Regalo de Navidad: los liberticidas despilfarran 200 millones de dólares para contener una corrida cambiaria

Escribe Jorge Altamira

En medio de una guerra comercial y monetaria internacional

Tiempo de lectura: 5 minutos

Los ‘mercados’ viven al acecho de una corrida cambiaria, lo contrario de la narrativa libertaria. Cuando en julio pasado la llamada salida de capitales llevó el dólar paralelo a 1500 pesos, el ‘mesadinerista’ Caputo y Javier Milei, el enemigo del Estado y del Banco Central, iniciaron una cadena de ventas de dólares, que se estima, al momento presente, en 20 mil millones; aumentaron también la tasa de interés para incentivar el ingreso de divisas y ordenaron un blanqueo de capitales gratuito y sin supervisiones. Despilfarraron, con el propósito de dar vuelta la corrida cambiaria, el saldo favorable de las cuentas exteriores de Argentina y una porción adicional del stock de las reservas internacionales que se encuentran en rojo, porque son superadas por las deudas pendientes; incrementaron, asimismo, la deuda flotante internacional. Con un patrimonio negativo que supera los 70 mil millones de dólares y reservas en efectivo y títulos de la deuda externa negativas, por unos 6 mil millones de dólares, el Banco Central de la RA, está quebrado. Hace unas semanas, el Banco Central de Uruguay fue re-capitalizado por el Estado en 20 mil millones de dólares; el equivalente de Argentina necesitaría cuatro veces ese monto. En resumen, los genios de la economía que supimos conseguir, gastan cada dólar que entra en la compra de pesos de quienes quieren llevarse la plata afuera y en la compra de bonos de la deuda externa para alentar la suba de su cotización. Dado este drenaje de reservas, tanto el FMI como ciertos bancos internacionales estiman inconveniente financiar con un préstamo la recomposición del stock de divisas, que podría ser malversado en un abrir y cerrar de ojos, como ocurrió con el préstamo que el FMI otorgó a Macri, en tandas, a lo largo de 2018.

La novedad es que cuando creían haber alcanzado su objetivo e incluso empatar la cotización del dólar paralelo con el oficial. Bastó que el Banco Central redujera mínimamente la tasa de interés, para que la cotización del dólar subiera durante varias jornadas consecutivas. Santiago Caputo, el sobrino conocido como “el mago del Kremlin”, ordenó de inmediato vomitar 200 millones de dólares para contener otra corrida. Dada su conocida afición al histrionismo, Javier Milei ordenó que el dólar baje todavía más, prometiendo reducir la devaluación mensual del peso del 2 al 1%, lo cual, con una inflación que la duplica, significa revalorizar más el peso frente al dólar.

Todo lo detallado es significativo, por un conjunto de razones. Las autoridades monetarias están obligadas a bajar la tasa de interés cuando abunda el ingreso de dinero del exterior, para que no se convierta en un costo ocioso para los bancos. Es lo que explica que éstos reclamen la posibilidad de prestar directamente en dólares incluso a empresas cuyos ingresos son en pesos, corriendo el riesgo de que una devaluación desbarate la capacidad de pago de la deuda contraída. El histriónico quiere más, ante la desgracia, y propone que los precios corrientes se designen en dólares y pesos. Sin reservas positivas abundantes en el Banco Central, esta ‘competencia de monedas- en los supermercados o en los colectivos, pretende que el consumidor final se convierta en el árbitro del mercado de cambios. Esto, cuando en Estados Unidos, el país emisor del dólar, se desarrolla una división entre quienes, como Trump, quieren devaluar la moneda, y aquellos, como la Reserva Federal, que plantea lo contrario. Lo cierto es lo que sigue: en la actualidad, una devaluación del peso golpearía el mercado de bonos en pesos del Tesoro de Argentina, mientras que una continua apreciación noquearía a la industria local, que debería reconvertirse en importadora.

Las contradicciones del planteo deflacionario del oficialismo quedan de manifiesto en el contexto internacional. La Bolsa de Sao Paulo ha impuesto al gobierno de Brasil una devaluación enorme, del 25% en pocas semanas, a pesar de que Brasil tiene reservas por 350 mil millones de dólares, y de que gastó 8 mil millones para contener la caída del real. Desde un punto de vista estrictamente económico, la corrida ha sido una respuesta a la reducción de la tasa de interés que reclama el gobierno para financiar a la industria. Pero para la Bolsa, la principal preocupación es la deuda pública de Brasil, que supera en, en reales y dólares, el 150% del PBI. Los intereses de esta deuda y la necesidad de su refinanciación dominan a la economía brasileña, junto a la expansión territorial y productiva del agro negocio. Además, el real sufre el impacto de los cambios monetarios en Estados Unidos, al igual que China y el conjunto de los llamados países emergentes, que es la apreciación de la tasa de interés real bancaria, en Estados Unidos, como consecuencia de su abrumadora deuda pública, de 35 billones de dólares, que crecerá como consecuencia de la política prometida por Tump y Musk de reducir violentamente la tasa de interés a las ganancias empresariales – del 25 al 15 por ciento, y, por supuesto, del aumento sideral de los gastos militares, con independencia de las declaraciones de Trump de ‘pacificar’ Ucrania y Medio Oriente. Es un desarrollo de conjunto que deberá revalorizar el dólar, mediante la afluencia de capitales a Estados Unidos, de corto plazo, antes de hundirlo, ante la amenaza creciente de un default. Las crisis industriales en Europa y la crisis industrial e hipotecaria en China, servirán por un tiempo para revalorizar la divisa norteamericana.

La forma del fascismo

El discurso deflacionario de Milei tiene un objetivo muy preciso, con independencia de la viabilidad del planteo. El paquete de la deflación incluye una reforma fiscal, previsional y laboral con la premisa de que el equilibrio de la economía depende de la deflación de costos. (Seguramente, una reforma educativa también, en la línea de lo votado en el Senado de Estados Unidos, a favor de una enseñanza anti-comunista, que exalte ‘los valores de la libertad’). Los liberticidas tienen en carpeta una poda del impuesto a las ganancias y a los patrimonios, pero por sobre todo del IVA, que con una tasa uniforme más alta se desdoblará en nacional, de un lado, y provincial, del otro. La baja del impuesto directo a las rentas de capital sería compensada por un gravamen único al consumo – el IVA, 21 nacional y 5% para las provincias, y en consecuencia la eliminación de la coparticipación federal. El problema es que esta ‘reforma’ requiere una mayoría parlamentaria y una reforma parcial de la Constitución. En cuanto a la reforma previsional, la edad de retiro sería llevada a 70 años... o más, en tanto el financiamiento jubilatorio quedaría confinado a los trabajadores, que podría optar por un sistema privado de seguro. La reforma laboral ofrecería “la opción” de los contratos individuales, acompañado de algún señuelo que estimule. En compañía de una súper deflación inviable, en el presente contexto internacional, se plantea una guerra de clase en gran escala bajo la consigna de la “libertad”. Es la gran oferta de Milei a las patronales, para que aporten a una reforma electoral que les dé, en exclusiva, el monopolio de financiar a sus candidatos. Como se justificó el contratista Calcaterra, del macrismo, en el juicio de los Cuadernos, la coima que pagó al kirchnerismo habría sido solamente “una contribución de campaña”. Elon Musk puso 200 millones de dólares, oficialmente, para elegir a Donald Trump, que ningún libertario calificó como “una propuesta indecente”.

La “economía”, como se ve, es lucha de clases. El rescate a los tenedores de deuda viene acompañado de la poda a jubilados y el cercenamiento de los derechos de los explotados.

2025 no debuta como un oasis de estabilidad sino como un escenario de grandes confrontaciones (incluso guerras), crisis políticas (de alcance internacional) y lucha de clases. La responsabilidad de los luchadores es ofrecer a las masas un programa y viabilizarlo, en primer lugar, mediante la agitación.

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