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Jorge Fischer y Miguel Bufano comenzaron muy jóvenes a militar en la Tendencia Estudiantil Socialista Revolucionaria (TERS), agrupación de Política Obrera, en los años 1969-70.
Ambos desenvolvieron una extraordinaria tarea militante, en una etapa política marcada por el Cordobazo y riquísimas experiencias clasistas como las del Sitrac-Sitram, de un lado, y una creciente presión por traer de vuelta a Perón al país, si fuera necesario, para terminar a sangre y fuego con la intervención clasista del movimiento obrero.
Jorge y Miguel habían ingresado en la fábrica de pinturas Miluz, ubicada en Villa Martelli, en 1972. En ese entonces, los delegados gremiales eran elegidos a dedo por el secretario general del sindicato de la Pintura. Jorge y Miguel se convirtieron rápidamente en los voceros de los reclamos de sus secciones y así fueron ganando la confianza y el reconocimiento de sus compañeros. Finalmente se convertirán en los principales activistas de la organización de la planta. Hubo varios conflictos por mejorar las condiciones de trabajo y los salarios, pero la burocracia seguía dirigiendo la fábrica.
En agosto de 1973, después de varias postergaciones y del mandato de dos asambleas generales, se realizaron las elecciones “legales” para la renovación de la comisión interna. En estas elecciones, la lista Verde, opositora a la burocracia, se impuso a la tradicional lista Azul y Blanca por 218 votos contra 83.
Este triunfo de una lista encabezada por representantes del sindicalismo clasista fue anticipado por la ocupación de la planta un mes antes, impulsada por Jorge y Miguel, que terminó en un triunfo. Aquella ocupación selló definitivamente el destino de la burocracia y abrió paso a la nueva interna clasista. La interna de Miluz fue impulsora de sensibles mejoras postergadas durante años, entre las cuales se pueden enumerar: la obtención de varios aumentos salariales, más turnos de descanso y hasta de una merienda reforzada, con importantes dotaciones de leche para revertir los efectos tóxicos de los productos químicos con los que se preparan las pinturas.
El año 1973 fue el año más vertiginoso sindicalmente hablando de la historia del movimiento obrero argentino. Entre la ilusión democrática de la vuelta de Perón bajo el breve gobierno de Cámpora, cayeron más comisiones internas burocráticas que en los 50 años previos de vida sindical de la Argentina. Esas internas, en su inmensa mayoría, eran capturadas por la JTP (Juventud Trabajadora Peronista), que tenía como objetivo central ser una nueva dirección del movimiento obrero avalada por el general Perón.
El regreso de Perón al país y su asunción como presidente -luego del golpe que desbancó a Cámpora- debutó con un pacto político con los capitalistas, conocido como “Pacto Social”, que fue apoyado tanto por la derecha como por la izquierda peronista. Para el gobierno peronista, el pacto social era estratégico, pero para lograr su cometido reaccionario, era necesaria la desarticulación de la oposición sindical al gobierno; sin lugar a dudas, el obstáculo más significativo que se le presentaba para viabilizar su programa.
“El pacto social” vino acompañado de una una vasta legislación represiva: 1) se empleó la intervención directa del Ministerio de Trabajo en los conflictos; 2) el Gobierno contó con la colaboración de las direcciones sindicales nacionales en los conflictos gremiales; 3) en noviembre de 1973, se sancionó la ley 20.615 de Asociaciones Profesionales, que tenía como finalidad paralizar la movilización de los trabajadores y reforzar a la cuestionada burocracia sindical; 4) se sancionaron las leyes de Seguridad contra la “subversión fabril y el terrorismo” y se creó una Juventud Sindical, que fue el terreno de reclutamiento previo a la formación de las llamadas Tres A.
En los primeros meses de 1974 se realizó una asamblea general en Miluz, donde se discutió y se sometió a votación si los trabajadores debían concurrir a la Plaza de Mayo, el 12 de junio de 1974, cuando Perón se iba a dirigir a la multitud.
Con la orientación de Política Obrera, Fischer y Bufano propusieron a los trabajadores votar la no concurrencia al acto que el Gobierno había organizado. El propósito de Perón era mostrar el apoyo de los trabajadores al Gobierno, exigiendo así la subordinación política por parte del movimiento obrero que se movilizaba, por aquel entonces, con creciente independencia y combatividad. Los trabajadores de Miluz, finalmente, votaron “no firmarle un cheque en blanco a la patronal y al pacto social y presentar las reivindicaciones de las distintas secciones”. La intervención política de Fischer y Bufano en esta asamblea fue determinante. Pero la posición clasista -casi única en todas las fábricas del país- quedó en la mira de la derecha peronista.
El 20 de abril de 1974, la directiva de la UOM de Villa Constitución organizó un plenario antiburocrático nacional que reunió a un conjunto de comisiones internas. Representando a los obreros de Miluz, Fischer concurrió como delegado con mandato acompañado de Bufano en carácter de activista. El mandato de la fábrica -que finalmente no fue aprobado en el plenario- planteaba la necesidad fundamental de constituir una Coordinadora Nacional de todas las fuerzas sindicales antiburocráticas y avanzar en el camino de la independencia de clase realizando un acto independiente el 1° de Mayo, Día Internacional de los Trabajadores.
La intervención de Jorge en ese plenario fue formidable. Sostuvo que la constitución de esta Coordinadora dejaría asentados así los pasos para la formación de un gran movimiento clasista, basado en la democracia sindical. Denunció que la movilización del 1° de Mayo de 1974, que preparaba el gobierno de Perón, tenía como propósito regimentar a las organizaciones sindicales. La intervención de Fischer en el plenario de Villa Constitución fue un desafío al gobierno peronista y a la burocracia sindical peronista del gremio de la pintura.
Sin embargo, el plenario antiburocrático tuvo una escasa representatividad de comisiones internas con mandato. Esto se debió al boicot político que recibió por parte de organizaciones políticas de izquierda que estaban vinculadas al gobierno, como la JTP, que no participó, a pesar de controlar a numerosas comisiones internas de fábricas. La propuesta fue rechazada por Tosco, Salamanca y Piccinini por "prematura". Se trataba, en realidad, de no establecer una oposición obrera declarada al gobierno peronista, que dos meses antes había promovido un golpe policial en Córdoba para intervenir luego la provincia. El Partido Comunista, por su parte, fue uno de más reacios a la propuesta de los activistas de PO. A pesar de tener una enorme cantidad de militantes en comisiones internas, no sólo no envió a sus principales dirigentes gremiales, sino que tuvo una postura que terminaba promoviendo un vaciamiento del plenario, al negarse sistemáticamente a la constitución de órganos de coordinación como el propuesto por Jorge Fischer.
El 12 de junio de 1974, en su último discurso, Perón les pidió a los trabajadores movilizados por los sindicatos que apoyaran a su gobierno y comenzó una inmensa escalada derechista en las fábricas donde había caído la burocracia. Se formaron agrupamientos parapoliciales impulsados por el Comando de Organización y las Tres A empezaron una verdadera cacería contra el activismo clasista y de la izquierda peronista.
En la zona de Miluz ya se habían cometido varias intervenciones armadas de esta banda parapolicial y paragubernamental comandada por López Rega y Perón.
El 13 de diciembre de 1974 se produjo el secuestro de Jorge Fischer y Miguel Ángel Bufano. Un día después sus cuerpos fueron encontrados sin vida, acribillados con decenas de balas, en un descampado de Avellaneda.
Fischer y Bufano habían sido citados a concurrir a la fábrica para someterse a una revisación médica para renovar su licencia. La cita había sido realizada por la propia patronal. Cuando los dos compañeros llegaron, aparecieron en las inmediaciones de la planta dos vehículos ocupados por unos siete u ocho sujetos. Ante la actitud desafiante de los ocupantes de los vehículos, Fischer y Bufano decidieron irse del lugar en un colectivo de la línea 67. Un rato antes, un móvil policial que había sido llamado por unos trabajadores se acercó a los vehículos y un policía mantuvo un breve diálogo con los sospechosos. El auto policial se retiró, liberando la zona. Una vez dentro del colectivo y mientras se alejaban del establecimiento fabril, uno de los autos que estaban merodeando la fábrica se le atravesó al chofer, obligándolo a detenerse. Sus ocupantes ingresaron en el colectivo portando pistolas y escopetas e itakas y secuestraron, a plena luz del día, a Jorge y Miguel Ángel. Un día después, sus cadáveres fueron encontrados en Avellaneda acribillados con cuarenta balazos. Fueron ultimados por la espalda. Era el método propio de la AAA, su firma.
Ante el secuestro y asesinato de ambos delegados, la comisión interna y los trabajadores propusieron que se efectivizara una huelga general del sector, pero fue rechazada por el sindicato nacional, que presentó como contrapropuesta la realización de un paro de un minuto por turno. Alegaron que el Ministerio de Trabajo lo podría declarar ilegal. El personal del turno mañana paró el lunes y, el martes a la tarde, el turno completo concurrió al sepelio. La gran mayoría de los trabajadores de Miluz participaron del mismo. En ese clima de terror que reinaba en las fábricas de la pintura en el 74, asumió el burócrata Pedro Zambeletti que hasta hoy dirige el gremio de la pintura, convirtiéndose en el más longevo de los burócratas en su cargo.
El 14 de febrero de 1975 fueron encontrados en Villa Madero los cuerpos sin vida de un trabajador de Miluz de apellido Noriega, que formaba parte de esta comisión gremial y había sido compañero de militancia de Fischer y Bufano, junto a un delegado sindical de la fábrica La Cantábrica. La respuesta de las AAA era destruir, por medio de la eliminación física, a los elementos más conscientes y decididos del proletariado argentino. Para la comisión interna de Miluz, la muerte de Noriega, después de haber perdido a Fischer y Bufano, fue un duro golpe. Sin embargo y a pesar de todo, años más tarde, ya en plena época del Proceso, los trabajadores de Miluz, ante el incumplimiento de las cláusulas del convenio colectivo, hicieron un petitorio que presentaron a la delegación regional de la zona norte del Ministerio de Trabajo. Es decir que, a pesar de la lucha, las muertes, la derrota y frente a una dictadura genocida, la oposición obrera contó entre sus filas a los obreros de Miluz que se organizaban y reclamaban por sus justas reivindicaciones.
Jorge y Miguel son una parte de la historia del clasismo argentino; dieron su vida por la causa revolucionaria. Vaya acá nuestro homenaje mas sentido.