Escribe Aldana González
También secuestra barcos que no están en la lista de sancionados.
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En menos de dos semanas, Estados Unidos ya ha incautado dos buques petroleros y hay información sobre un tercero.
Estas acciones ocurren después de que Donald Trump declarara un bloqueo marítimo para detener a los buques sancionados que entren y salgan de Venezuela con petróleo.
La figura del “bloqueo” está cuestionada por ser una acción de guerra, pero eso es algo que poco le importa a Trump. En la retórica de Trump la lucha contra el “narcotráfico” pasó a un segundo plano, y ahora de lo que se trata -según él- es de recuperar el petróleo venezolano que fue nacionalizado en 1976 y las empresas que fueron expropiadas en el gobierno de Chávez. La nacionalización del 76 fue ejecutada por el presidente Carlos Andrés Pérez, con una suculenta indemnización, en el marco del gran embargo petrolero decidido por la OPEP (de la que Venezuela forma parte).
Trump tampoco se limita a secuestrar buques “sancionados”. El segundo buque, el Centuries, es un tanquero con bandera panameña de origen chino, sin sanciones, secuestrado por la Guardia Costera pocos días después de la primera incautación.
Es tercer buque sería el Bella 1, con un historial de movimientos en la flota fantasma que traslada crudo de países sancionados. El bloqueo a partir del mar Caribe está vinculado a la pretensión de Trump de recuperar el canal de Panamá y anexar a Groenlandia, como lo ha hecho explícito en la última semana. No se trata solamente de una Doctrina Monroe, sino de un avance contra la Unión Europea (Groenlandia se encuentra bajo la tutela de Dinamarca), y contra China y Rusia, dos estados muy activos en los mares del norte.
Nicolás Maduro ha ordenado a la Armada que escolte a los cargueros, pero ese seguimiento solo se hace en aguas territoriales, a lo sumo hasta la zona económica exclusiva, mientras que los secuestros se llevaron a cabo en aguas internacionales. La escolta militar a buques comerciales podría ser instrumentada por el imperialismo norteamericano para iniciar una contienda militar. La gravedad de los acontecimientos ha llevado a China y a Rusia a reclamar la convocatoria del Consejo de Seguridad de la ONU, sin mayores resultados. Los acontecimientos en el Caribe se encuentran condicionados a las alternativas de la guerra de la OTAN-Rusia en Ucrania, ante el impasse de las propuestas formuladas por Trump. Aunque la proyección militar de China en el continente americano es inexistente, la prensa de ese país ha advertido que los ejercicios militares recientes de las Fuerzas Armadas están vinculados a un escenario de guerra en el Caribe (SCMP, 24.12).
Lo cierto es que desde que el Comando Sur se asentó en el Caribe, el comercio exterior de petróleo se ha paralizado debido a los costos en seguros que significa operar en estas condiciones, lo cual restringe gravemente el ingreso de divisas y dispara la inflación.
China ha condenado públicamente el secuestró al menos un buque y dos cargas de petróleo a su país. El crudo venezolano representa el 7% de las importaciones de petróleo de China. Se espera que aumente el precio de los combustibles en Asia como consecuencia de esta piratería, en un marco de caída de la demanda internacional.
Rusia ha criticado las incautaciones y acusado a Estados Unidos de utilizar su poder militar y financiero para apropiarse de recursos ajenos.
Gustavo Petro ha cambiado de retórica, con un planteo que lo acerca al de Milei y Kast, como es el llamado a “elecciones libres” y a combatir al imperialismo con “más democracia y menos alistamiento”. Le propone a Trump un “bloqueo a los narcos” dando entidad a su combatir al narcotráfico, mediante la violación de la soberanía de los países afectados, en especial de México, incluso Colombia. Petro libra una guerra contra el ELN y las disidencias de las FARC, en base a esa premisa.
Durante una cumbre del Mercosur, Lula advirtió que una intervención armada en Venezuela sería “una catástrofe humanitaria”, pero también apoyó el escenario de una guerra, si es librada contra el narcotráfico. El narcotráfico es la cobertura del imperialismo para justificar la militarización de América Latina, bajo la dirección del Comando Sur del Pentágono.
Haciendo caso omiso a los bombardeos a barcazas que se cobraron la vida de más de 100 civiles en aguas del Pacífico y el Caribe, y del bloqueo aéreo y marítimo que sufre el país sudamericano, los presidentes de Argentina, Paraguay, Panamá, Bolivia, Ecuador y Perú firmaron una declaración conjunta en la que exigieron al régimen de Maduro el restablecimiento del orden democrático y el respeto a los derechos humanos. Los derechos humanos de los migrantes venezolanos -exiliados del régimen de Maduro- que son maltratados, perseguidos y expulsados por el gobierno norteamericano, no figuran en el planteo.
La arremetida contra Venezuela es el caso testigo para doblegar a todo el continente, desde Groenlandia a Tierra del Fuego. Pero no solamente esto. El despliegue de una armada en el Caribe forma parte de un escenario mundial, donde la suspensión de los derechos constitucionales y el estado de excepción en Estados Unidos ocupa un lugar decisivo.
