Escribe Jorge Altamira
Un debate con compañeros de Venezuela
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Los compañeros José Capitán y Eva López han enviado un texto de su autoría al Partido Obrero (T), con el objeto de iniciar una discusión sobre sus términos. El escrito ya había sido publicado en Red Mediterránea, pero no es obvio que los promotores de ese sitio lo hayan recogido como un material de debate.
El objetivo polémico del documento es arribar una conclusión que sin embargo no desarrolla, a saber, que “no se puede ser neutral entre los dos campos burgueses en lucha”, en referencia al imperialismo, de un lado, y al chavismo del otro. Aunque el planteo parece claro, en realidad es profundamente confuso. Por ejemplo, Putin y Xi Jinping, dos expresiones políticas contrarrevolucionarias incuestionables, no son neutrales - apoyan, “en esta lucha entre dos campos”, al gobierno de Maduro. No lo hacen en abstracto sino en función de los intereses capitalistas y ‘geopolíticos’ de uno y de otro, que no tienen que ver precisamente con una lucha contra el imperialismo. A través de la empresa Rosneft, Rusia le otorgó a la asfixiada Venezuela un préstamo significativo, a cambio de una hipoteca del 49% de los activos de Citgo, la refinadora y distribuidora de PDVSA en Estados Unidos. Un partido revolucionario que rechace la neutralidad “en esta lucha entre dos campos”, no podría tomar partido ‘a la Rosneft’, sino que tendría que denunciar ese apoyo, o los límites insalvables de ese apoyo, y denunciar la política de Maduro.
Otro ejemplo tiene que ver con la boli-burguesía, el capitalismo de los chavistas, al cual el escrito de los compañeros no alude en ningún momento. La riqueza de esta neo-burguesía venezolana no solamente es enorme, sino que fue acumulada fuera del circuito económico legal, o sea, en el caso de Venezuela, obligadamente en moneda extranjera. La boli-burguesía no puede darse el lujo de la neutralidad “entre los dos campos”, incluso menos que Putin o Xi, porque en ausencia de compromisos previos con los ‘piti-yanquis’, en el caso de una victoria escuálida su capital se vería en peligro. Maduro, por su lado, ha iniciado un proceso de dolarización informal de la economía, que beneficia en forma fabulosa a esta boli-burguesía, en la que revisten funcionarios del régimen vigente. Aquí tenemos otro caso de una toma de partido a favor de uno de los campos en lucha, o sea de Maduro, completamente ajena a los intereses de la clase obrera. Mientras la burguesía acumula en dólares, con el visto bueno del poder, las grandes masas viven con bolívares hiper-desvalorizados, a excepción de un sector de trabajadores del circuito privado. Cuando empezamos a remover la espesura de la cúpula del bando nacional y popular, nos encontramos con un frente de fracciones reaccionarias.
Venezuela tiene una deuda impagable de u$s150 mil millones – toda contraída por el chavismo; no se la puede adjudicar a los neo-liberales. Para guardar reservas en divisas y defender un tipo de cambio fijo, Hugo Chávez financió importaciones dispendiosas por medio de la contratación deuda externa. Carece de autoridad ahora para plantear su repudio – y encima pelearse con China y Rusia, que han subido con fuerza en el ranking de los acreedores.
Los compañeros mencionan la enorme hambruna del pueblo, pero no dicen que es el resultado del pago escrupuloso de esa deuda, hasta que Trump prohibió su negociación a los agentes con ciudadanía estadounidense. Todo esto demuestra que el gobierno de Maduro se valió de la demagogia anti-yanqui para escamotear que pagaba la deuda que benefició a la boli-burguesía, con el hambre del pueblo. Mediante el hambre, minaba la disposición y capacidad de lucha de las masas contra el imperialismo y Trump. Entretanto, si entiendo bien lo que escriben los compañeros, mientras Maduro cumplía con los usureros y los boliburgueses, ellos libraban una lucha política contra el neutralismo, sin ofrecer, por otra parte, el nombre de los “neutrales”.
Un partido que interviene en la lucha de clases no tiene espacio para ser neutral, nunca. Ni Suiza ha sido neutral. La denuncia de la neutralidad es una extorsión del nacionalismo burgués contra la izquierda, para imponerle un seguidismo político y para que actúe como comparsa en la orquesta de la burguesía nacional. El eufemismo ‘no podemos ser neutrales’, no dice nada todavía sobre la política concreta de quien lo esgrime de este modo abstracto. De acuerdo a lo que dicen los compañeros, en 2015, primero, el FIT de Argentina debió haber llamado a votar al cristinismo en la segunda vuelta electoral, y por el peronismo unificado, en 2019, si la elección no se hubiera zanjado en el primer turno. El ‘ballotage’ enfrenta, obligadamente, a ‘dos campos’; sin embargo, hubiera sido un error descomunal ir atrás del ‘nunca más vivo’ nacionalismo burgués (En Francia muchos izquierdistas eligieron a Macron contra Le Pen). En las guerras habría que apoyar a un bandido imperialista o a otro – siempre para evitar la perfidia de la ‘neutralidad’.
Lo que demuestran los ejemplos citados, es que la cuestión de “los campos en lucha” debe ser definida de un modo concreto. Los ‘campos’ están en ‘lucha’ todo el tiempo y sin cesar, porque en una sociedad capitalista domina la competencia, no solamente la lucha de la burguesía contra los trabajadores. Muchos obreros son impulsados a apoyar a ‘su’ patrón contra el patrón de la empresa ‘rival’ y sus propios trabajadores. En el escenario de los ‘campos en lucha’, los socialistas debemos luchar, en última instancia, por imponer una redefinición de sus términos, separando a los obreros de la burguesía, y polarizar a los explotados frente a los explotadores. En una palabra, la participación activa en un terreno donde predominarían ‘dos campos en lucha’, debe tener el propósito estratégico de crear un terreno diferente de ‘campos en lucha’, entre el proletariado y la burguesía.
A esta cuestión estratégica se añade una táctica, que en definitiva se convierte también en estratégica. El chavismo, definido en su forma más genérica, va a cumplir veinte años en el gobierno. Un partido que haya permanecido tanto tiempo en el campo de uno de sus enemigos contra el otro ya puede ser considerado una fracción del primero. Era el seguidismo que practicaba el posadismo; por esta vía se convirtió en apéndice orgánico de la pequeña burguesía nacionalista o stalinista. Murió víctima de esta enfermedad incurable. En síntesis, es necesario distinguir los desarrollos cuantitativos, si se puede hablar así, de los cualitativos – los golpes, las guerras (civiles o internacionales) o sea, los choques excepcionales entre los campos en pugna.
El Partido Obrero no apoyó a Hugo Chávez en ninguna elección, no importa los campos en disputa. Sí intervino con toda energía en abril de 2002 y luego en el lock out de diciembre (también en la asonada de abril pasado de Guaidó); fue el único que llamó a salir a la calle en ocasión del levantamiento militar chavista en febrero de 1992. Lo mismo hicimos en Argentina, desde diciembre de 1975, ocasión del golpe fracasado de Capellini, hasta marzo de 1976, el golpe de Videla, en defensa del gobierno constitucional y criminal de Isabel Perón. La participación activa del socialista revolucionario en estos puntos cruciales y de ruptura, no tiene en cuenta solamente la defensa de los derechos populares amenazados por una victoria de la reacción más decidida, sino que es un momento estratégico de confrontación entre el método político del nacionalismo y el método político del socialismo. El apoyo de José y Eva a Maduro, justificado en la necesidad de ocupar el lugar correcto, es, por el contrario, intemporal, indeterminado, multiforme y supra-espacial.
En el texto, la regimentación de las organizaciones obreras ocupa un renglón. Pero dice algo fuerte, que la burocracia sindical montada por el chavismo es “corporativa”, o sea que es estatal. Al asunto del neutralismo ingresa aquí otro actor, a saber, una burocracia corporativa. ¿Es ella, acaso, un instrumento de lucha contra Trump y el imperialismo yanqui, o hay que enfrentarla para que los obreros conviertan a los sindicatos en herramientas de esa lucha?
En Argentina sabemos, desde el golpe anti-peronista de 1955, que la burocracia no sirve para la lucha, sino al revés, un instrumento formidable contra la movilización obrera contra el golpe y el imperialismo. Como ocurre con la boli-burguesía, la burocracia sindical es un caballo de Troya del imperialismo en el ‘campo nacional’. Una lucha decidida contra la burocracia chavista de los sindicatos volcaría a todo el aparato del estado nacional y popular contra los luchadores, convirtiendo a la lucha contra la burocracia en una lucha política contra el gobierno y el estado. ¿O suspendemos esta última para no ser sospechados de neutralismo o peor, de agentes de Trump? José y Eva se han metido en un laberinto, y por lo que parece desde hace veinte años. En el texto no hay ningún planteo de lucha contra el gobierno y el Estado, que incluso ha armado una burocracia “corporativa”, o sea mussoliniana o franquista. Diría que no hay, incluso, una delimitación literaria.
La cuestión de la burocracia lleva a otra más picante: las fuerzas armadas. ¿Estas serían definitivamente revolucionarias, como lo induce el texto al presentar que su jefatura está dominada por un personal que ha salido airoso de numerosas depuraciones por parte del chavismo? Venezuela se ha transformado de un régimen bonapartista plebiscitario en un estado policial. La represión las prisiones y las ejecuciones han sido confirmadas por informes internacionales de procedencias diferentes. Mientras tanto, un ‘presidente encargado’ la acusación de sedición, o incluso traición a la patria. Una y otra vez, Maduro convoca a opositores a negociar, y promueve las mediaciones de altas figuras de la diplomacia imperialista. Las milicias populares, como dicen los compañeros, están sujetas al control del alto mando, no son una creación independiente de las masas, una fracción numerosa opera como fuerza de choque en todas las direcciones – también contra los luchadores obreros.
Creer en la fidelidad de un alto mando militar es mandar al cajón los principios elementales de cualquier escuela de sociología – la lealtad militar es hacia el Estado que representa; a la clase social que dirige ese estado. Es olvidar el lugar que ocupa en una sociedad de clase. Si las FFAA bolivarianas se distinguen por la cantidad de depuraciones que ha sufrido, ello se explica por la tensión excepcional que le impone un régimen en un impasse de una década. El texto no menciona el Sebin, el servicio de inteligencia y represión. ¿Lo denunciamos o celebramos el rol que juega y que se adjudica? Nota aparte: algunos diarios de Argentina se refieren, reiteradamente, al gobierno de Maduro como revolucionario y al proceso venezolano como Revolución. No tergiversan solamente la realidad; es una operación para desprestigiar la ambición revolucionaria de las rebeliones en América Latina.
La cuestión de las fuerzas armadas bolivarianas ha dejado perpleja a una mayoría de observadores, por una razón sencilla – porque desmantelar el sistema chavista podría afectar la integridad del Estado, un peligro que cualquier cuerpo castrense se obsesiona por evitar. Esto ocurre con frecuencia con los regímenes de excepción. Nadie quiere repetir la experiencia de la desintegración del régimen de Saddam Hussein y el ejército iraquí. Todo el mundo toma cuidado con el bisturí cuando es necesaria una operación de cerebro. El golpismo de Trump es una tentativa de voltear a Maduro sin que el régimen se destruya en la volteada. De aquí a la fantasía de las fuerzas armadas de Bolívar, es hasta olvidar lo que le pasó al prócer y al proyecto de la Gran Colombia. Los chavistas no tragan saliva sin recordar la ‘traición’ del granadino Santander. Nunca se repitió tanto que las FFAA de Chile eran democráticas, como en la víspera del golpe de Pinochet.
Si el chavismo y el peronismo no son “cadáveres insepultos”, como dicen los compañeros, acompañando al PTS, y ahora a los combatientes parlamentarios que han usurpado el PO, se elimina una de las características fundamentales de la época de decadencia capitalista, a saber, el desfasaje y hasta la contradicción entre la realidad histórica, por un lado, y la conciencia política de la sociedad, por el otro. En 1945, el peronismo, y en el debut del milenio, el chavismo, impulsaron una salida a ese impasse, para quedar enseguida envueltos en él, debido a que el nacionalismo burgués de la periferia nace, precisamente, en la época de la decadencia capitalista. Sólo un electorero cegado por sus aspiraciones parlamentarias puede caracterizar como vitalidad histórica los éxitos electorales en el margen de los movimientos que en el pasado llevaron a las masas a movilizaciones sin precedentes en las historias de sus países. Cristina K perdió dos elecciones a manos de un señorito conocido como Macri, y hace cuatro años al chavismo lo redujeron a menos de un tercio en la Asamblea Nacional – o sea que hasta las urnas muestran una pérdida de signos vitales. La misma Cristina K debió acudir a quienes ayudaron a derrotarla en esas ocasiones, para no tener que ir a buscar la pelota al fondo del arco otra vez. Como movimientos de emancipación nacional ‘ya fueron’; se usa su memoria para explotar la confusión del pueblo, como la de un abuelo insigne para dar lustre a una familia decadente.
El lugar político de la polémica sobre el ‘cadáver insepulto’ tiene que ver con el intento de un arribismo de izquierda de esconder sus propias limitaciones y hasta su impotencia. El hundimiento de los movimientos históricos tradicionales traslada el peso de la crisis de dirección en la izquierda que se referencia en la IV Internacional. La política de reducir la lucha contra el peronismo al terreno electoral está perdida de antemano; lo mejor que se puede lograr es un Podemos. Hay que disputar, por el contrario, la dirección de la lucha directa contra los gobiernos de turno; esta es la lección del fracaso del FIT bajo el gobierno de Macri (Hago notar, de paso, que la insistencia del oficialismo del PO y de todo el FIT, en que el ‘enemigo principal’ era el kirchnerismo, no el macrismo, en este asunto de los ‘campos’, es una deformación inversa a lo que sostienen José y Eva, encubierta con una fraseología sobre la ‘independencia obrera’). La izquierda se ha convertido en democratizante; advierte, como todo el mundo por otra parte, que se desarrolla una crisis mundial, pero no sabe que uso darle, como ocurre también con el resto del mundo. En Argentina, el aparato usurpador del PO señaló, explícitamente, que la lucha electoral contra el kirchnerismo debía tener primacía, desde dos años antes de las elecciones, sobre la lucha para echar a Macri y para disputar al peronismo la dirección de esta lucha. La desesperación electoral tenía hasta causas de fondo más banales: asegurar con bastante anticipación un lugar expectable para el aparato en las listas del FIT, en la disputa con el PTS. La crítica al ‘cadáver insepulto’ fue un recurso oportunista para esta maniobra de arribismo.
En el caso de José y Eva, la defensa del nacionalismo viviente es una mala caracterización de un régimen que ha batido los récords de crisis social en el mundo. La capacidad de movilización que le atribuyen es en gran parte clientelar. El objetivo de ella no es imponer el control obrero de Venezuela, sino intimidar opositores. Mugabe duró más tiempo en Zimbabue que cualquier otro nacionalista, y hasta Hugo Chávez lo invitó a formar parte de la nonata V Internacional, pero el movimiento que él lideró, y que liberó a los explotados negros del régimen colonial de Rhodesia del sur, no se transformó subsiguientemente sino un sistema de saqueo sin límites.
En Venezuela es necesario construir un partido obrero que desarrolle una oposición de clase al gobierno de Maduro. Esta conclusión no aparece en ningún lado en el texto con que polemizamos, sino al revés – es un planteo de integración “al campo nacional”. El texto transpira las posiciones del nacionalismo, no las del marxismo.
El texto de los compañeros fue publicado sin comentarios en RedMed. Lleva por título La Revolución Latinoamericana y Venezuela. Uno debiera pensar que este título extiende su posición sobre “los campos” a los conflictos y luchas de todo el continente. Lo cierto es lo siguiente: Venezuela se encuentra hoy en la retaguardia de la Revolución Latinoamericana, precisamente debido al impasse excepcional que atraviesan las masas del país.
Para las rebeliones populares de Chile, Colombia, Ecuador, Haití, y para Argentina y Brasil, la Venezuela chavista no es un faro, no es la ruta que deben seguir. La ruta es la dirección proletaria de la lucha anti-imperialista – no la dirección militar, no la dirección de camarillas estatales. No es la patria grande sino la Unión Socialista de América Latina.
Esta es la cuestión.