Uruguay: después de las internas, adónde va el proceso electoral

Escriben Rafael Fernández y Camilo Márquez - Partido de los Trabajadores (Uruguay)

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El gobierno derechista salió debilitado de las elecciones internas. Los blancos y colorados (Partido Nacional y Partido Colorado) tuvieron la peor votación de los últimos 25 años y el nuevo partido de la derecha (Cabildo Abierto), encabezado por el general retirado Manini Ríos, tuvo una caída estrepitosa respecto a su debut cinco años atrás.

En contraste con este recule de la derecha, el Frente Amplio tuvo una votación comparativamente alta (recuperando el nivel que tenía en 2009, respecto al cual había retrocedido en 2014 y 2019), por lo que sale fortalecido de las elecciones internas. La coalición de “centroizquierda” superó ampliamente al Partido Nacional (que hizo su peor elección desde 1999 cuando se comenzaron a realizar estas primarias simultáneas de los partidos políticos); con 410.000 votos superó sus expectativas más optimistas y se posiciona en “pole position” hacia octubre.

El gobierno en su conjunto salió muy golpeado. El Partido Nacional cayó 32 %, el Partido Colorado un 55 % y Cabildo Abierto se desplomó un 65 %. Con el anuncio de la candidatura a la vicepresidencia de la competidora Carolina Cosse acompañando al triunfador Yamandú Orsi, apenas se conocieron los resultados, el FA abrochó la fórmula presidencial sin sobresaltos, lo que contrastó con los abucheos que recibió Álvaro Delgado, el flamante ganador de la interna blanca, cuando anunció a la exsindicalista municipal Valeria Ripoll como su compañera de fórmula, dejando de lado a la competidora Laura Raffo. Lo notable en este caso es que Delgado se apresura a proclamar una fórmula que en lugar de unir a su partido lo transforma en un reñidero. El culebrón pone de manifiesto que la caída de todos los partidos del oficialismo se desarrolla con especial virulencia en el Partido Nacional, donde la lucha faccional es sin medias tintas.

Yamandú Orsi se impuso con amplio margen sobre la exintendenta montevideana Carolina Cosse, y el MPP casi triplicó su caudal electoral en comparación con cinco años atrás. Este sector ocupa un lugar especial, porque es quien más se empeñó en golpear el plebiscito contra la reforma jubilatoria -junto a sus aliados del bloque “seregnista” liderados por Mario Bergara-. Los ataques sistemáticos al movimiento impulsado por la central sindical y parte de la izquierda -no sólo de Orsi, sino de otros referentes como el Pacha Sanchez y el propio Mujica-, no hicieron mella en la cosecha de votos que el MPP logró reunir.

Es relevante porque en pocas horas la corte electoral confirmará que efectivamente se alcanzaron las firmas para habilitar ese plebiscito, por lo cual es de esperarse que el camino de menoscabarlo se intensifique, en el entendido de que atacarlo no implicaría elevados riesgos electorales. Esto tiene otra arista y es el estado de relativa resignación de una parte importante de la población, que es arrastrada a apoyar un candidato que perjudica la posibilidad de revertir el aumento de la edad de retiro y, además, defiende la existencia de las administradoras privadas que lucran con los ahorros forzados de los trabajadores. Muestra, por un lado, el hartazgo con el Gobierno, y por otro lado la encerrona a la que ha sido llevada buena parte del electorado por parte de la izquierda democratizante integrada al Frente Amplio. Ante el estancamiento económico y el empobrecimiento creciente de gran parte de la población, esa izquierda le otorga la manija a un Orsi que no viene precisamente con un pan abajo del brazo. El hombre no ha hecho un solo planteo que indique cómo salir del pozo. Su elección significa una relativa domesticación de un movimiento obrero desmoralizado, justo cuando el FA muestra la hilacha incluso prohibiendo a los comités de base la posibilidad de juntar firmas por el plebiscito. En esto Cosse no se quedó atrás: aunque con el atenuante de haber firmado la papeleta, deslizó discrepancias con el plebiscito del PIT-CNT y luego se calló la boca rigurosamente sobre qué postura tendría cuando se confirme que se alcanzaron las firmas necesarias. Todo indica que el FA ratificará la llamada “libertad de acción” de sus partidos y dirigentes, es decir, le dará permiso a los que atacan el plebiscito a seguir con su campaña en favor del capital financiero. Y todo indica que Cosse, como “candidata común”, seguirá guardando silencio, es decir, contribuyendo al aislamiento de este movimiento que es objeto de una brutal campaña en contra desde los medios de comunicación y ahora la casi totalidad de los candidatos.

El Gobierno había logrado imponer una derrota al movimiento obrero en la cuestión jubilatoria, con la complicidad de la dirección burocrática del PIT-CNT subordinada al Frente Amplio. Esta se negó a impulsar un proceso huelguístico y una acción independiente, y se limitó a algunas marchas y paros parciales, e incluso sus corrientes mayoritarias intentaron impedir o desviar el plebiscito propuesto por la ATSS (sindicato de trabajadores de la seguridad social). Anteriormente, la misma burocracia sindical había habilitado la pérdida de salario acordando pautas de negociación salarial con el Gobierno en nombre de hacer un sacrificio en los ingresos obreros para mantener los puestos de trabajo. Las direcciones frenteamplistas que han atacado tantas veces a la izquierda clasista y los sectores combativos con el latiguillo de “hacer el juego a la derecha” fueron los que generaron las condiciones no solamente para que ganara un Lacalle Pou, sino para que pudiera sacar la derechista Ley de Urgente Consideración (LUC) y la regresiva ley jubilatoria, sin oponer resistencia (cuando no dando los votos para gran parte de su articulado).

El PCU y el PS acordaron en el Frente Amplio —con los Bergara y los Orsi— que la coalición de centroizquierda no tomara posición a favor del plebiscito (en lugar de dar una lucha en sus comités de bases y coordinadoras para lograr una mayoría que mandatara a sus dirigentes a apoyar la iniciativa del movimiento sindical). Además de esto, acordaron la prohibición a los comités de base a embanderarse con el plebiscito. Demostraban así que la defensa del plebiscito y de los derechos laborales y previsionales estaba para ellos por detrás de la defensa de la unidad con los dirigentes que defienden la estafa de las AFAP y el aumento de la edad de retiro. El triunfo de Orsi -aliado a Bergara- fue preparado por las direcciones “comunistas” y “socialistas” que no sólo defienden una alianza con la pequeña burguesía proimperialista, sino incluso sostienen que el ala derecha del FA debe tener un rol destacado para “ganar al centro del electorado” y no espantarlo.

Que la elección repita a los protagonistas del pasado (con papeles cambiados) indica un impasse del régimen político y del propio electorado. El régimen tradicional (blanqui-colorado) que en la crisis de 2002 pegó un salto en su descomposición y bancarrota, abrió paso en 2005 a quince años de gobiernos frenteamplistas con mayoría parlamentaria, con gobiernos “amigos” (kirchnerismo, lulismo, chavismo, etc.) en América Latina, e incluso con un boom de exportaciones y de precios de las materias primas, además de bajas tasas de interés, en los primeros mandatos de este mal llamado “progresismo”. El resultado fue una mayor dependencia de las materias primas, la desindustrialización de América Latina, el crecimiento de las deudas externas y en última instancia el fin de esas experiencias políticas, cuando la crisis capitalista internacional comenzó a afectar su comercio exterior y sus economías. Mientras que en otros países el agotamiento del “progresismo” dio paso a procesos golpistas, gobiernos con tendencias fascistas o emergencia de nuevos partidos y también de candidatos “sin partido”, en Uruguay se produjo el retorno de la derecha tradicional -ahora aliada a un partido “militar” emergente, dirigido por el excomandante en jefe del Ejército designado por Mujica y Tabaré. Ahora vuelve a fracasar la derecha y el general Manini Ríos está en retroceso. Todo indica que el Frente Amplio volverá al gobierno, pero en una situación nueva desde el punto de vista económico y político: la crisis internacional tiende a agudizarse, la guerra comercial y económica entre potencias no solo ha pegado un salto, sino que se ha convertido directamente en guerra militar (que enfrenta a esas potencias en prácticamente todos los continentes). Los padecimientos que plantea ese escenario guerrerista a toda la población mundial están apenas en sus inicios. El probable ascenso del FA de la mano de una candidatura derechizada y que ya advierte que no realizará ningún cambio sustancial, que no revertirá la reforma jubilatoria de Lacalle y que ha atacado una iniciativa política de los sindicatos, no plantea tampoco un gran entusiasmo. La victoria de Orsi refleja más bien el reflujo de la clase obrera y su transitoria desmoralización, que vota para sacarse al gobierno derechista, pero sin grandes esperanzas de cambio.

Todo indica que las direcciones burocráticas del movimiento obrero y los partidos de la izquierda frenteamplista van a dejar morir de inanición al plebiscito, colocando como eje un futuro y premeditadamente ambiguo “diálogo social” sobre la cuestión jubilatoria en caso de ganar; eso sí, con la condición de que el Frente Amplio tenga las manos libres y no se vea condicionado por la reforma constitucional promovida por los sindicatos. En otras palabras, se dirigen a estrangular la campaña del plebiscito (en el último paro en conmemoración del golpe de Estado y de la huelga general de 1973 apenas fue mencionado en el discurso).

La votación de UP-FT

En este cuadro, la votación de la alianza conformada por diversas organizaciones a la izquierda del FA fue menor a la esperada. Las internas reflejan que no se produjo un reagrupamiento de sectores obreros y populares, que tienda a independizarse respecto al Frente Amplio y su candidatura derechista. Es cierto que la votación hacia Cosse manifiesta en forma ultradeformada cierto rechazo a Orsi y, en particular, a su posición sobre el plebiscito. Algunos militantes sindicales y de izquierda apostaban a una victoria de Cosse como supuesta vía para facilitar el triunfo del plebiscito, conscientes de que cuando se impusiera el candidato del MPP y la derecha frenteamplista esa campaña se haría aún más cuesta arriba. Esta apuesta por Cosse era alimentada además por el PS y el PVP que hablaban de un ilusorio “giro a la izquierda” y una “superación de las limitaciones del progresismo” para no repetir la experiencia del FA de 2005-2020, sino ir a un proceso “anticapitalista” (?). Parte del PCU también alimentaba esta fantasía.

Las “internas” de UP-FT sin dudas no fueron atractivas; una parte del activismo que simpatiza con estas fuerzas no concurrió a votar y tal vez, incluso, fue a votar en la interna del FA contra la candidatura de Orsi. Esto puede explicar en alguna medida la baja votación, pero no deja de ser una expresión de debilidad. La escasa votación de UP-FT es un reflejo de la escasa inserción de esta izquierda en el movimiento obrero y el activismo de izquierda, algo que desde el PT apostamos a revertir, pero no podemos ignorar ni ocultar. Es evidente que la desconfianza en los partidos y candidatos del centro-izquierda no se traducen automática ni necesariamente en un fortalecimiento de los partidos que están a su izquierda. Ya hay suficientes experiencias a nivel internacional (Brasil, Argentina, Francia, etc.) que muestran que esperar un proceso de crecimiento electoral a partir de un mero desgaste de la centro-izquierda implica una lectura inadecuada del proceso político.

Las elecciones internas mostraron que el impasse del movimiento obrero y de la izquierda no nos excluye. La escasa votación de UP-FT y de nuestra propia lista confirma este escenario de reflujo y una escasa incidencia en el movimiento obrero.

De acá a octubre debemos continuar impulsando un reagrupamiento político que pugne contra la falsa polarización electoral, entre dos variantes capitalistas y sometidas al FMI. Intervenimos en las elecciones no porque creamos que tenemos por delante una perspectiva favorable a un ascenso electoral de la izquierda, sino porque lo consideramos un paso fundamental para la preparación de los trabajadores y los militantes de izquierda en el próximo período. El abstencionismo electoral de algunas fracciones sindicales y políticas, que muchas veces se presenta como “radical”, favorece que en el cuadro de reflujo el FA gane más control sobre los sindicatos y sobre los trabajadores.

El balance político debe tomar nota del acercamiento de compañeros atraídos por nuestra campaña, que siempre fue en clave de preparación de la etapa que se viene y la necesidad de construir una alternativa, y que buscaremos desarrollar más a fondo en el próximo período.

Dentro del activismo y el movimiento obrero existen indudablemente grandes desconfianzas en el FA y en Orsi; un triunfo de estos en octubre no significaría sin embargo un cheque en blanco ni anularía de la memoria colectiva las experiencias recorridas en el período anterior (decretos de “esencialidad” contra las huelgas, prohibición de las ocupaciones de empresas públicas, decreto antipiquetes, represión contra los estudiantes que ocupaban el CODICEN, el “hagamos mierda a los gremios de la educación” y tantos otros choques con la dirección pequeñoburguesa del FA). La burocracia sindical del FA también sufre una crisis, como lo reflejó la aprobación de la campaña del plebiscito y el hecho de que se hayan alcanzado las 430.000 firmas. La relación del FA con el movimiento obrero es contradictoria, su dominación se basa en explotar la sensación de debilidad y la desmoralización de buena parte del activismo, mientras que ese dominio tiende a las crisis cuando los trabajadores toman la iniciativa y se sienten más fuertes en su accionar. Esta contradicción debe ser integrada al balance de las elecciones del domingo.

El esfuerzo de nuestro partido va a estar dirigido a llamar la atención del activismo que no se traga el sapo de un FA corrido manifiestamente a derecha. Nuestra estrategia de campaña es señalar una perspectiva socialista, asociada al gobierno de los trabajadores, que es el único capaz de terminar con toda la crisis social, humanitaria e internacional del capitalismo. Se necesita una reconstrucción de la izquierda, pero en clave revolucionaria, no parlamentarista para medrar en el cuadro de derrumbe actual, para eso ya existe el Frente Amplio.

El triunfo de Orsi y la perspectiva de que el FA estrangule el plebiscito jubilatorio debe abrir un debate en todo el activismo obrero y popular y también en los partidos de izquierda. La victoria del ala derecha en forma aplastante no puede ser soslayada. Es necesario discutir una caracterización de la crisis mundial y su impacto en Uruguay y de las perspectivas políticas planteadas. La idea de un desarrollo electoral y parlamentario de la izquierda, de carácter más o menos paulatino o gradualista, no tiene en cuenta el proceso de la crisis y la guerra imperialista. Es necesario preparar a la vanguardia del movimiento obrero y la izquierda para esa perspectiva y para defender la independencia política de los trabajadores, frente a un nuevo gobierno de colaboración de clases, pero más escorado aún hacia la derecha que el último período de Tabaré Vázquez.

La defensa de la campaña del plebiscito es una de las tareas fundamentales del momento, donde buscamos un terreno de acción común con miles de activistas obreros y populares que intentarán que no se trampee esta iniciativa. La UP-FT es la única fuerza que impulsa con todo el movimiento del plebiscito para recuperar los derechos jubilatorios de los trabajadores y, también, que lleva adelante una campaña en solidaridad con el pueblo palestino y contra el genocidio del Estado sionista.

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