Escribe Norberto Malaj
Tiempo de lectura: 2 minutos
El preso palestino en una cárcel sionista desde julio pasado, Maher al-Akhras, quien llevaba más de 100 días en huelga de hambre y su vida se encontraba al borde de la muerte (bajó de 104 a 61 kilogramos), acaba de levantar la medida bajo el compromiso del Shin Bet de dar fin a su arbitraria detención. Así lo acaba de consignar un cable de Associated Press con declaraciones de “Qadoura Fares, jefe del grupo de defensa del Club de Prisioneros Palestinos, quien dijo el viernes que, según el acuerdo, Israel no extenderá la orden de detención administrativa actual para al-Akhras cuando expire el 26 de noviembre” (The Guardian, 7/11). No le pueden ahorrar dos semanas adicionales de deternción arbitraria. Maher al-Akhras ya está siendo alimentado y tratado clínicamente para su recuperación.
Maher al-Akhras, de 49 años, era uno de los 4.200 palestinos bajo arresto en Israel. Integraba el pelotón de detenidos bajo “detención administrativa” —una norma que permite al estado sionista a detener a cualquier palestino sin cargo ni proceso alguno. Maher al-Akhras negó siempre su pertenencia a la Jihad Islámica, organización que nunca integró, de la que se lo acusaba de ser parte y que esa organización jamás reivindicó como preso propio.
En el propio estado de Israel la campaña por la libertad de Maher al-Akhras alcanzó una dimensión inusitada. El 18 de octubre el pacifista Guideón Levy había escrito en Haaretz, cuando su vida ya corría peligro: “Akhras ha estado en huelga de hambre durante casi 90 días, exigiendo que lo liberen de la detención administrativa. El Tribunal Superior de Justicia de Israel denegó su solicitud. Los magistrados accedieron amablemente a suspender su detención administrativa, es decir, detención sin juicio, hasta que mejore su estado, pero no acordaron garantizar que no volverá a ser arrestado. Akhras rechazó valientemente la oferta. Los jueces Isaac Amit y Ofer Grosskopf escribieron en su resolución por mayoría que estaban convencidos de que la detención estaba plenamente justificada”.
El mismo Levy decía: “En la actualidad, unas 350 personas se encuentran recluidas en cárceles israelíes bajo detención administrativa, incluidos dos menores. A veces ha habido hasta 1.000. El Tribunal Superior (de justicia israelí) … nunca se movió para cuestionar el carácter del Estado que secuestra y encierra a decenas de miles de personas sin acusarlas, en cifras que deberían aterrorizar a cualquier persona de principios. Este fin de semana, Akhras se movió entre la vida y la muerte. Pocas personas se preocupan por su destino. Israel lo llama ´terrorista´, sin que nadie tenga idea de su crimen y sin presentar ninguna prueba. La evidencia que se ha presentado fue una broma: una grabación en la que presuntamente se jactaba de pertenecer a la Jihad Islámica. Se ha revelado que la transcripción muestra que no dijo esto” (ídem).
“La sangre de Akhras y de miles de otros palestinos está en manos de esta policía secreta, el Shin Bet … Es dudoso que haya otro estado democrático donde esto se considere gloria” (ídem).