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La implosión del puerto de Beirut dejó prácticamente inutilizables sus instalaciones, provocó un temblor 10 kilómetros a la redonda y “al menos 50 muertos y 2.750 heridos” (ABC, 4/8, 17 hs.). Media Beirut ha quedado dañada, miles han visto afectadas sus viviendas.
Si es cierto que se trató de un ´accidente´, como afirman los voceros tanto de Hezbollá como de los servicios secretos israelíes, la ´responsabilidad´ recaería en el derrumbe de los servicios esenciales del país, como la actividad portuaria y la seguridad. Negligentemente, se habría depositado material muy sensible, confiscado hace tiempo a un barco mercante, en un depósito ubicado en medio de una zona residencial. De ahí que haya personal diplomático herido y dependencias de varias embajadas muy afectadas.
Desde octubre pasado “la economía del Líbano está en caída libre”, informaba ayer (3/8) Achilleas Zavallis, corresponsal de The Guardian: “Con la red eléctrica funcionando solo de dos a cuatro horas al día, no hay semáforos que nos guíen. Los edificios parecen vacíos o abandonados … gran parte de la población está hundida en la pobreza”. El país funciona en base a “complejos sistemas de mecenazgo que se formaron después del final de la guerra civil y la llamada ingeniería creativa del Banco Central dio como resultado lo que muchos llaman ´un esquema Ponzi administrado por el gobierno´, todo lo cual está en el corazón de la implosión”. Esto se decía 24 horas antes de esta otra implosión. Como en todos lados “el rescate del FMI fue un fracaso, la libra libanesa, que alguna vez estuvo vinculada al dólar, ha perdido el 80% de su valor. La hiperinflación ha destruido el poder adquisitivo de todos menos una minoría adinerada” (ídem).
Uno de los sectores más afectados por la crisis han sido las fuerzas de seguridad. La Plaza de los Mártires, en el centro de Beirut es, desde “el mes pasado es el epicentro de reuniones en apoyo de los pensionistas de las fuerzas armadas libanesas, cuyas pensiones cayeron de u$s 800/1,000 a u$s 150/200 mensuales” (ídem). La gente se provee de energía eléctrica vía generadores familiares cuyo alquiler se ha transformado en un negocio floreciente hasta que “La gente no puede pagar", dice al corresponsal uno de esos proveedores. “Un tercio de los 1,200 hogares a los que proporciono electricidad no han pagado en los últimos dos meses. No puedo cortarles la luz, pero también me deben pagar. Es un ida y vuelta. Corté la corriente durante 15-20 minutos como recordatorio. Vienen y pagan lo que pueden” (ídem).
El Líbano está en una encrucijada histórica. Se temió en un principio que el accidente hubiese sido un atentado vinculado a un veredicto que debe dar un tribunal de la ONU que juzga a los asesinos del ex primer ministro, Rafik Hariri, en 2005. Esto podría hacer saltar por los aires al endeble gobierno de “unidad nacional” del Líbano que reúne a la derecha maronita que dirigió siempre el país y al movimiento chiíta de Hezbollá, una especie de milicia asistencial con predicamento en vastos sectores populares.
Líbano está a la búsqueda de una tabla de salvación en acuerdos con Turquía y el capital financiero internacional para explotar reservas petroleras en la costa mediterránea del país. Es lo que hacen Israel, en sociedad con Egipto y Jordania, frente a las costas de Gaza. Arabia Saudita a su turno quiere desplazar a Turquía.