Escribe Lucas Giannetti
Mondino y Villarruel saludan el acuerdo colonial aceptado por la Islas Mauricio.
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El anuncio de que la República de Mauricio, ubicada en el suroeste del océano Índico, había llegado a un acuerdo por el cual el Reino Unido transfiere la soberanía del archipiélago de Chagos al país africano desató una histeria moderada de que lo mismo podría ocurrir con las Islas Malvinas. La novedad no causó, sin embargo, el mismo impacto en España, que también tiene ocupado el peñón de Gibraltar por parte de Gran Bretaña. La parte sustancial del acuerdo acerca del archipiélago de Chagos es que se mantendrá allí la base militar que el Reino Unido comparte con Estados Unidos, algo que es considerado, con toda razón, estratégico para la OTAN, como lo reconoció el ministerio británico de Relaciones Exteriores en un comunicado. Los británicos mantendrán sus derechos durante un ‘periodo inicial’ de 99 años sobre la isla Diego García. Joe Biden bendijo el acuerdo, señalando que “desempeña un papel vital en la seguridad nacional, regional y global”. También añadió que el tratado ofrece una solidez jurídica a la base, de la que carecía hasta ahora, porque podría ser impugnada como territorio ocupado.
A pesar de que Mauricio consiguió la independencia en el marco del proceso de descolonización de África, la disputa por el archipiélago comenzó cuando los británicos echaron a los habitantes de Chagos a mediados de la década del 60 (al igual que lo hizo con los pobladores de las Malvinas en 1833), creando una base militar en la isla Diego García conjuntamente con los EE. UU. En síntesis, el imperialismo blinda a la base de la OTAN en el Índico, con la mirada puesta en una guerra con China.
Este acuerdo ilumina una cuestión desde todo punto de vista esencial en torno a la guerra de 1982. La hipótesis central de la ocupación militar de Malvinas por parte de la dictadura militar fue que Estados Unidos mediaría en el conflicto en función de “una soberanía compartida”, que incluía la instalación de una base militar de la OTAN. Leopoldo Galtieri, el dictador de Argentina, contaba con que Ronald Reagan, el presidente norteamericano, acompañaría ese proyecto, que introducía a Estados Unidos en el Atlántico Sur, como una devolución de favores por la participación de los Grupos de Tareas de Argentina en la guerra que el imperialismo norteamericano libraba con la guerrilla revolucionaria en El Salvador. Nuestra corriente, Política Obrera, denunció esta operación siniestra en tiempo real y repudió, por lo tanto, la ocupación argentina de Malvinas. El ministro de Relaciones Exteriores del Reino Unido, Lord Carrington, coincidía con el proyecto de Galtieri-Reagan e incluso la misma Margaret Thatcher. Alexander Haig, el militar a cargo del Departamento de Estado norteamericano, inició tratativas en esa dirección. El fracaso de la mediación obedeció a una razón muy simple: que era inviable un acuerdo a través de una ocupación militar. Aceptarlo en esas condiciones hubiera sido el fin del gobierno de Thatcher, que atravesaba por una crisis política terminal. El acuerdo de Mauricio, que celebran sin divergencias la Mondino y la Villarruel, no es más que el planteo del genocida Galtieri, quien también necesitaba salir de una crisis terminal. Previendo este fracaso, nuestro corriente, Política Obrera, advirtió que en caso del envío de una flota, por parte de Gran Bretaña, para recuperar Malvinas, llamaría a una guerra contra el imperialismo británico, que no debía ser sólo militar, y que acabaría en una derrota si era dirigida por la dictadura militar.
La gobernadora de las Islas Malvinas, Alison Blake, a través de un comunicado en X, salió rápidamente a aclarar que “los contextos jurídicos e históricos del archipiélago son muy diferentes” al de las Malvinas, y que "los ministros del Reino Unido han sido muy claros durante todo el proceso en el sentido de que el Reino Unido no aceptará nada que suponga el riesgo de poner en peligro la soberanía en los territorios de ultramar". Veremos. Un acuerdo como el que se alcanzó con Mauricio reuniría las condiciones de solidez jurídica que ha reivindicado Biden. Una base de la OTAN por 99 años, con posibilidad de prórroga, bajo soberanía Argentina, sería una fuerte contención contra el creciente avance de China en América del Sur y la frutilla del postre para Milei. Para que todo esto sea viable, el gobierno liberticida debería poder completar su mandato y conseguir, además, una reelección. Este es el hueso duro que se debe roer.
La gobernadora de las Islas Malvinas, que suplantó a Nigel Phillips en 2022, no es ninguna caída del catre. Antes de representar al gobierno británico en las Malvinas, se desempeñó como embajadora en Kabul, Afganistán. Blake, quien fue funcionaria del Departamento de Defensa, tiene un largo trayecto diplomático. Entre 1996 y 1999 participó de la delegación británica en la OTAN. En el 2007 fue jefa del Grupo de Conflicto en el Ministerio de Relaciones Exteriores y de la Mancomunidad de Naciones. Entre 2011 y 2014 fue alta comisionada adjunto en Pakistán, para luego desempeñar la misma función en Bangladesh de 2016 a 2019. Como se puede observar, Blake ha cumplido funciones en zonas de guerra y conflictos. No es casual que haya sido nombrada como representante en las Malvinas. Todos estos galardones la habilitan para protagonizar las difíciles negociaciones que deberían concluir con una base de la OTAN, en el marco de una soberanía formal o ficticia de Argentina.
La gobernadora de los kelpers, que tiene a su cargo la defensa externa y la seguridad interna de las islas, ha asegurado el compromiso británico de mantener la “autodeterminación” de Malvinas, algo perfectamente compatible con una cesión de soberanía a Argentina, a cambio de la base militar. Lo único que se necesitaría es dar a los habitantes actuales de las Islas un derecho a gobierno propio –una suerte de provincia que el gobierno federal no estaría autorizado a intervenir, salvo circunstancias ultra excepcionales-. Esto explica las mejoras recientes otorgadas por el gobierno de Milei a los viajes desde Brasil y Córdoba a Malvinas, y los acuerdos de pesca. Las declaraciones de Blake representan un espaldarazo para aquellos que depositan esperanzas en la “cooperación” y las negociaciones diplomáticas para recuperar la soberanía sobre el territorio insular, en los términos alcanzados con la República de Mauricio. El gobierno de Milei, ha pedido el ingreso a la OTAN y desearía convertir a toda la Argentina en una gran Falkland.
Como ha sostenido nuestra corriente, Política Obrera, desde la guerra a la actualidad, una salida nacional a la cuestión Malvinas sólo se dará en el marco de la Unidad Socialista de América Latina, incluido Puerto Rico, y en la unión de los obreros y campesinos de nuestro continente con el proletariado internacional.