Escribe Rafael Fernández
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El Frente Amplio quedó en primer lugar en las elecciones de Uruguay, aunque lejos de ganar en primera vuelta como habían aventurado algunos de sus líderes. La distancia entre Orsi y Delgado, los dos candidatos presidenciales más votados, fue mayor a un 17%. La normativa electoral uruguaya es muy exigente en cuanto a evitar una segunda vuelta (se necesita el 50% más uno de los votos), mientras que -si se aplicara un régimen como el argentino- Orsi (FA) ya hubiera sido proclamado presidente – superó el 40% de los votos, con más de 10% de distancia con el segundo.
El resultado deja en mejor posición al candidato del FA para la segunda vuelta, entre otras cosas porque está por verse si Delgado logra mantener la adhesión de los que votaron en primera vuelta por los partidos de la coalición derechista. Todos los líderes de la coalición se han colocado públicamente del lado de Delgado (incluyendo al colorado Ojeda, Mieres -Partido Independiente- y Manini -Cabildo Abierto-, además Lust – un ex diputado de CA que se presentó en forma independiente, pero no alcanzó representación parlamentaria), pero eso no asegura automáticamente la traslación de los votos hacia el candidato del PN. En toda la experiencia de los balotajes anteriores, el voto a la fórmula del FA creció en la segunda vuelta, a costa de la fórmula que se le oponía, que no lograba evitar una sangría de votos.
Por otra parte, dado que solamente tres partidos (FA, PN y PC) lograron representación en la cámara de Senadores, ya es seguro que el Frente Amplio tendrá mayoría en dicha cámara, lo que implicaría una dificultad adicional para un gobierno de Delgado. Por el contrario, un gobierno de Orsi podría negociar “caso a caso” distintas leyes, porque le bastará algún voto indisciplinado de los partidos de la coalición que ha venido sosteniendo al gobierno de Lacalle Pou. Orsi ya tiene experiencia en ese sentido en su gestión en la Intendencia de Canelones, cuando logró el voto de algunos ediles del PN (que desobedecieron una orden directa del presidente Lacalle).
La elección está todavía abierta, aunque ya algunas encuestadoras habían proyectado una intención de votos en principio favorable a Orsi. Delgado ha buscado tender puentes al proponer un cargo en su futuro gobierno a la senadora electa Cristina Lustemberg (FA) -que fue rechazado- y el senador electo Bordaberry (del Partido Colorado) incluso manejó que el frenteamplista Jorge Díaz (ex fiscal general bajo gobiernos del FA) jugara un rol en el combate al lavado de activos. Bordaberry (hijo del presidente que dio el golpe de Estado y dio inicio a la dictadura militar en 1973) afirmó que “en algún momento, si somos responsables, tendremos que superar (…) la división entre partidos” (la diaria, 31/10).
En cualquier caso, el resultado de la elección conducirá a alguna forma de cogobierno o acuerdos del FA con la derecha. Un gobierno de Delgado estaría obligado a negociar con el FA (como un todo), mientras que un gobierno de Orsi podría negociar con alguno de los partidos que tienen representación en la cámara de Diputados (o las fracciones de dichos partidos), o incluso con algún diputado “rebelde”.
El resultado fue celebrado por los banqueros: un reflejo fue la inmediata caída del dólar el lunes pasado, que en primer lugar reflejó la satisfacción ante la derrota de la papeleta blanca por la seguridad social, pero también ante la composición de fuerzas que tendrá el futuro gobierno. Las fracciones más derechistas del FA salieron fortalecidas, y además un gobierno de Orsi estaría condicionado por carecer de mayoría propia en la cámara de Diputados (un escenario desconocido en los gobiernos anteriores del Frente Amplio).
Por otra parte, Orsi y Mujica se habían preparado debidamente para romper todo condicionamiento de la “izquierda” frenteamplista, en particular cuando se jugaron a fondo contra el plebiscito de la seguridad social para demostrar que no serán arrastrados por la presión sindical, sino que cumplirán a rajatabla con JP Morgan y el FMI. El MPP de Orsi y Mujica había formado un mega acuerdo con todas las expresiones más a la derecha del Frente Amplio, por lo que los partidos que habían apoyado el plebiscito por las jubilaciones quedaron en absoluta minoría. El Partido Comunista por su parte había realizado su propia alianza con otras listas de opositores a la papeleta blanca, como Carolina Cosse (la vice) y un sector de ex astoristas (Michelini, Ferreri). Entre los 16 senadores del FA, habría dos afines al PCU y otro al PS, siendo los 13 restantes contrarios a la papeleta blanca. En la cámara de diputados es probable que esta situación se agrave incluso, dado que el sistema de distribución de las bancas favorece en general a la lista más votada (el MPP). Orsi se habría asegurado así una mayoría aplastante para evitar cualquier presión por izquierda.
Por otra parte, al no contar con mayoría propia en la cámara de Diputados, el Frente Amplio justificará así su política de acuerdos con la derecha, un planteo que Orsi venía realizando desde la campaña de las internas (llamó a “tender puentes” hacia la coalición derechista). Los dirigentes “comunistas” y “socialistas” también justificarán su derechización en nombre de la correlación de fuerzas y la voluntad del electorado.
La papeleta blanca de la seguridad social instaló un debate que queda planteado frente al próximo gobierno, especialmente si Orsi gana la presidencia. El candidato del Frente Amplio había anunciado modificaciones a la ley de Lacalle, pero no su derogación.
La burocracia sindical frenteamplista apunta a embarcarse en una negociación, a través del “diálogo social” planteado por el FA, en el que mediatizarán los ejes del plebiscito. La declaración del Secretariado Ejecutivo del PIT-CNT establece que “continuaremos desde hoy mismo nuestra lucha bajo estos postulados, para lograra avances en esta dirección”. En tanto el FA plantea en su programa mantener el “ahorro individual” pero sin lucro, eso ya podría ser considerado “un avance” por la burocracia sindical. Durante la campaña el senador “Pacha” Sánchez (MPP) deslizó la posibilidad de rebajar las comisiones que cobran las AFAP (algo así volvió a mencionar el propio Orsi tras la elección), y hasta “nacionalizar las AFAP” (dejando una sola AFAP estatal), lo que mantendría la incertidumbre del trabajador respecto a su futura jubilación. Sánchez se desdijo enseguida diciendo que había querido ser “irónico” (?), y manejó la posibilidad de eliminar la obligatoriedad de adherir a una AFAP o modificar la forma en que se paga a los jubilados su renta previsional (se hace a través de la compañía estatal de seguros, ya que las aseguradoras privadas se retiraron de ese negocio riesgoso). Del mismo modo, algún retoque respecto a la edad de retiro para algunas actividades o profesiones puede ser utilizado para llenar el ojo. Todo el mecanismo del llamado “diálogo social” por parte de un futuro gobierno del FA, está orientado a mantener en lo sustancial las jubilaciones miserables y la estafa a los trabajadores.
El candidato del FA ya había anunciado como su futuro ministro al economista Gabriel Oddone, lo cual es un mensaje muy claro ya que es un hombre del capital financiero. Oddone por ejemplo no solo estaba en contra del plebiscito sino que había aconsejado al Frente Amplio votar la reforma jubilatoria de Lacalle Pou (jubilación a partir de los 65 años, rebaja del cálculo, mayor privatización).
Oddone además había participado como asesor en el proceso de entrega del Puerto a un monopolio privado, la empresa belga Katoen Natie, por 50 años.
En diversas entrevistas, Oddone ha manifestado que es partidario de los ajustes salariales por debajo de la inflación (“desindexación”) así como utilizar la cláusula de “desenganche” de las empresas respecto a los convenios colectivos, argumentando dificultades económicas empresariales.
Orsi y los principales dirigentes del Frente Amplio se han colocado sin fisuras del lado del Estado genocida de Israel, contra la lucha del pueblo palestino. En plena masacre contra Gaza y el impulso a la guerra en Medio Oriente por parte de Netanyahu, Orsi participó de numerosas actividades junto al Comité Central Israelita del Uruguay. También repudió a las feministas que marcharon el 8 de marzo con un emblema contra el sionismo, en repudio al genocidio, avalando en los hechos la denuncia de racismo y antisemitismo que había realizado ese CCI (que fue descartado por la justicia). Orsi también se mostró favorable a declarar a Hamas como una organización terrorista. Ya en octubre de 2023 había publicado en la red X (ex Twitter): “Nuestra solidaridad con el pueblo de Israel. Y nuestra condena al accionar terrorista de Hamas”.
El alineamiento de Orsi con Israel es una señal muy clara hacia el imperialismo, en un contexto de guerra mundial en desarrollo (Ucrania, Medio Oriente, etc.).
La izquierda frenteamplista (PCU, PS, PVP) había postulado a la ex Intendenta de Montevideo (Carolina Cosse) como candidata a la presidencia, compitiendo con Yamandú Orsi. Previo a esta “interna”, esa izquierda había pactado con Orsi y la derecha del FA no llevar adelante una lucha interna para mandatar a la dirección frenteamplista en la cuestión del plebiscito jubilatorio. En un acuerdo firmado el año pasado, establecieron la “libertad de acción”, que aplicaba solamente para los dirigentes (los comités de base no tenían permiso para realizar campaña por las firmas del plebiscito). Si el PCU y el PS hubieran luchado para que el FA adoptara una resolución favorable a la iniciativa de ATSS y el PIT-CNT, seguramente esa posición hubiera triunfado a nivel de las bases frenteamplistas. Basta un ejemplo: se calcula que más de 2/3 de los votantes de Orsi incluyeron también la papeleta blanca del SÍ, y eso pese a las constantes declaraciones del candidato que ellos mismos votaban. Eso refleja un impasse y una desmoralización (votar a un candidato que ataca una reivindicación muy sentida y elemental) pero a la vez muestra una posición mayoritaria muy clara en el electorado y la base militante del FA. Si el FA hubiera sido mandatado a defender esa posición, seguramente esta hubiera sido saboteada de mil maneras por sus jefes políticos, pero también podría haber llevado a otra candidatura presidencial más afin a esa “izquierda”. El fortalecimiento de Orsi es el resultado del sometimiento de esa izquierda frenteamplista -que hace pocos años decía que había que “superar el progresismo” y dar un “giro a la izquierda”. La candidatura de Orsi y el gobierno que prepara están aún más a la derecha que las experiencias recorridas en los 15 años de gobiernos de Vázquez y Mujica.
Es indudable que el acuerdo “Unidad Popular – Frente de Trabajadores” no logró reagrupar a un sector importante de la vanguardia obrera y popular, ni mucho menos canalizar un voto de izquierda que rompiera con las variantes capitalistas en disputa. Los votos a esta alianza de izquierda retrocedieron a la mitad aproximadamente, con respecto a la votación de 2019. Para el PT, el objetivo de esta intervención electoral era realizar una propaganda y una agitación socialistas, con los límites que impone una elección polarizada entre variantes capitalistas y del FMI, y además enfrentando el bloqueo de los medios de comunicación (no sólo el PT, la alianza toda estuvo excluida de muchos canales de televisión). Buscamos vincular los temas en debate nacional e internacional (en particular la cuestión jubilatoria y la lucha del pueblo palestino) con la crisis capitalista y la guerra mundial en desarrollo.
Excluirnos de esta intervención hubiera agravado el escenario de dominio de la clase obrera por los candidatos y partidos sometidos al FMI y el gran capital. Quedó planteada la necesidad de un “Frente de Trabajadores” en oposición a la política de subordinación a la burguesía pretendidamente “progresista” que defiende la mayor parte de la izquierda uruguaya.
Seguramente vamos a una nueva experiencia con un gobierno del Frente Amplio aún más derechizado que las experiencias anteriores, en el cual debemos desarrollar este planteamiento político y luchar por la independencia política del movimiento obrero.