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El 17 de junio pasado Gabriel Solano publicó una columna en Infobae para reivindicar la tesis pequeñoburguesa “de la (defensa de la) soberanía alimentaria”. Solano criticaba que eso “le queda grande al kirchnerismo” (sic, textual del título). Solano renegaba de la tradición histórica del PO y del marxismo. La tan mentada ´soberanía´ (o ´seguridad alimentaria´, en otras versiones) es imposible bajo el capitalismo, aunque se trate del país más rico del mundo.
EE.UU., en los años ´30 del siglo pasado, era ya la mayor potencia agrícola del planeta y no por ello se salvó de una recesión y miseria históricas. Un país puede nadar en la abundancia, pero el capitalismo igualmente condena a las masas a la miseria. Ha sido siempre así. Bajo el capitalismo la riqueza no se distribuye en proporción a la abundancia de la producción sino según las leyes del mercado, a su anarquía y a las leyes de la acumulación (o sea, de las crisis cíclicas, de la superproducción -aunque las masas se mueren de hambre-, etc.).
De modo general, la peregrina idea de la soberanía alimentaria es un planteo nacionalista (burgués) que apuntó siempre a la defensa de los intereses de las burguesías nacionales en la producción de alimentos, aquí y en el mundo entero. AF coqueteó demagógicamente con ella, Solano (y el PTS) la convierten en programa de la izquierda.
No una fuente marxista sino un diplomático argentino, Jorge Riaboi, muy versado en negociaciones de comercio exterior, publicó en El Economista (16/6) un artículo titulado “La soberanía alimentaria y el riesgo de suicidio económico”, que nuestros izquierdistas harían bien en leer. Riaboi demuestra algo que el Partido Obrero denunció desde siempre, incluso bajo la pluma de Pablo Heller que ahora salió a defender a Solano. Riaboi nos recuerda que dicha ´soberanía´ ganó terreno en la palestra pública de la mano de “ONG francesas que llaman soberanía a su deseo de eliminar las disciplinas sobre agricultura que existen en las reglas de la OMC, con el exclusivo propósito de mantener su ineficiente economía agropecuaria”. Es decir, ´resucitó´ como arma de países europeos imperialistas contra países semi-coloniales como Argentina.
Prensa Obrera, lamentablemente, hace ya un tiempo se sumó a esa cruzada. La ´soberanía alimentaria´ cautivó a la CEPAL de los años ´60 y tuvo su origen en las usinas del ´desarrollismo´ (Arturo Frondizi), como denunció Altamira en su crítica a Solano (ver “Qué nos dice la discusión sobre ‘seguridad alimentaria’”, 26/6).
“La ´seguridad´ en materia económica, sin que importe la rama de que se trate, no existe, porque el capitalismo es un sistema de anarquía económica, donde lo que sobra en un momento falta en el otro, transitando por crisis cada vez más severas. Argentina también exporta automotores y eso no la convierte en ‘rodado seguro’, porque lo que tiene que importar para armarlos representa un valor muy superior a los ingresos de exportación del producto terminado. En el rubro agrario, es cierto, todavía existe un excedente entre los insumos que importa y los productos que vende al exterior, pero esto podría modificarse en breve tiempo dado el crecimiento de precios de la industria química internacional, por un lado, y el decrecimiento de los precios y del valor agregado de la exportación” (Altamira).
Ahora Pablo Heller (ver Prensa Obrera, 6/7) salió con los tapones de punta en defensa de Solano. Sobre la defensa de la ´soberanía alimentaria´ de Solano no dice una palabra en más de 15 mil espacios y, como dice el refrán, quien calla otorga: Solano, Heller & Cía se han sumado al campo de planteos tipo Vía Campesina (que, como es bien sabido, se financia con fondos de aquellas ONG).
A las contradicciones del desenvolvimiento capitalista, Vía Campesina y nuestros ´izquierdistas´ no responden como socialistas, sino como pequeñoburgueses asustados. Quieren detener la rueda de la historia. Están por detrás de los viejos ´desarrollistas´, que buscaban destrabar el atraso agrario crónico de Argentina con un desarrollo de la industria del armado (y una gran entrada de capital extranjero). Esto lo hicieron (en cierta medida) Menem-Cavallo y (en mucha más), con otro eje, los K en sus 12 años de ´desendeudamiento´ (fue el ex ministro de Agricultura Solá, hoy ministro de Relaciones Exteriores quien dio vía libre a la entrada del ´yuyo´ transgénico que ´revolucionó´ las pampas). Nuestros ´desarrollistas´ de izquierda, en cambio, son defensores de la economía familiar – creen que el problema es la agricultura industrial. Una regresión que nos retrotrae del socialismo científico a la época de Saint Simon.
La deriva de los planteos a lo Solano conduce, como explicó Altamira, a “la teoría del ajuste”, es decir a un planteo de defensa de la burguesía industrial devaluadora. El planteo de Solano pretende, en nombre de la defensa del salario, alinear los precios de mercado de los alimentos con “los costos de producción” (Solano, dixit), reservando para la exportación los precios “establecido(s) por el mercado mundial” (textual de Solano). Esto, aunque se revista con “nacionalizaciones” o lo que fuera, es un planteo anti-obrero. El planteo de Solano, como explicó Altamira, es un planteo que serviría al achatamiento de los salarios, no a su suba.
En primer lugar, es falso que “siempre hemos planteado que los precios internos debían estar determinados por el costo de producción”. No Heller. Los precios de producción y los de mercado difieren, lo contrario lo sostenía Proudhon, que hacía abstracción del mercado, o sea de las condiciones concretas de la producción capitalista. Una cosa es sostener que el precio de mercado gira en torno al precio de producción y que éste se encuentre determinado por los costos y la tasa media de ganancia; otra que “deban” ser iguales a los costos, sin referencia a la ganancia media.
En segundo lugar, 200 años por lo menos de capitalismo mundial demuestran que los precios internos y los externos difieren constantemente, porque la economía mundial existe como una articulación contradictoria. Las estructuras de clase y de trabajo difieren considerablemente. El movimiento cíclico del capital no siempre coincide en el plano internacional. En definitiva, todo lo que ‘debe ser’ aparece en la escena con independencia de sus determinaciones, debido a la anarquía del intercambio capitalista.
Por otro lado, la mediación del estado no atenúa esa anarquía, la acentúa. Desde el momento que la producción es privada, el capitalista decide a quién vender. Si el estado pone un pie o reprime al capitalista exportador, éste (que por general es el mismo que abastece el mercado interno) desabastece a este último, recurre al contrabando, a la sub o sobre facturación, etc. O incluso deja de producir. La capacidad ´huelguística´ del capital es obviamente más poderosa que la de la fuerza de trabajo.
Las famosas “Juntas” de granos o carnes jamás pudieron ´disciplinar´ al mercado. Bien mirado, nacieron no contra el mercado sino a pedido de los propios capitalistas nacionales para defenderse de las convulsiones del mercado mundial, concretamente de la deflación. Los intentos capitalistas de reglar la producción desde el estado han fracasado en todo el mundo, bajo los más diversos gobiernos, desde siempre. No todos los arbitrajes estatales tienen el mismo carácter, pero no pueden superar sus límites de clases. Nunca los marxistas nos hemos hecho propia una política burguesa determinada. La delimitación con las posiciones de este tipo es una cuestión de principios.
Estas posiciones que defendemos y defendió Altamira en su crítica a Solano, Heller las esquiva con el argumento que “se trata de un contrasentido” (sic). Escarbe el lector en ese texto y no encontrará una sola explicación, ni sentido alguno a su defensa de Solano, a excepción de chicanas e insultos. Heller recita largas tesis marxistas de orden general, pero no rebate una sola de las críticas de Altamira a Solano. Es el método que utilizaron siempre los impostores.
Heller trae a colación la política de las “tijeras” de Preobrazhenski y la oposición trotskista en la URSS de los años 20 (apropiación por el estado obrero de los beneficios del campo para volcarlos a la industrialización). Heller intenta demostrar así la ´justeza´ del planteo de Solano sobre el achatamiento de los salarios. ¿No advierte que Solano lo formula no en un estado obrero (la burguesía en la URSS había sido expropiada) sino en la Argentina capitalista? Incluso esa política de la oposición de izquierda estaba lejos de ser un planteo permanente, un dogma. La burguesía industrial quiere ´tijeras´ para los salarios y así defender sus beneficios. Solano-Heller se han transformado en cómplices de un planteo pro burgués.
Heller se ha convertido en un escriba del aparato solanista y transforma la supuesta reafirmación del artículo de Solano sobre seguridad alimentaria en un refrito de lugares comunes para atacar al “grupo de Altamira”. Simula tomar nuestras críticas en torno a la política del FIT-U frente a la pandemia o frente al coqueteo de Solano con Milei & Cía -lo que la revista Noticias denominó ´trosko-liberalismo´- para terminar acusando un “giro liberal” (¡!) de Altamira y su “entusiasmo ´estatista´”, el que habría “lleg(ado) al extremo de reivindicar (sic) la intervención de las fuerzas armadas en la distribución de alimentos y la acción coercitiva del Estado en ese plano”. Esta mentira soló la puede sostener un descompuesto como Heller. Lo que nuestra corriente le contestó al PTS es que si el ejército reparte alimentos, hay que hacer propaganda sobre el ejército, y no recitar que vuelva a conspirar desde los cuarteles. Heller reivindica el desarrollismo y el pacificismo.
“Con nosotros, no”, aparato.