La revolución chilena golpea a la privatización universitaria

Escribe Camila P

Con ocupaciones y piquetes, los estudiantes secundarios arrancaron la suspensión de los exámenes de admisión.

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Luego de la toma de una enorme cantidad de escuelas de las diferentes ciudades de Chile contra la Prueba de Selección Universitaria (PSU), el Ministerio de educación se vio obligado a suspenderla. La PSU es un examen estandarizado de admisión a la enseñanza superior y es la única vía de ingreso a la misma. Cada año, miles de estudiantes quedan fuera de la posibilidad de continuar una carrera profesional, especialmente los hijos de trabajadores. Cabe recordar, además, la totalidad de la educación universitaria en Chile es arancelada.

El lunes, los voceros de la Asamblea de Coordinación de Estudiantes Secundarios (ACES), afirmaron que en 86 escuelas el gobierno tuvo que suspender la PSU por las tomas y que la jornada de movilización se extendería para que no pudiera llevarse a cabo en los establecimientos restantes (El Desconcierto, 06/01). En donde no había la suficiente fuerza para una toma, las pruebas fueron boicoteadas por el ingreso a la fuerza de los estudiantes a las salas en donde se guardaban éstas y la publicación de las consignas. Finalmente, la PSU no pudo desarrollarse en todo el país.

Como explicaron desde la ACES, son "los hijos de los trabajadores y trabajadoras de este país, quienes no han podido ingresar a la educación superior" (El Desconcierto, 06/01). La PSU se coloca como un "método segregador", cuya función es dejar a la clase obrera por fuera del acceso a la universidad.

La toma de secundarios está contextualizada en el cuadro político más general de Chile, en el que la revolución amenaza con barrer a todas las bases del régimen pinochetista - entre las cuales está la privatización de la educación. El movimiento estudiantil se ha constituido como una pieza fundamental de dicha lucha. Los estudiantes que hoy toman los liceos son los mismos que forman parte de la primera línea que enfrenta a la policía y a los pacos y los que saltaron los molinetes contra la suba del boleto, en una protesta que hizo estallar el período abierto en Chile y América Latina. Son también los que condensan la carga de la experiencia histórica de la clase obrera y el movimiento estudiantil de las últimas décadas, expresada en la movilización de los "pingüinos" en 2006, el mochilazo en 2011 y la lucha del año pasado contra el avance represivo mediante la ley de "aulas seguras". En todo este proceso los estudiantes han sacado conclusiones y salieron fortalecidos en la organización contra el gobierno y el régimen chileno, pero también contra la burocracia estudiantil que ya no tiene el margen de contención ni el carácter de dirección que tenía catorce años atrás.

El apoyo a la lucha de los secundarios de Chile se coloca como una tarea para todo el movimiento estudiantil de América Latina. El desenlace de un triunfo que eche por tierra el sistema de privatización es ineludiblemente un golpe de muerte para los planes y reformas que el Banco mundial pretende implementar en toda la región.

La organización de los estudiantes chilenos pone sobre debate a manos de quién está el control de la educación. El reclamo de una asamblea constituyente soberana y con poder, que de por terminado el gobierno de Piñera, se coloca también como una salida frente al problema educativo. La constituyente no sólo tiene que dar por finalizada la privatización sino también poner la planificación y organización de la educación bajo control de los estudiantes y docentes.

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