Escribe Olga Cristóbal
Podían llevar a la cárcel a docentes y bibliotecarios que no los censuraran.
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Un juez federal, Timothy Brooks, anuló artículos de una ley de Arkansas que establecía penas de prisión a bibliotecarios y libreros que facilitaran libros que pudieran considerarse “moralmente perjudiciales” para los menores.
La decisión significa una victoria para los bibliotecarios y libreros, quienes sostienen que la ley es intimidatoria porque cualquiera podría oponerse a cualquier libro y presentar cargos penales contra ellos. La ley estaba redactada de forma tan amplia y vaga “que los bibliotecarios se habrían visto obligados a convertir las bibliotecas en bóvedas segregadas para evitar ir a la cárcel”, precisaron varias asociaciones de bibliotecas.
En la misma línea, la Unión Americana de Libertades Civiles de Arkansas la calificó como un intento de instaurar una “policía del pensamiento” y celebró “la valentía de bibliotecarios, libreros y lectores que se negaron a someterse a la intimidación”.
Es una victoria temporaria: la gobernadora Sarah Huckabee Sanders, republicana, afirmó que “las escuelas y bibliotecas no deberían poner material obsceno delante de nuestros hijos”, y prometió colaborar con el fiscal general del estado, para recurrir la sentencia.
Los republicanos aprobaron la Ley 372 en 2023, sumándose a la ola de estados conservadores que restringen cada vez más el acceso a libros que traten de cuestiones raciales y de la disidencia sexual. “Cuestiones raciales” significa una visión crítica de la esclavitud y una valoración positiva del aporte de los esclavos o los pueblos originarios a la construcción de Estados Unidos.
Cualquier material potencialmente “perjudicial” para los menores, incluidos libros, revistas y películas, debía colocarse en una zona separada “sólo para adultos”. Se habían derogado las protecciones a la libertad de enseñanza de bibliotecarios y educadores, que evitaba que fueran procesados si utilizaban materiales que algunos consideraran “censurables”. La ley castiga con hasta un año de prisión entregar “un artículo nocivo” a un menor.
Una sentencia anterior, de julio de 2023, impidió que algunas medidas entraran en vigor mientras estaba siendo impugnada ante los tribunales. Sin embargo, se mantuvo el derecho de los padres a revisar los registros de las bibliotecas.
El juez Brooks describió a la ley como «inconstitucionalmente excesiva» y sostuvo que convertía “a bibliotecarios y libreros en agentes de la censura. Motivados por el miedo a la cárcel, es probable que sólo archiven libros aptos para niños pequeños y segreguen o desechen el resto”.
A principios de este año, PEN America, un grupo de libertad de expresión que recopila información de las reuniones de los consejos escolares, distritos escolares, informes de los medios de comunicación locales y otras fuentes, dijo que más de 10.000 libros fueron retirados de las escuelas públicas en el año escolar 2023-24. La cifra triplica la del curso anterior.
En mayo de 2023, una ley de Iowa prohibió a las escuelas públicas de K-12 tener libros que representaran actos sexuales, con la excepción de textos religiosos.
En Carolina del Sur, desde junio los distritos escolares no pueden tener libros o materiales que incluyan cualquier representación de conducta sexual, independientemente del grado al que vayan destinados. Los críticos han dicho que las nuevas normas podrían eliminar de las estanterías clásicos como «Ojos azules”, de Tony Morrison, “1984” y «El guardián entre el centeno».
La censura es impulsada por grupos conservadores en rápido crecimiento, como Madres por la Libertad y Padres Unidos de Utah. Aunque los describen como pornográficos, en general prohíben libros que se refieren a personas negras o L.G.B.T.Q., según la Asociación Americana de Bibliotecas. Algunos de los libros más prohibidos, como The Hate U Give, de Angie Thomas, tiene como protagonista a una adolescente negra que presencia cómo un policía blanco le dispara a su amiga negra. Otro es The Absolutely True Diary of a Part-Time Indian, de Sherman Alexie, sobre la vida de una adolescente de los pueblos nativos que aspira a ser dibujante de historietas en una escuela exclusivamente para blancos. Esencialmente, los libros más censurados narran la vida fuera de los distritos donde vive la clase media blanca de la derecha religiosa.
El temor al potencial liberador de los libros es tradicional en la derecha norteamericana. El primer libro prohibido, en 1852, fue “La cabaña de Tío Tom”, escrito antes de la guerra civil por Harriet Beecher Stowe, una implacable abolicionista del Norte.
“La cabaña del tío Tom” amplificó las voces de los abolicionistas en todo el país. Sin embargo, los dueños de las plantaciones pudieron mover los hilos y retirar el libro de la circulación en el Sur, en defensa de las ganancias y el poder racial que les brindaba la esclavitud.
Hoy, como entonces, los padres quieren cegar los ojos de sus propios hijos a las brutales injusticias sobre las que se asienta su bienestar. PEN America ha descubierto que los padres que se presentan en masa a las reuniones de la junta de educación están armados con listas arbitrarias que sacan de internet de libros a los cuales rara vez han leído.