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A pocos días de cumplir 78 años, ha fallecido David Lynch. Sufría un enfisema pulmonar, producto de su adicción al tabaco. Comenzó a fumar a los 8 años y continuaría haciéndolo hasta hace poco, cuando los médicos le dijeron basta. Debido a su delicado estado, permanecía aislado en su casa de Los Ángeles desde que se declaró la pandemia de Covid-19, pero tuvo que mudarse de ahí para escapar del fuego que consumía la ciudad. Fue demasiado para su quebrantada salud, se dice en estas horas.
Lynch fue uno de los artistas contemporáneos más influyentes e innovadores. Desde hace al menos cuatro décadas que su nombre es sinónimo de estilo. Será recordado como el gran realizador de cine que fue, aunque también fue músico, pintor y diseñador, entre otras cosas. Su infancia en Estados Unidos transcurrió en el campo; se formó amalgamando la vida rural con la influencia de las vanguardias del siglo pasado, especialmente del expresionismo y del surrealismo. En un principio se introdujo en las artes visuales a través de la pintura, iniciando su pasaje al cine posteriormente, con el propósito de “darle movimiento” a sus cuadros.
Ya en sus primeras películas, como se puede ver en sus cortometrajes animados Six Men Getting Sick (1966) y The Alphabet (1968) y en el mediometraje The Grandmother (1970), comienza a darle forma al estilo pesadillesco que caracterizaría a casi toda su obra. Le llevaría varios años terminar su primer largometraje, Eraserhead, una lúgubre historia rodada en blanco y negro sobre una pareja que da luz a una monstruosa y enigmática criatura. La película comenzó a proyectarse en funciones de trasnoche y muy rápidamente se convirtió en objeto de culto. Entre sus primeros admiradores se encontró el comediante Mel Brooks, quien le propuso dirigir El hombre elefante (1980), basada en la historia real de Joseph Merrick, un hombre nacido con terribles malformaciones y convertido en atracción circense en la Inglaterra victoriana. Fue un éxito comercial de proporciones, que recibió ocho nominaciones a los premios Oscar – a pesar de haber sido nominado en varias oportunidades, el único Oscar que recibió Lynch en toda su vida fue a su trayectoria. A pesar de su tratamiento poco convencional, El hombre elefante expone una narrativa dramática más o menos clásica, una de las pocas experiencias de Lynch en ese sentido, si no la única, junto a Una historia sencilla, un filme que llegaría varios años después, en 1999, con producción de lo estudios Disney.
El resto del derrotero de Lynch poco tendría que ver con el relato clásico. El hombre elefante lo posicionó en el pole position de la gran revelación cinematográfica de la década de 1980. El entusiasmo llevó al célebre productor Dino de Laurentis a proponerle dirigir una adaptación de la novela fantástica Duna (1984) -protagonizada por quien sería luego su colaborador habitual Kyle MacLachlan y la participación estelar del músico Sting-. De Laurentis guardaba la expectativa de subirse con ese proyecto al éxito comercial de La guerra de las galaxias. El resultado, sin embargo, fue frustrante y un desastre de crítica y taquilla. Poco antes, Lynch había rechazado la propuesta de George Lucas para dirigir El regreso del Jedi, con la que cerraría la primera etapa de la célebre saga. Pero el acuerdo con Dino de Laurentis, en cambio, incluía el compromiso de éste de que financiaría también su siguiente proyecto, sobre el cual Lynch tendría completo control artístico. Esa película fue Blue Velvet (1986) y con ella Lynch inauguraría su década más brillante. Allí expondría, en forma completamente desarrollada, los elementos que serían característicos de su obra: el espeso lado oculto de la vida suburbana, habitado por personajes atormentados; el relato fragmentado y las escenas surreales, el uso del misterio hasta el capricho, para doblegarlo en una poética profundamente personal. En esto radica el carácter subversivo de su obra, en su crítica a la apariencia, en la indagación en el subconsciente, en privilegiar la experiencia inmersiva de la obra antes que la linealidad del relato. Tanto en ésta como en sus demás películas, Lynch utilizaría con maestría la banda sonora para crear ambientes ominosos, con un tratamiento poco o nada naturalista. También le daría un estatus fundamental a la musicalización de sus filmes, traspolando viejas canciones de la década del 50, tanto en Blue Velvet como en otros filmes, al ambiente trastornado de sus historias.
Blue Velvet -protagonizada por MacLachlan, Dennis Hopper e Isabella Rosellini, entre otros- lo convertiría en un referente fundamental de su generación. Le seguirían Wild at heart (1990) -con Nicholas Cage y Laura Dern- y Lost highway (1997) -con Bill Pullman-, dos películas también extraordinarias. En el medio, realizaría su primera incursión en la televisión masiva con la serie Twin Peaks (1992) -con Kyle MacLachlan nuevmente en el protagónico-, sobre el asesinato de la estudiante Laura Palmer. Fue su mayor éxito comercial, pero Lynch perdió interés en el proyecto debido a las presiones de los ejecutivos para darle resolución al misterio y fue cancelada al cabo de dos temporadas. Muchos años después, en 2017, Netflix le daría a Lynch el gusto de rodar una tercera, reuniendo a los mismos protagonistas.
Sus últimos largometrajes fueron la pesadillesca Mulholland Drive (2001) e Inland Empire (2006), donde aparecerían nuevamente los siniestros conejos humanoides de Rabbits (2002), una extraña ¿sitcom? rodada con cámara fija en un único escenario.
Lynch mantuvo un vínculo poderoso con la música. Tocaba la guitarra y grabó varios álbumes de música experimental. Junto al compositor Ángelo Badalamenti urdieron partituras para sus películas que adquirieron status propio, como la que acompaña los títulos de Twin Peaks. Los rockeros lo entronizaron. Trent Reznor (Nine Inch Nails) y David Bowie colaboraron en hacer del soundtrack de Lost Highway un álbum imbatible. Entre las canciones que compuso Lynch guarda un lugar especial “In Heaven”, en sociedad con Peter Ivers, incluida en Eraserhead, y reversionada numerosas veces, entre otros, por Pixies y Tuxedomoon. Lynch también dirigió videoclips y publicidades.
En los últimos años de su vida, se presentaba en su propio canal de YouTube anunciando diariamente el pronóstico del tiempo, con inevitable estilo lyncheano.
A pesar de la estética tortuosa de sus películas, Lynch solía mostrarse de buen humor y cultivaba un optimismo a prueba de todo que lo acompañó hasta el final.