La crisis de la transición electoral en Estados Unidos

Escribe Jorge Altamira

El ‘debate’ Harris-Trump.

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La prensa internacional recibió con satisfacción el desarrollo del debate presidencial entre Kamala Harris, la candidata del Partido Demócrata, y Donald Trump, el ex presidente republicano. La renuncia forzada de Joe Biden había creado una crisis política en la sucesión de gobierno, que se sumó a la expectativa de que el atentado que sufriera Trump casi al mismo tiempo lo convirtiera en un corredor solitario a la presidencia. En esos términos, Trump podía volver a la presidencia mediante una votación plebiscitaria o, alternativamente, desatar una abstención récord con fuerte impacto en la votación parlamentaria. Este desenlace eventual se habría combinado con el colapso de Macron en Francia y la coalición alemana del primer ministro Olaf Scholz para crear un caso inédito de crisis política simultánea en las principales potencias imperialistas.

Kamala Harris cumplió con el propósito de sus promotores al superar el primer escollo que podía descarrilar el proceso electoral, aunque todavía no está dicha la última palabra. Biden, mientras tanto, se ha convertido en una figura decorativa que enfrenta decisiones fundamentales hasta finales de enero, cuando se produce el cambio de gobierno. Mientras transcurría el debate, Anthony Blinken, el secretario de Estado norteamericano, y David Lammy, el ministro de exteriores de Gran Bretaña, viajaban juntos a Ucrania para decidir si sus respectivos gobiernos autorizan a Zelensky a utilizar misiles de largo alcance para atacar 250 activos militares en Rusia, desde aeropuertos y bases militares hasta centros de comando e instituciones estatales. Las siete semanas que separan al debate de la jornada de votación podrían interferir, incluso decisivamente, en la evolución de la crisis electoral, si fuerza, por ejemplo, al ingreso de tropas de la OTAN a Ucrania, como esta previsto, sea en forma contingente o estratégica. La eficacia del ‘coaching’ de Harris para enfrentar el evento no resuelve ninguno de los problemas planteados por la guerra en el período de transición electoral.

El debate sobre la guerra mostró la fractura que ha creado en el ‘establishment’ norteamericano y en el de la OTAN. Trump, en oposición a Harris, respondió con un ‘pondremos fin a la guerra’ a la requisitoria de los moderadores del debate acerca de si los candidatos promovían “la victoria de Ucrania”. Aunque no entró en los medios o vías para lograr un acuerdo de paz, advirtió que, de lo contrario, se marchaba hacia una guerra nuclear. Harris lo atacó por elevación al denunciar que el acuerdo de Trump con la guerrilla talibán, bajo su presidencia, para poner fin a la guerra en Afganistán, fue la causa del desbande posterior, bajo Biden, de la ocupación militar norteamericana en ese país de Asia Central. Harris se abstuvo de hacer la distinción de que Rusia, a diferencia de Afganistán, es una potencia atómica que se apoya en una alianza internacional (BRICS y más allá). En cuanto a la guerra genocida de Israel contra el pueblo palestino, Harris fue contundente en afirmar y reforzar la continuidad del apoyo político, económico y militar al Estado sionista, incluida la escalada militar que ha iniciado con ataques a Siria y a Irán. Trump no tuvo necesidad de clarificar su posición: en agosto pasado le reclamó a Netanyahu que acabe de una vez por todas (“finish off”) con el aniquilamiento de Hamás y la ocupación de Gaza. El ‘pacifismo’ aparente de Trump en cuanto a la guerra en Ucrania se revierte, en cuanto a las prioridades, hacia China y el Medio Oriente. En estos escenarios de guerra imperialista mundial se desarrolla la fragmentación de la Unión Europea, como se manifiesta en la declinación acelerada de Francia y Alemania, y en el ascenso político de una ultraderecha pro-Rusia. La OTAN no solamente libra una guerra imperialista sino que en su seno se libra otra batalla, igualmente imperialista, acerca de los intereses y propósitos divergentes de sus socios.

La crisis política de la transición electoral que tiene lugar en EEUU está condicionada por el antecedente de esta misma crisis hace cuatro años, cuando Trump intentó, mediante el asalto al Capitolio, que el Congreso no ratificara la victoria de Biden. Esa tentativa golpista merodea estas elecciones, y es incentivada por la campaña derechista desatada por Elon Musk y su agencia de agitación –X. Varios oficiales militares en retiro han denunciado la posibilidad de una nueva tentativa, no así Harris, que evitó llamar a una movilización contra el golpismo de su adversario y convocó a ‘dejar atrás el pasado’ y ‘unir al pueblo norteamericano’. Trump, por el contrario, acentuó su agitación fascista, tomando como eje a la inmigración y al derecho al aborto. La tendencia al golpismo y al fascismo tiene como base la declinación histórica del imperialismo norteamericano y la tendencia a la guerra que esta declinación no puede sino provocar.

El debate sobrevoló la crisis financiera de Estados Unidos, que se manifiesta principalmente en términos de déficit del Tesoro, próximo al 10% del PBI, o sea, alrededor de dos billones y medio de dólares, y la deuda pública, del 110/120% del PBI –unos treinta billones. Kamala Harris anunció un vago programa de ventajas impositivas a los consumos personales e hipotecarios, sin mencionar la crisis presupuestaria, que contrapuso a las reducciones de impuestos a los beneficios capitalistas que plantea Trump. Harris lo acusó de impulsar un plan de “motosierra y licuación” (el publicado Programa 2025), que el magnate negó sin ofrecer pruebas. Los principales grupos financieros y en especial las tecnológicas de Silicon Valley apoyan resueltamente el planteo trumpista, sin considerar que esto mismo, en Gran Bretaña, desató el llamado “ efecto Liz Truss” –un derrumbe bursátil, el hundimiento de la deuda pública y una cuasibancarrota de los fondos de pensiones.

Ninguno de los contendientes abordó el tema decisivo de la Salud, que fue el eje desde Bush en adelante en todas las controversias electorales. El agravante es que Estados Unidos encabezó el ranking de muertes por Covid y ahora ocurre lo mismo con el pos Covid o Covid largo, que afecta a millones de ciudadanos. La atención y la financiación de la Salud ha decrecido y el post Covid tiene alcances de epidemia. Embarcado en guerras en todos los continentes, el capitalismo norteamericano no puede ni quiere atender el agravamiento de los problemas sociales de la población –la salud, la educación, la vivienda y la pobreza.

De acuerdo a trascendidos, no habría un segundo debate previo a las elecciones –otra señal clara de la crisis de la transición electoral y de una campaña que se tornará más violenta. La democracia formal se va convirtiendo en una carga cada vez más pesada para la clase dominante capitalista en el país emblema de ella.

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