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Desde inicios del golpe chileno, el peronismo tomó una serie de medidas violatorias del derecho internacional de asilo más elemental para los trabajadores chilenos que huían de la tortura, la violación y la muerte. Aquellos que lograron cruzar la frontera por pasos fronterizos fueron tratados como detenidos “en tránsito”, recibiendo un trato infrahumano. Más de un centenar de refugiados de Chile no chilenos que fueron detenidos en el Hotel Internacional de Ezeiza publicaron una carta abierta al pueblo argentino donde denunciaron las condiciones calamitosas a las que los sometía el gobierno peronista: más de 36 horas sin comer, incomunicados entre sí y con el exterior, “custodiados” por hombres pertrechados con armas largas a modo de intimidación, presionados para firmar documentos en contra de su voluntad por parte de la Cancillería argentina, etc.
La situación más grave fue la de los chilenos asilados que lograron refugiarse a tiempo en la embajada argentina en Santiago, a quienes el gobierno peronista les negó el derecho a residir en territorio argentino. Testimonios de argentinos en Chile explicaron que “el derecho de asilo se encuentra cercenado, ya que las puertas de la embajada están cerradas con llave y junto a la entrada hay una fuerte guardia de carabineros armados con ametralladoras que impiden el acceso” (La Nación, 23/10/73). El Comité de solidaridad por la lucha de los pueblos latinoamericanos denunció en noviembre de 73 que “42 chilenos que habían logrado cruzar hasta nuestro territorio por los pasos del sur han sido devueltos a Chile”. Los chilenos devueltos fueron torturados y fusilados por la dictadura pinochetista. A modo de amenaza, Perón declaró que los que se encuentren asilados en Argentina “serán confinados en Misiones, en el norte, en medio de la selva” (La Nación, 23/10/73).
En marzo de 1974, el diario Le Monde señalaba que “el movimiento de solidaridad mundial ha mostrado una singular lentitud. Por su parte, la mayoría de las 35 naciones que respondieron favorablemente al pedido de las Naciones Unidas para salvar la vida de los refugiados, hacen hoy oídos sordos” (Le Monde, 25/3/74). Desde el día mismo del golpe de Estado en Chile, se realizaron movilizaciones en Argentina contra el golpe, que luego se tradujeron en movilizaciones en de denuncia de las masacres perpetradas contra la clase obrera chilena y en defensa de los refugiados y el derecho de asilo. Las movilizaciones luego dejaron de realizarse, en parte por el boicot de algunas organizaciones de izquierda, como el Partido Comunista.
Ya en marzo de 1974, Política Obrera explicaba que “el gobierno peronista da su apoyo tácito al golpe fascista chileno, para luego proveerlo de armas y hostigar a los refugiados trasandinos” (“Política exterior: la política del gobierno es una sola”, Política Obrera, 4/3/74).