Escribe Jorge Altamira
Un peronismo desnudo de programas
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Cristina Fernández aprovechó la celebración de la Independencia, el 9 de Julio, para volver a pintar una perspectiva sombría de la economía argentina. No vaticinó, en esta ocasión, un derrumbe o colapso financiero a corto o mediano plazo, sino una crisis de deuda pública a partir de 2027, cuando “la Argentina (tiene), más que una pared de vencimientos (de deuda, de capital y de intereses, con el FMI y los bonistas), una muralla infranqueable que tiene que pagar en dólares contantes y sonantes”. Caracterizó a esta encrucijada como “un problema estructural” y advirtió “a los argentinos, sean de izquierda, de derecha, de abajo, de arriba, peronistas, antiperonistas, lo que más te guste... a pensar cómo encarar y resolver esta cuestión, (de lo contrario) somos boleta”. Cristina cae en un furcio, porque es obvio que para los “argentinos...de derecha y de arriba” el asunto no presenta ningún enigma: sacarán las divisas del país, “comme toujour”, salvo que no haya adonde refugiarse si la crisis adquiere un carácter realmente mundial. “Los de abajo” tampoco están condenados a “ser boleta”, si encaran ‘el problema’ con sus propios métodos y explotan un estallido del capitalismo para establecer un gobierno socialista e internacionalista de los trabajadores.
Suponemos que CFK es consciente de que la crisis en que está envuelta Argentina no es “estructural” sino capitalista, o sea del modo capitalista de organización de la producción y el intercambio. Estructural es una categoría vacía de contenido histórico y de contenido social. Evita distinguir la contradicción irreconciliable entre el capital y el trabajo. La insustentabilidad del endeudamiento capitalista, sea público o privado, es de carácter mundial; la naturaleza y la humanidad están en riesgo de convertirse en “boleta”, y millones de trabajadores se encuentran en esa situación. EEUU tiene una deuda pública que equivale al 140 % del PBI –unos 36 billones de dólares: China, el 230 % del PBI, 40 billones de dólares, compensada por abundantes reservas; Japón, casi el 300 % del PBI, unos 30 billones. La deuda del capital no financiero en estado de incobrabilidad, supera estos números. El crédito, como régimen de ampliación de la acumulación de capital, ha colapsado. El sistema monetario en el cual se apoya, va por el mismo camino. Las guerras económicas, políticas y militares que envuelven al sistema imperialista, son la expresión de este impasse económico, de un lado, y del impasse histórico, del otro.
La expresidenta se valió de la épica para “encarar el problema”, y evocó las tres C –cabeza, corazón y coraje-. Pero, en realidad, apenas propuso como remedio una nueva reestructuración de la deuda –incluso bastante limitada-. Como de costumbre, CFK excluye de las reestructuraciones a la deuda local, que entre capital e intereses se acerca a la friolera del equivalente de 300 mil millones de dólares –la mitad de la deuda del estado nacional-. Cree que es una operación factible porque Argentina, aunque no ‘produce’ dólares sí produce pesos. También excluye al FMI, que, por estatuto no acepta reestructuraciones, que es acreedor por 70 mil millones de dólares. Junto a otros organismos internaciones, tienen la mitad, aproximadamente, de la deuda en divisas. Una reestructuración de deuda con acreedores privados se acercaría, ‘apenas’, a 100 mil millones de dólares, o el 15 % de la deuda total.
La descripción del ‘problema estructural’ de Argentina tiene otras limitaciones, incluso más importantes. La economía no es un asunto contable, sino el conjunto de las relaciones capitalistas. La deuda no es un ‘stock’, es un flujo. De un lado hay pagos periódicos de intereses y vencimientos parciales o totales de capital. Más importante aún, se transa en un mercado de capitales. El default de la deuda tiene lugar mucho antes de la incapacidad de afrontar sus pagos, ocurre en los hechos cuando se advierte esa posibilidad, en grado mayor o menor. Cavallo defolteó la deuda argentina antes de la caída de De la Rúa y del abandono de la convertibilidad –fue cuando recurrió al FMI dos veces en semanas, con el “blindaje” y el “megacanje”-. Volvió a ocurrir con Macri, cuando empezó a “reperfilar” la deuda, en este caso la local –lo suficiente para hundir el peso y desatar una mega inflación-. Milei –y Caputo por segunda vez– enfrentan la posibilidad de ese colapso antes del cronograma de deuda para 2027. Ya han hipotecado la reserva de oro y contratado préstamos de corto plazo, contra garantía de bonos de deuda pública seleccionados, a tasas de default, en dólares. Todo esto tipifica una gran crisis financiera del capital y del estado, no un ‘problema estructural’. Los mismos acreedores y el mercado de capitales en el cual operan, impulsarán esta crisis por medio de ventas, y serán afectados por ella.
Es conocido que, para la expresidenta, el problema de Argentina es lo que antes se llamaba “restricción externa” y ahora “falta de dólares”, que, según CFK, Argentina no produce, pero que en todo caso servirían para pagar la deuda –no para cambiar las condiciones de existencia de la mayoría trabajadora-. Pero esa restricción o carencia es típica de los ciclos capitalistas –desaparece en el ‘boom’ y se esfuma en la crisis y la depresión-. El precio del oro se ha duplicado en meses, como consecuencia del reflujo de capitales provocado por una serie de crisis, y lo mismo ocurre con el abandono parcial o relativo del dólar por parte de numerosos países. La economía vulgar de los apologistas del capital les impide ver el bosque, el movimiento internacional del capital y carácter internacional de las crisis.
CFK no ha ofrecido una salida para su “problema estructural”, o sea que el peronismo navega sin programa. Para Milei y Caputo, la ‘salida’ sería un ‘boom’ exportador de combustibles y minerales, mientras le sacan un 35 % de retenciones al agronegocio –el ‘tesoro’ de la Argentina capitalista-. El ‘retorno’ a la Argentina de fines del siglo XIX, que dice buscar Milei, olvida que condujo a la mayor crisis internacional, la del 90, y el derrumbe de la Bolsa de Londres, por el default de Argentina. Pero el mercado de combustibles y minerales, con el que Milei busca ese retorno, se encuentra sobreofertado y con una guerra comercial internacional que tira los precios hacia abajo. El escape (no es una salida) para el gobierno liberticida sería una escalada en la guerra militar, que levantaría los precios de las materias primas, y una integración semicolonial a las cadenas de suministros de la OTAN. La guerra mundial, sin embargo, no es vista por la expresidenta como un “problema estructural”, y el genocidio de Palestina, que la guerra mundial multiplicará al infinito, tampoco.
Los partidos patronales van a las elecciones sin otro programa que el ajuste contra los trabajadores, más concretamente la destrucción de sus derechos, incluidos los políticos. La cuestión ‘estructural’, que llaman a atender, se dirimirá por otros medios: crisis, confiscaciones y devaluaciones, o sea por la violencia del ‘mercado’. Trump mismo ha insinuado una suerte de default norteamericano por medio de “la deuda permanente” o “centenaria”, que sólo saldaría los intereses pero aboliría los vencimientos de capital. Obviamente, sería un default confiscatorio descomunal (priva al capital de su oxígeno: el movimiento ilimitado), que sería respondido por una insurrección ‘universal’ de la burguesía.
Nuestro partido sí tiene una respuesta al ‘problema estructural’: el repudio a la deuda usuraria y la reorganización social de Argentina bajo la dirección política de un gobierno de trabajadores. Socialismo o Barbarie.