Escribe Olga Cristóbal
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Las celebraciones estallaron en toda la Franja de Gaza y en Cisjordania tras la entrada en vigor del alto al fuego después de 15 meses de masacres y bombardeos, que han convertido en escombros gran parte del territorio y costaron decenas de miles de vidas. La multitud bailaba, repartiendo abrazos y caramelos, al grito de: “Hamás sigue en pie y Gaza ha triunfado”.
Milicianos en armas desfilaron, algunos trepados en camionetas, entre las ruinas, vitoreados por la multitud. “Los dirigentes israelíes llevan mucho tiempo insistiendo en que no pondrán fin a la guerra hasta que Hamás sea destruida. Eso parecía estar lejos de la realidad el domingo, cuando militantes de Hamás, algunos de ellos enarbolando rifles, se desplegaron por toda Gaza”, reflexionó el New York Times (19/1).
La expresión de fuerza despertó diferentes interpretaciones. Para algunos, Hamás “trata de enviar un mensaje inequívoco” a los palestinos de Gaza, a Israel y a la comunidad internacional: a pesar de las fuertes pérdidas sufridas durante la guerra, “Hamás sigue siendo el poder palestino dominante en Gaza”. “El mensaje es que Hamás es ‘el día después’ de la guerra”, dijo Ibrahim Madhoun, un analista cercano a Hamás con sede en Turquía.
Coincidentemente, Ali Jarbawi, profesor de ciencias políticas en la Universidad de Birzeit, entendió que los desfiles “eran más que un mensaje a la comunidad internacional de que tenía el control. También reflejaban la realidad sobre el terreno”, afirmó: “Hamás estaba allí antes de la guerra y está allí ahora”.
Este lunes, un comunicado de Hamás afirma que “Gaza, con su gran pueblo y su resistencia, resurgirá para reconstruir lo que la ocupación ha destruido”. Y prometió “continuar firme en el camino hasta que la ocupación sea derrotada y se establezca un Estado palestino con Jerusalén como capital”.
Disgustada por haber quedado totalmente marginada de las negociaciones, lo que vuelve cada vez más lejano la posibilidad de que le entreguen el gobierno de la Franja, la infame Autoridad Palestina limitó al mínimo posible la información sobre el acuerdo, al que llamó, en una extraña sintonía con los colonos, “una incomprensible capitulación de Israel”. Este domingo, la ANP aseguró haber completado los preparativos para “asumir plenas responsabilidades en Gaza”.
Mientras tanto, caminando o en carros tirados por burros, miles de desplazados iniciaron el camino hacia sus hogares en el Norte, a las ciudades de Gaza y Rafah. Algunas topadoras palestinas intentan abrir caminos sobre las rutas deliberadamente destruidas por Israel. El retraso de tres horas en que empezara el cese fue aprovechado por Israel para bombardear distintas caravanas de desplazados y campos de refugiados, con un saldo de 23 muertos y decenas de heridos.
El periodista Hind Khoudary, de Al Jazeera, informó que la destrucción de Khan Younis es tan masiva que “ni siquiera es posible darse cuenta de dónde estaban sus barrios. Sin embargo, la gente está muy contenta. Todo el mundo sonríe y corea gritos de victoria”. Otros, escarban las montañas de escombros con las manos tratando de rescatar los restos de sus familiares.
Haaretz advirtió que, a pesar del alto al fuego, el cruce del corredor Netzarin, llamado “el de los cadáveres” porque el ejército sionista asesinó a todos los que trataron de cruzarlo en los último tres meses, sigue siendo muy peligroso. El domingo a la noche francotiradores israelíes mataron a dos palestinos cerca de Rafah, uno de ellos un niño.
El alto al fuego entró en vigor este domingo después de que Hamás entregó a Romi Gonen, Emily Damari y Doron Steinbrecher en la ciudad de Gaza, en medio de un extraordinario despliegue de las milicias Al Qassam, el brazo armado de Hamás. La Cruz Roja, que las entregó al ejército sionista, destacó que las tres israelíes “se encuentran en buen estado de salud”.
Los 90 presos palestinos fueron recibidos “con entusiasmo y la reivindicación de Hamás”, dice El País. Los que fueron llevados a Jerusalén no pudieron festejar: tenían apostados militares sionistas en la puerta de su hogar y prohibida cualquier exteriorización. La mayoría estaba bajo “detención administrativa”, o sea, en penales militares sin conocer de qué se los acusaba ni por cuánto tiempo estarían presos.
Son 69 mujeres y 21 niños y adolescentes. En la lista figura Khalida Jarrar, de 62 años, dirigente del Frente Popular para la Liberación de Palestina en la Cisjordania ocupada.
Centenares de camiones con ayuda humanitaria han comenzado a entrar en territorio palestino con alimentos y productos básicos, incluida agua potable, material sanitario e higiénico y tiendas de campaña.
El acuerdo prevé que dentro de una semana tendrá lugar un nuevo intercambio entre cuatro rehenes israelíes y presos palestinos. En esta primera fase, de seis semanas, se liberará a algunos de los cautivos israelíes a cambio de prisioneros palestinos y se producirá una retirada gradual israelí a las fronteras.
En el entorno del gobierno de Benjamín Netanyahu no cesan las presiones y amenazas para que el ejército retome los ataques una vez lograda la liberación del centenar de cautivos. Insisten en que es una tregua temporal y su objetivo sigue siendo aniquilar a Hamás.
El sábado, en un discurso grabado, Netanyahu dijo que Israel continuaría su guerra contra Gaza de «nuevas y contundentes formas» si la segunda fase del acuerdo de alto el fuego resultaba «inútil» y aseguró que tanto Biden como Trump “respaldaron plenamente el derecho de Israel a volver al combate si las negociaciones sobre la fase B son inútiles».
El Ejército israelí está “decidido” a volver a los combates, afirmó el jefe del Estado Mayor, Herzi Halevim, que ha instado a los militares a prepararse para lanzar “operaciones significativas” en Cisjordania “en los próximos días”, según ha explicado para “prevenir” incidentes y “atrapar a los terroristas”. Asimismo, el alto mando militar se ocupará de “formular planes para la continuación de los combates tanto en la Franja de Gaza como en Líbano”.
Durante las primeras horas de alto el fuego en Gaza, hordas de colonos quemaron viviendas y vehículos en Cisjordania en represalia por la tregua alcanzada entre Israel y Hamás.
En la misma línea, Trump, que asume este lunes, ratificó que “Hamás nunca debe gobernar Gaza”. El respaldo va a verificarse también fronteras adentro en Estados Unidos: todas las declaraciones y los nombramientos de Trump, analiza Haaretz, “están indicando que la promesa de su campaña de tomar medidas enérgicas contra los sectores propalestinos en Estados Unidos será un factor definitorio de los primeros días de su administración” (Haaretz 18/1).
La coalición gobernante está golpeada por la dimisión de tres ministros del partido religioso de extrema derecha Otzma Yehudit, entre ellos el de Seguridad, Itamar Ben-Gvir. En una carta dirigida a Netanyahu, Ben-Gvir afirmó que el objetivo no es derrocar al gobierno, pero que el acuerdo es «una victoria completa del terrorismo».
El ministro de Finanzas, el colono ultraderechista Bezalel Smotrich, del partido Sionismo Religioso, urgió a Netanyahu ocupar la franja de Gaza e instaurar un gobierno militar. Y añadió que derrocará al gobierno “si no regresa a la lucha, de forma que [nos lleve] a tomar el control de toda la Franja de Gaza y gobernarla” (El País 19/1).
Si el partido de Smotrich también se marchara, el gobierno de Netanyahu tendría menos de la mitad de los escaños de la Knesset, el Parlamento israelí, lo que podría provocar la caída del gobierno y forzar nuevas elecciones.
Mientras tanto, Israel bloqueó la investigación de la ONU sobre los crímenes sexuales de Hamás del 7 de octubre para evitar que también se indague sobre los abusos a prisioneros palestinos.
Es una oportuna prohibición. La fiscal israelí que debía sustanciar las causas por violencia sexual contra mujeres y niños el 7 de octubre -que repetidamente denunciaron los sionistas urbe et orbi y usaron como justificación de la limpieza étnica- confesó que ninguna israelí denunció haber sido abusada ni ante la fiscalía ni ante organizaciones feministas.
El New York Times opina que el gobierno israelí probablemente tendrá que elegir entre traer a casa a los rehenes o destruir a Hamás. “Elegir a los rehenes podría amenazar el control del poder del primer ministro Benjamín Netanyahu en Israel”, apunta.
Un editorialista de Haaretz ofrece la respuesta: “El gobierno no tiene intención de llegar a la segunda fase del acuerdo, y la propia existencia de la fase atestigua de sus maliciosas intenciones …. No se deje engañar por ilusiones. La aspiración a restablecer una presencia en Gaza y el sueño de colonizarla nunca desaparecieron. En verdad, sólo se pospusieron un par de semanas”. Por lo tanto, “las vidas de los rehenes restantes se convertirán en daños colaterales”.
El domingo, miles de israelíes esperaron en la Plaza de los Rehenes, en Tel Aviv, el regreso de las tres jóvenes que quedaron con sus familias, pero hospitalizadas y bajo control militar. Todo el año pasado, las familias han reclamado con cortes de ruta y manifestaciones cotidianas el cese del fuego “hasta que todos volvieran a casa”, aunque esto signifique el retiro de las fuerzas sionistas de Gaza (El País 19/1).