Jorge Lanata

Escribe Comité Editorial

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Jorge Lanata ha ocupado un rol protagónico, incluso dominante, en los medios de comunicación de los últimos cuarenta años. Renovó el periodismo progresista con la creación de Página 12, que pretendía ser la versión criolla de esa vertiente en el escenario internacional, el hoy decaído Le Monde. Con el formato tabloide del francés, Página tampoco salía los lunes. No era el primer intento de afrancesamiento mediático – lo había inaugurado antes Jacobo Timmerman con el cotidiano La Opinión. Pero “todo cambia”. La cruzada contra el kirchnerismo convirtió a Lanata en el operador del neoliberalismo nativo. La derecha argentina, íntegramente comprometida con los golpes y dictaduras militares, se esforzaba por cubrirse con el manto del republicanismo, la división de poderes y la prensa libre. Fue la novedad que presentó el macrismo, luego del fracaso de Alfonsín. El mayor producto de este republicanismo fue la reforma constitucional de 1994, que consagró el gobierno de los decretos de necesidad y urgencia. La república siempre encuentra recursos excepción para gobernar por encima de la Constitución. El liberticida Milei ha llevado al extremo esta tendencia republicana.

Lanata nunca reconoció que ejercía un periodismo militante – por el contrario, lo combatió. Lanata confinaba la militancia a la financiada por los gobiernos y el estado; por ejemplo el famoso kirchnerismo cacofónico de 678. Pero él mismo se convirtió vocero del grupo Clarín, desde el diario, radio Mitre y TN. Fue el periodista eficaz que puso fin al segundo mandato de Cristina Kirchner, con las espectaculares denuncias domingueras de su enriquecimiento de la mano de Lázaro Báez en el ‘prime time’ de la televisión. Que las pruebas de corrupción que aportaba Lanata fueran verídicas no le quita en absoluto su objetivo y función desestabilizadora. La medición del rating de PPT (Periodismo para todos), era noticia relevante los lunes por la mañana. Fue un duro denostador de la Ley de Medios, que pretendía poner un límite a la expansión del Grupo Clarín. La Corte Suprema validó, con enmiendas, esa ley, pero sólo después de que el kirchnerismo fuera derrotado por Massa en las elecciones bonaerenses de 2013, poniendo fin a la ambición de un tercer mandato para la actual expresidenta.

Lanata ha sido comparado con otros dos ‘gigantes’ del periodismo argentino – Natalio Botana, director de Crítica en el entresijo de las décadas del 20 y 30 del siglo pasado, y con Jacobo Timmerman, director de la revista Confirmado y de La Opinión. Pero la analogía va más allá de lo profesional, porque Botana colaboró, por medio de la agitación mediática, al derrocamiento de Hipólito Yrigoyen, y don Jacobo tanto al de Illía como al de Isabel Perón, aunque pagando cara esa aventura. Un periodista de la misma estirpe, y también diputado nacional, el brasileño Carlos Lacerda, promovió el suicidio de Getulio Vargas, desde la prensa de Río de Janeiro.

Cuando su vida ya estaba definitivamente comprometida, Jorge Lanata atacó a Milei por haber invitado a la embajadora de Israel a una reunión del Comité de Crisis que debía abordar la masacre sionista en Gaza ¿Es un dato suficiente como para suponer que, si hubiera superado los problemas de salud, se habría convertido en el vocero de la denuncia del genocidio? Lo que sabemos es que no hubiera contado para ello con el Grupo Clarín.

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