Escribe Jorge Altamira
Del impasse alemán al impasse francés, asoman las crisis revolucionarias en tiempos de guerra.
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A Emmanuel Macron le llevó siete semanas encontrar un candidato a primer ministro, luego de las elecciones adelantadas a la Asamblea Nacional. Ese adelanto fue precipitado por el derrumbe del partido del presidente en los comicios al parlamento europeo, cuando quedó en tercer lugar, con el 12 % de los votos, detrás de la ultraderecha gala, Reagrupamiento Nacional (RN), y el Nuevo Frente Popular (NFP). Gracias a los votos cedidos por la izquierda en la segunda vuelta de las elecciones a la AN, con el pretexto de bloquear a la RN, la formación de Macron logró el segundo lugar, con 163 legisladores, atrás del NFP, que reunió 182 escaños. En lugar de investir como “premier” a un candidato del NFP, Macron escogió a un viejo político conservador, Michel Barnier, del partido Republicanos, la desgastada corriente derechista del gaullismo, que obtuvo el cuarto lugar con escasos 70 legisladores. Con anterioridad a esta maniobra de futuro incierto, Macron había logrado consagrar a la presidenta de la AN, luego de cuatro votaciones, frente a un desafiante ‘moderado’ del partido comunista, lo que demostró la escasa voluntad de la oposición parlamentaria a entregar la dirección de la AN a un representante de la izquierda y a desencadenar una crisis del conjunto del régimen político, o sea a una renuncia de Macron, cuyo mandato vence en 2027. Como fue explicado en Política Obrera el NFP es un conglomerado que reúne a partidarios del régimen sionista y de la OTAN, con adversarios verbales de la masacre en Gaza y un neutralismo no definido frente a la guerra de la OTAN y Rusia por el control de Ucrania y del Asia Central. El NFP en ningún momento convocó a movilizaciones populares para que se respete el resultado de las elecciones, aun cuando cuenta con el apoyo de la CGT y federaciones sindicales. Lo que hizo, en cambio, fue nominar para primera ministra a una funcionaria ignota de la Intendencia de Paris, con la expectativa de atraer la colaboración del bloque oficialista. EL NFP integra la variedad de corrientes de izquierda que se han adaptado al capitalismo, en especial en este período de crisis y de guerra.
Michel Barnier no precisa una confirmación de la AN para comenzar su gestión de gobierno, pero esto no significa que la nominación no hubiera sido consultada con el RN. Como el parlamento puede derribar al gabinete por medio de un voto de censura, la continuidad de Barnier depende de los votos ultraderechistas. El acuerdo alcanzado fue reconocido tanto por Macron como por Marie Le Pen, la líder de RN; los primeros candidatos convocados por Macron no pasaron el veto de la ultraderecha; ésta, por su lado, ha anunciado que no obstruirá la formación del gobierno, con atención a las prioridades que anuncie la nueva gestión. Para resumir este culebrón, el adelanto electoral para hacer frente al avance de la ultraderecha en las elecciones europeas ha acabado en un gobierno presidido por un derechista y aprobado por la ultraderecha. Alcanzado este objetivo, las apuestas por un éxito de la gestión de Barnier están muy cerca de cero. Un fracaso de Barnier que sea seguido por el fracaso de su reemplazante determinará la renuncia de Macron.
La designación de Michel Barnier, de todos modos, no es caprichosa ni arbitraria. Con un déficit fiscal del 8/10 % y una deuda pública equivalente al ciento por ciento del PBI, Francia ha sido convocada por la Comisión Europea a discutir un fuerte ajuste, de lo contrario dejará de ser asistida por el Banco Central Europeo. Barnier deberá ocupar el lugar del primer ministro de Grecia, Alexis Tsipras, cuando la crisis griega, en la que él ocupaba en esos años el lugar de la Troika, formada precisamente por la Comisión Europea, el FMI y el BCE. Al igual que Alemania, Macron quiere salir de la crisis capitalista en Francia mediante la militarización de la economía. Bajo el ropaje de la maniobra política se juega una crisis de fondo, en un país movilizado contra los ajustes de la previsión social, los salarios y los despidos. A madame Marine Le Pen, la crisis la mete en un callejón sin salida, esto porque su campaña electoral tuvo por eje el aumento del gasto social y la anulación de la reforma jubilatoria de Macron, que aumentó la edad de retiro.
Como dice La Marseillesa: “Allons enfants de la Patrie…les Jours de Gloire sont arrivées. Marchons, marchons” – adelante jóvenes patriotas... los días de gloria han llegado. Avancemos, avancemos...”.