évrecy, en el distrito de Caen que se ubica en la región de Baja Normandía, fue atacado por 223 bombarderos Lancaster y 100 bombarderos pesados Halifax, además de 14 bombarderos ligeros Mosquito de la Royal Air Force de Gran Bretaña. La justificación del bombardeo por parte de los británicos residía en que en esa comuna se encontraba el cuartel general de la Duodécima División Panzer de la Wehrmacht. Sin embargo, el resultado fue que la muerte de civiles en relación a la de soldados tuvo una proporción más alta que cualquier otra durante la Batalla de Normandía. Un poco más al sur, en la comuna de Aunay-sur-Odon, donde no había ningún objetivo militar, se produjeron nuevos bombardeos que exterminaron a una décima parte de la población total.

Un verdadero infierno también cayó del cielo sobre las tierras de Caen, la capital de Normandía. La metodología empleada fue la misma que en las otras comunas. Un informe de El Confidencial (5/8/19) explica que existió un debate entre la comandancia aliada acerca del tipo de bombardeo a consumar: “por una parte, cabía la opción selectiva, consistente en centrar los raids hacia elementos estratégicos; la otra estribaba en lluvias totales e intensivas de obuses, como a la postre acaeció, con el resultado de seiscientas mil bombas sobre Caen y la pérdida de tres mil de sus habitantes, el 3,5 % de su grueso demográfico, cifra menor hasta cierto punto y aliviada por el caos generado durante esas seis semanas, con infinitud de personas a la fuga, desesperadas en su restringida libertad a causa de la nula previsión de las autoridades a la hora de evacuar el perímetro urbano (...)”.

Otra de las masacres se produjo en la comuna de Le Havre, más alejada aún de la zona de desembarcos. Allí, a principios de septiembre, se desató “el más terrible bombardeo de esa fase de la Segunda Guerra Mundial”, sobre una población de cuarenta mil ciudadanos que se encontraban con todas las salidas de la ciudad bloqueadas. “En dos horas, quinientos bombarderos lanzaron cinco mil toneladas de explosivos y doscientas mil bombas de fósforo. Diez mil inmuebles fueron reducidos a la nada, fenecieron dos mil personas y más de ochenta mil se vieron afectadas por la destrucción del 82 % de la urbe”.

Además de los 18.000 civiles masacrados por las miles de toneladas de bombas lanzadas por los aliados, algunos historiadores advierten también sobre el éxodo masivo de personas que huyeron de las bombas. “'Calculamos cien mil' después de la primera noche de bombardeos”. Pero la masacre de civiles en Francia es muy superior si se tienen en cuenta las matanzas producidas por los bombardeos aliados antes del Día D. En el libro de Antony Beevor, “El Día D. La batalla de Normandía” (2009), se calculan en casi 20.000 los muertos civiles, pero “a estas cifras hay que añadir los 15.000 muertos y los 19.000 heridos de los primeros cinco meses de 1944, durante el bombardeo preparatorio de la Operación Overlord. Los 70.000 civiles muertos en Francia por la acción de los aliados en el curso de la guerra son motivo de honda reflexión, y más si tenemos en cuenta que esta cifra excede el número total de víctimas británicas a causa de los bombardeos alemanes”. A los bombardeos deben añadirse los atropellos llevados adelante por las fuerzas terrestres aliadas: “el saqueo y el daño innecesario llevados a cabo por los soldados aliados sólo vinieron a añadir más amargura en el mar de fuertes emociones mezcladas que muchos sintieron con la llegada de la liberación. Algunos murmuraban que habían recibido mejor trato de los alemanes” (ídem).

En este cuadro, el imperialismo británico tenía el temor de que los bombardeos y la matanza de civiles pudiera generar una reacción de resistencia contra las fuerzas aliadas. En 1944, el presidente británico Winston Churchill escribió una carta a su par estadounidense, citada en el libro de Beevor, advirtiendo sobre “el mal efecto que pudieran causar en la población civil francesa estas matanzas perpetradas (…), producirían una gran revulsión en el sentimiento de los franceses hacia la llegada de sus liberadores estadounidenses”. Franklin D. Roosevelt, sin embargo, se mostró implacable: “rechazó firmemente su petición el 11 de mayo: 'Por lamentable que sea la consiguiente pérdida de vidas humanas, no estoy dispuesto a imponer desde aquí ninguna restricción a la acción militar emprendida por los mandos responsables”. Las preocupaciones de Churchill se mantuvieron e intentó “poner un límite de diez mil bajas civiles y deseaba que, una vez alcanzado ese punto, cesaran los bombardeos”.

El “terror aliado”

Pero esta masacre de civiles no fue una excepción en Francia. El mismo número de civiles italianos también murieron a causa de los bombardeos aliados, “dos tercios de ellos después de que se firmara el armisticio en septiembre de 1943”, afirma el artículo de The New York Review of Books. Las acciones criminales de los aliados contra la población civil al final de la Segunda Guerra Mundial fueron parte crucial de la estrategia contrarrevolucionaria del imperialismo, que tenía por objetivo desmoralizar a la población y sofocar toda posible organización y levantamiento popular y someter a los países derrotados al dominio de las potencias aliadas, frenando la marcha del Ejército Rojo hacia el centro de Europa. Se trató de una política de terror sembrado por el asesinato en masa de la población civil, que tuvo un objetivo político preciso: evitar que se replicara el desenlace de la Primera Guerra Mundial: primero con la revolución (exitosa) en Rusia y (frustrada) en Alemania, y luego con el “bienio rojo” de 1919-1920, cuando la llama de la revolución encendió todo Europa. Las masacres de la población civil al final de la Segunda Guerra Mundial tuvieron el objetivo de desmoralizar y paralizar a los pueblos para impedir que ellos mismos fueran los que se sacudieran el yugo que los oprimía.

El acontecimiento más conocido de esta política se produjo en agosto de 1945, con el bombardeo atómico sobre Hiroshima y Nagasaki, cuya planificación determinó con precisión que no se trataba de blancos militares. Su objetivo no era otro que la de sembrar el terror entre los civiles. En las actas del llamado “Comité del blanco” (encargado de “seleccionar” las ciudades sobre las que se lanzaría la bomba), se sostenía: “de importancia vital es que la bomba sería usada con el fin de aterrar, para ‘causar el mayor daño psicológico’”.

Entre el bombardeo atómico sobre Hiroshima y Nagasaki y los bombardeos en el norte de Francia hay un hilo de continuidad, que atraviesa muchas otras ciudades y poblaciones afectadas. En la noche del 13 al 14 de febrero de 1945 cayeron sobre la ciudad de Dresde, en Alemania, más de 3.000 bombas de fragmentación, 250 bombas incendiarias pesadas y otras 400.000 “pequeñas” en tan solo cuatro horas, con un resultado de 135.000 muertos. Los bombardeos se replicaron en las principales ciudades japonesas, donde los norteamericanos descargaron miles de toneladas de fósforo blanco y de napalm en las áreas más pobladas, que continuaron incluso después del armisticio, ya que el flamante presidente norteamericano, Harry Truman, siguió dando su aprobación para que se prosiguiera bombardeando a las ciudades del Japón. Se calcula en medio millón de japoneses asesinados por la lluvia bombas norteamericanas entre de marzo y agosto de 1945.

Los paladines de la “democracia” imperialista superaron con creces a los bárbaros bombardeos de los nazis sobre Londres y Coventry. La masacre perpetrada contra la población civil no fueron “daños colaterales” de la lucha contra el nazismo, sino que tuvo una precisión quirúrgica y metódica. La misma preocupación que tuvo Churchill en 1944 atormentó al Secretario de Guerra norteamericano, Henry Stimson, en 1945, quien escribió que “le dije al presidente que me encontraba preocupado del aspecto de la guerra porque no deseaba que los EEUU adquiriera la reputación de haber sobrepasado las atrocidades cometidas por Hitler” (citado por The Economist, 5/8/95).

Encubrimiento

El encubrimiento de los líderes imperialistas sobre las masacres perpetradas por las fuerzas aliadas se mantiene incólumne hasta el presente. En Francia, los sucesivos presidentes han guardado un oportuno silencio sobre estas masacres, comenzando por quien gobernaba el país cuando se produjeron las mismas, Charles de Gaulle. “Que yo sepa, [De Gaulle] nunca protestó”, dice el historiador Andrew Knapp. Por otra parte, el director del Memorial de Caen, Stéphane Grimaldi, aseguró que “De Gaulle nunca vino a las playas ni a las conmemoraciones del Día D, ni rindió homenaje a sus compatriotas muertos en los bombardeos”. Recién en 2014, el entonces presidente François Hollande se refirió a las víctimas civiles en su discurso de conmemoración del septuagésimo aniversario del Día D. Este año, sin embargo, Macron evitó hacer cualquier referencia en su reciente acto junto a Joe Biden.

El encubrimiento se ha extendido incluso a sectores de la izquierda. El Partido Comunista Francés, que gobernó Le Havre de 1965 a 1995, jamás se refirió a las masacres ni a los bombardeos aliados. Incluso algunos “trotskistas”, como Nahuel Moreno, caracterizaron a las “democracias” europeas que se construyeron sobre la base del terror sembrado con miles de toneladas de bombas sobre la población civil, como una “revolución democrática”. Fueron, en verdad, las “hijas del terror” contrarrevolucionario del imperialismo contra los pueblos.

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