“¡Netanyahu go home!”

Escribe Norberto Malaj

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En medio de una segunda ola de coronavirus que tiene semiparalizado el país, Israel está sacudido por una ola de movilizaciones que, según Haaretz, está entre las más grandes en más de 70 años del estado. Al cierre de esta edición se esperaba “la sexta manifestación de este tipo en los últimos diez días. Las protestas comenzaron el mes pasado y a medida que crecieron y se convirtieron en marchas en el centro de la ciudad, la respuesta de la policía también se hizo cada vez más contundente, con la aplicación de la ley, desplegando unidades antidisturbios, así como unidades montadas y cañones de agua” (23/7). Las manifestaciones comenzaron con mucha fuerza en Tel Aviv, la ciudad más liberal, pero en los últimos días el epicentro se trasladó a Jerusalén, más precisamente frente a la residencia del primer ministro, Netanyahu.

Netanyahu primero intentó prohibirlas. No pudo; recurrió luego a bandas de su partido, Likud, y tropas especiales, que fueron acusadas de infiltrar las movilizaciones. Sus consecuencias fueron echar más leña al fuego. Un periodista lo precisó así: “Los manifestantes en Rabin Square (en la principal plaza de Tel Aviv) tienen suerte de que no sean árabes. De lo contrario, no sería una exageración decir que en lugar de patrullas de carros de asalto transitando las calles, veríamos en ellas funerales” (Odeh Bisharat, Haaretz, 19/7).

Gobierno a la deriva

Las movilizaciones son la respuesta, por un lado, a la apremiante situación económica que llevó la desocupación a más del 20% de la población activa, en medio de un recrudecimiento de la pandemia, también fruto de una política de ´reapertura de los negocios´ precipitada. Por el otro, al hartazgo de un régimen corrupto que mantiene a Netanyahu en la cúspide del estado hace 20 años, mediante todo tipo de triquiñuelas, sobornos y alianzas con gobiernos antisemitas. Recientemente, Netanyahu logró frenar una demanda ante la Corte Suprema que lo inhabilitaba para usar el monumento de Yad Vashem, que conmemora a las víctimas del holocausto, en Jerusalén, a fin de recibir jefes de estado como al fascista Orban de Hungría o a Duterte de Fipilinas, quien se había comparado con Hitler.

La demanda central de las movilizaciones que se habiliten los juicios contra Netanyahu y su salida del gobierno. Las movilizaciones han puesto en la picota al gobierno de coalición que había amañado con Benny Gantz, su principal contrincante en las tres elecciones sucesivas que tuvieron lugar en el último año.

El gobierno temeroso que la movilización democrática empalmara con la lucha social dio satisfacción a una vigorosa huelga del sindicato de enfermeras que salió a luchar en defensa del salario y mejores condiciones de trabajo. Antes había sostenido que no había presupuesto.

Los árabes

¿Por qué la población árabe palestina del estado de Israel no se ha sumado a las protestas? Fueron “los primeros en verse perjudicados por el daño económico, tanto personal como comunitario. Las autoridades locales árabes han recibido cantidades ridículamente bajas de ayuda durante la crisis en comparación con las judías, principalmente las de la cima de la pirámide económica” (ídem).

Por un lado, las direcciones palestinas en Israel están completamente supeditadas al estado sionista: “Las instituciones claves que representan a la comunidad árabe, el Comité de Supervisión Árabe, el Comité de Alcaldes Árabes, la Lista Conjunta y las organizaciones sin fines de lucro sociales”, tienen una conducta muy timorata. Según un economista palestino, el Dr. Sami Miari “evitan llamar al público a protestar por motivos políticos, para no sabotear las posibilidades de avanzar en un plan financiero para la comunidad árabe” (Jack Khoury, Haaretz, 23/7). En Haifa, han habido sí movilizaciones conjuntas de árabes y judíos. ”La mayoría de las llamadas para hacerlo no provienen de partidos políticos u organizaciones oficiales, sino de individuos, entre ellos el presidente de la Lista Conjunta (árabe), Ayman Odeh”, y especialmente de “activistas de Hadash, un partido de extrema izquierda que atrae predominantemente a los votantes árabes y forma parte de la Lista Conjunta” (ídem).

Para Amal Jamal, de la escuela de ciencias políticas de la Universidad de Tel Aviv (ídem), el retraimiento de la población palestina a sumarse obedecería a que "las protestas israelíes ondean la bandera israelí, algo que bloquea la participación árabe efectiva". "Debemos recordar que los ciudadanos árabes protestan contra la discriminación a nivel nacional y no solo civil. Este énfasis contradice completamente el deseo de la mayoría de los manifestantes judíos de reducir la centralidad de los problemas políticos " (ídem).

Las movilizaciones israelíes, con todo su potencial contra el gobierno derechista, no rozan la cuestión estratégica del carácter del estado sionista.

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