Héctor Alterio: exilio, cultura y lucha de clases

Escribe Ceferino Cruz

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Murió Héctor Alterio, uno de los actores fundamentales de la cultura argentina del siglo XX. Murió en España, país al que fue empujado por la violencia política y social que la burguesía descargó sobre artistas, intelectuales y militantes en los años ’70. Su muerte, lejos de clausurar una trayectoria, obliga a volver a pensar qué lugar ocupó su trabajo en la historia cultural y política del país.

Alterio no fue sólo un gran actor. Fue parte de una generación cuya obra quedó atravesada -a veces de modo directo, otras de manera trágicamente elíptica- por la lucha de clases, la represión estatal y el exilio.

Una carrera central del cine y el teatro argentinos

Formado en el teatro independiente, Alterio fue una figura clave del cine argentino de los años ’60 y ’70, cuando el cine nacional comenzó a retratar, con crudeza inédita, las fracturas sociales del país.

Con Leopoldo Torre Nilsson, Sergio Renán, Héctor Olivera y Luis Puenzo, entre otros directores, Alterio encarnó personajes quebrados, tensos, muchas veces derrotados, pero nunca neutros. En La Patagonia rebelde (1974), basada en la masacre de obreros rurales en Santa Cruz, su participación quedó ligada para siempre a una de las obras más importantes del cine político argentino. No es un dato menor: esa película fue prohibida, y sus realizadores y actores perseguidos, porque tocaba el nervio de la violencia de clase del Estado argentino.

En teatro, Alterio fue igualmente central: Brecht, Shakespeare, Lorca, textos contemporáneos y obras de fuerte contenido social atravesaron su trayectoria. No hubo en él separación entre “alto arte” y experiencia histórica.

El exilio: no una elección, sino una expulsión

Alterio se vio obligado a abandonar la Argentina en 1974, antes incluso del golpe militar de 1976, cuando la Triple A ya actuaba como brazo paraestatal del régimen burgués. El terror no comenzó con la dictadura: comenzó cuando la clase dominante decidió aplastar por la fuerza toda expresión cultural y política que cuestionara el orden social.

El exilio de Alterio fue parte de un fenómeno más amplio: artistas, trabajadores de la cultura, militantes, intelectuales, expulsados del país por un Estado que preparaba el genocidio.

España fue su lugar de destino, y allí desarrolló una segunda carrera notable, trabajando con directores como Víctor Erice, Carlos Saura y participando en cine, teatro y televisión. Pero ese reconocimiento internacional no cancela la marca del desarraigo: Alterio murió lejos de su país porque la Argentina capitalista no le permitió vivir ni trabajar en libertad.

No fue un actor panfletario, ni un declamador político. Su potencia estuvo en otra parte: encarnó sujetos atravesados por las contradicciones sociales, por la violencia del poder, por la derrota y la dignidad.

Sus personajes: obreros, peones, hombres comunes empujados al límite, figuras trágicas de un orden injusto, ponen en escena algo central para una cultura de clase: la verdad material de la existencia bajo el capitalismo.

En La Patagonia rebelde, en El hijo de la novia (ya en otro registro histórico), Alterio mostró que la cultura no es neutral: o reproduce la ideología dominante, o la fisura. Su trabajo pertenece, sin dudas, a esta segunda tradición.

Héctor Alterio se ganó un lugar en la historia de la cultura argentina: forma parte de una generación diezmada por la represión y el exilio. Su figura recuerda que la cultura argentina fue violentamente interrumpida por el terror de Estado, y que sus mejores expresiones no fueron las que acompañaron al poder, sino las que lo incomodaron.

Su obra es parte de una historia de resistencia cultural, inseparable de la lucha de clases.

Murió en el exilio. Pero su trabajo sigue hablando -con verdad, con crudeza, con humanidad- de un país que la clase obrera todavía tiene que conquistar.

Revista EDM